Es habitual que cuando miramos un producto en una tienda de comercio electrónico su precio cambie días después de la primera visita. De hecho, donde mejor se aprecia este fenómeno es en los billetes de avión, que siempre suelen ser más caros según se acerque la fecha del vuelo. Esta técnica es conocida como precio dinámico y está a punto de desembarcar en los supermercados.
Tal y como informan en Xataka, las tiendas de alimentos están haciendo las primeras pruebas con etiquetas electrónicas. Esta novedad permite que su precio se pueda cambiar de forma automática y remota. Es decir, si en un supermercado se dispara las ventas de café, es posible que ese mismo día o al día siguiente el precio suba 10 o 20 céntimos y se podrá hacer con un ajuste informático sin cambiar las etiquetas manualmente.
El cambio en los precios funcionará mediante unos algoritmos que determinarán si un producto debe subir su valor o bajarlo. Por eso, es posible que el precio cambie según las horas del día, la demanda, la ubicación o la competencia. Algo muy similar a lo que ocurre con los comercios online.
En España esta técnica no está por ahora muy desarrollada, pero Wallmart, la principal cadena estadounidense, suele cambiar los precios de manera muy rápida en función de las condiciones climáticas. Por ejemplo, si hace mucho calor elevan el precio del agua, los refrescos y los helados.
El principal hándicap son los carteles en los que aparecen los precios. En España lo más frecuente es ver el precio impreso en carteles y etiquetas, por tanto, el precio dinámico no tendría sentido en este tradicional método porque supondría una gran pérdida de tiempo para el personal del supermercado. Sin embargo, instalando etiquetas electrónicas el precio puede cambiar tecleando desde un ordenador.
Minoristas británicos como Tesco y Marks & Spencer apuestan por esta tendencia con la finalidad de maximizar sus ganancias. En Estados Unidos, Safeway ha probado también esta práctica, ofreciendo incluso precios personalizados a sus clientes en función de sus hábitos. Si realmente funciona y el desembolso que supone las etiquetas electrónicas compensan las ganancias, es probable que lo veamos pronto en todos los supermercados españoles.