El pulso comercial entre Estados Unidos y China sigue copando la actualidad económica a nivel internacional. La pugna entre ambos titanes ha dejado huella en la cifra de crecimiento del gigante asiático para abril, mayo y junio. Y es que, durante el segundo trimestre del año, el aumento del PIB experimentado por China fue el más bajo en casi tres décadas.
Entre enero y marzo, la economía china aumentó su producción a un ritmo del 6,4%. Esta tasa bajó al 6,2% entre los meses de abril y junio, lo que supone alcanzar niveles que no se daban desde 1992. Los indicadores industriales certifican que la batalla comercial está empujando a la baja los niveles de crecimiento, pero también se han observado caídas en otros epígrafes como el consumo y la inversión.
La nueva estrategia comercial del gobierno estadounidense supone un refuerzo de las medidas defensivas que ya venía imponiendo el gobierno de Barack Obama desde 2010. No en vano, si tomamos como referencia los cinco primeros meses de cada año, vemos que la Casa Blanca venía aprobando entre 50 y 150 medidas restrictivas del comercio con China.
En paralelo, Estados Unidos lleva años lidiando con el proteccionismo del gigante asiático a través de los canales formales de la Organización Mundial de Comercio. Sin embargo, la presión ejercida por esta vía no está dando resultados, puesto que las disputas resueltas por la OMC se quedan en el papel y no terminan generando cambios reales que garanticen la legalidad de las prácticas comerciales chinas.
Ante esta situación, Trump ha optado por un cambio de estrategia que pasa por imponer aranceles a China hasta conseguir una rectificación de sus prácticas más cuestionadas. En el centro del debate está la propiedad intelectual, donde el Departamento de Comercio entiende que se está produciendo un robo anual de más de 600.000 millones de dólares.
El margen de negociación de China irá a menos si se confirma el enfriamiento del PIB. De hecho, la deuda empieza a ser un factor preocupante, puesto que las obligaciones públicas y privadas (excluyendo al sector financiero) llevan dos años enquistadas en cotas cercanas al 250% del PIB, muy por encima de los niveles registrados hasta hace una década.