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Rubén Manso

Los 'prosalutíferos' y las antenas

El desarrollo provoca nuevos riesgos y nuevos remedios que, en conjunto, se han mostrado muy favorables para la salud y la longevidad de la especie humana.

En la colosal, porque digna es de un coloso, obra en tres tomos de Alfonso Ussia, Tratado sobre las buenas maneras se afirma que nada más parecido a un progre que un retro. El avance de los progres no es sino el retroceso de la civilización occidental. De hecho, otro coloso, pero este del pensamiento económico y social, Ludwig Von Mises, los llamaba destruccionistas, sin ningún tipo de recato, porque había acertado plenamente con el sustantivo. Las especies más peligrosas de estos últimos toman las formas, aparentemente inofensivas y sin ánimo de ser exhaustivos, de: ecologistas, movimientos antiglobalización, feministas... y yo, iría aún más lejos: vegetarianos. Ahora han desarrollado una subespecie dentro del ecologismo que podríamos llamar prosalutíferos. Son aquellos que se enfrentan a cualquier desarrollo oponiendo los riesgos que supone para la salud pública. Como todos los destrucionistas, han elegido un aparente fin muy loable: nuestra salud. Pero su verdadero objetivo siempre es otro, aunque a veces ni ellos mismos lo saben. Entre las últimas campañas de los prosalutíferos está el ataque a las torres de transporte de energía eléctrica y a las antenas de telecomunicaciones.

En el caso de estas últimas, dicho ataque, junto con el desarrollo de una normativa local inspirada muchas veces en la ideología prosalutífera, ha provocado una parálisis en el ritmo de inversiones que se necesitaba para dar servicio a la gran demanda de los servicios de telefonía móvil. El resultado se anuncia ahora: es posible que durante este verano, España no esté en condiciones de dar servicio y se produzca lo que se ha denominado muy gráficamente, el apagón móvil. Nadie ha demostrado de manera fehaciente grandes problemas para la salud derivados de la radiación de las antenas. Es posible que los haya, pero dentro de los márgenes razonables que podríamos delimitar según el dicho de que la vida mata. El desarrollo provoca nuevos riesgos y nuevos remedios que, en conjunto, se han mostrado muy favorables para la salud y la longevidad de la especie humana. De haber hecho caso en cada etapa a los progres y haber paralizado los desarrollos tecnológicos y científicos, es muy probable que nadie muriera en accidente de tráfico a cambio de no disfrutar de los beneficios de la penicilina. Juzguen ustedes mismos si la salud y longevidad de los indios del Amazonas supera a la de los europeos.

La industria de las telecomunicaciones provocará, seguro, molestias y riesgos de todo tipo. Las molestias estéticas no superarán a las de los manifestantes antiglobalización, y los riesgos, incluso para la salud de las personas, ya se muestran ampliamente superados por las posibilidades que ofrece. Para muestra un botón. Gracias a la telefonía móvil ya se puede intervenir quirúrgicamente a un paciente desde el otro lado del mundo. Sin desplazar al paciente ni al cirujano. Simplemente enviando órdenes de antena en antena.

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