Nacido en el estado de New Hampshire, en la costa este de Estados Unidos, John Tomasi es un destacado filósofo que imparte docencia en la Universidad de Brown. Su libro Free Market Fairness (Justicia de Mercado) logró un éxito sin precedentes en 2012. La obra propugna un entendimiento entre defensores de la libertad económica como Friedrich Hayek y adalides de la justicia social como John Rawls. Tomasi impartió una conferencia en la Universidad de la Fundación para el Progreso de Chile en la que tocó algunos de los temas centrales de sus investigaciones.
- ¿Por qué los liberales no aceptan el discurso de los progresistas?
En las filas de la izquierda ha calado demasiado el discurso del odio, de la envidia, de la lucha de clases. El igualitarismo caprichoso nos lleva a eso. Manipula a las personas hasta hacer que no toleren ni acepten los distintos niveles de riqueza que, como es lógico, surgen en un contexto de libertad económica. Hay que huir de las políticas del odio y la envidia. Sacan lo peor de nosotros.
En una sociedad libre y en una economía abierta, la desigualdad material no le hace daño a nadie. Puede que los ricos estén viajando en aviones más caros o en coches más lujosos, pero eso no significa que la vida de los más afortunados se construye sobre la opresión del resto de la gente.
- ¿De verdad cree posible reconciliar a liberales y progresistas?
La izquierda nos habla de "justicia social" de forma incisiva e incansable. Pero cuando hablan de "justicia social" no solo evocan una causa moral noble, que es la de generar más oportunidades para todos, sino que también plantean una economía intervenida, cuyo resultado último tiende a ser un menor nivel de bienestar.
Por su parte, la derecha tiene su propio concepto de "justicia social". Se centra en acabar con la pobreza, que sin duda es un problema real y muy grave. Pero desprecia la noción de que el progreso requiere también un cierto nivel de equidad, de horizontalidad en las oportunidades que tienen las personas para desarrollar su propio proyecto de vida.
- El punto de partida, entonces, sería un reconocimiento mutuo de legitimidad.
El concepto de "justicia social", pues, no es patrimonio exclusivo del discurso de la izquierda. Hay dos maneras de entenderla. Pero la izquierda le niega el reconocimiento a la derecha en estos temas, mientras que la derecha se muestra desinteresada por estos debates y los aborda siempre a contracorriente.
Mi tesis es que la preocupación por la "justicia social" es común a ambos campos. Hay dos formas de canalizar esa aspiración, pero eso no debería ser un obstáculo para el entendimiento. De hecho, si unos y otros reconocen ese interés común, entonces podrán empezar a construir una alianza de ideas que va más allá de las divisiones tradicionales entre izquierda y derecha.
- Suecia ha intentado una tercera vía, conjugando ideales progresistas con reformas liberales. ¿Cómo valora ese experimento?
Suecia, en los años 60 y 70, decidió apostar por una idea de "justicia social" que solo bebía de la tradición de la izquierda. El mercado estaba cada vez más intervenido, en nombre de la igualdad, pero el resultado fue un estancamiento social y económico cada vez más pronunciado. En los años 90 llegó el cambio: se promovió lo que algunos expertos denominan Estado de Bienestar Hayekiano, es decir, un modelo que tiene en cuenta las preocupaciones socialdemócratas y también incorpora la apuesta por la libertad económica.
El ejemplo sueco es relevante. Si nos quitamos el velo de los perjuicios y de las divisiones partidistas, podemos ver que la causa última de liberales y progresistas es la de conseguir un mundo más justo. Los dos hablan de lograr avances en materia de progreso y bienestar. Lo que pasa es que promulgan fórmulas y caminos distintos para caminar en dicha dirección.
- Más allá del caso sueco, que quizá es un tanto puntual, ¿puede realmente darse un acercamiento entre dos sensibilidades tan distintas?
Una sociedad articulada alrededor de una economía de mercado genera un alto nivel de "justicia social", en la medida en que el sistema capitalista reduce más la pobreza y asegura que, en el caso de que haya desigualdad, muchas de esas diferencias se producirán en un contexto de esfuerzo, competencia y meritocracia. Pero eso necesita también un cierto acompañamiento por parte de las instituciones públicas y los liberales no deben oponerse a ese entendimiento.
Lejos de pretender que uno u otro tiene la superioridad moral, hay que partir de que, o partimos de un reconocimiento de igual moralidad, o mejor ni empezamos a hablar. Empezando por esa base, podemos trenzar una cierta fusión entre ambas tradiciones. La derecha lee a Friedrich Hayek y la izquierda lee a John Rawls, pero sus ideas de libertad e igualdad no son mutuamente excluyentes.
- ¿Cuál sería la solución idónea para facilitar el entendimiento entre hayekianos y rawlsianos?
Creo que el camino hacia la integración de estas dos tradiciones intelectuales pasa por promover la "justicia de mercado" (free market fairness) o la "democracia de mercado" (market democracy). El liberalismo puede complementar y mejorar las preocupaciones que emanan de la izquierda. Si lo que nos preocupa, por ejemplo, es el mal funcionamiento de la educación, el liberal puede promover el cheque escolar. Con esa receta se respeta la universalidad y gratuidad que promulga la socialdemocracia, pero se introduce además un elemento de competencia y de excelencia privada.
Muchos pensadores liberales desprecian la discusión sobre la "justicia social" y muchos intelectuales de la izquierda desprecian la discusión sobre las bondades del mercado, pero en el fondo no están tan lejos. Los dos lados del debate tienen cosas importantes que aportar pero se quedan en tierra de nadie porque no dan el paso definitivo para fusionar uno y otro tipo de preocupaciones. Intelectualmente, hay que apostar por un entendimiento. Creo que es factible.