El Partido Animalista se ha reconvertido y ha pasado de ser un movimiento antitaurino contra el maltrato animal a una organización de ideario vegano que ataca a todos los consumidores de carne en aras del bienestar animal. La ganadería se encuentra en el punto de mira de la presidenta del PACMA, Silvia Barquero. Recientemente pidió que el campo dedicado a la crianza de terneras y cerdos se transformara en tierras de cultivo agrícola.
La líder del animalismo patrio tachó al sector de la ganadería de ser contaminante y "perjudicial para la salud". Instó al "cese de la actividad ganadera" de forma inmediata y rogó que dejaran de provocar sufrimiento y dolor a las vacas de las que decían que estaban siendo violadas para aumentar la producción de leche.
Ante los reiterados ataques, los ganaderos han decidido responder y abrir sus puertas para enseñar que nada de lo que afirma PACMA es cierto. El presidente de la Asociación de Ganaderos IGP Carne de la Sierra de Guadarrama, Raúl de Lema, atiende a Libre Mercado y nos enseña en qué situación vive su ganado vacuno.
Hartos de los oficinistas urbanitas
El joven ganadero relata el cansancio que existe dentro del gremio por los bulos que en la ciudad extienden los animalistas acerca del trabajo que ellos desarrollan. Lo cierto es que a Raúl de Lema su vocación le viene de familia. Su bisabuelo trabajó las tierras que él ahora cuida con el mayor de los mimos, al igual que a sus animales.
"Las vacas pastan en libertad absoluta, viven como reinas. Es nuestro negocio, de ellas dependemos. Sabemos que si el ganado no está bien no podemos vender el producto, que además en nuestro caso tiene denominación de origen", nos cuenta en su coche mientras recorremos la finca en busca de las vacas que están a su aire por el monte. "Esto se llama crianza extensiva, es decir, que el ganado va donde quiere y cuando quiere. Nosotros venimos a vigilar por si salen a la carretera y, en ese caso, volvemos a reconducirlas al campo. Están totalmente cuidadas".
Después de varios kilómetros las encontramos. "Aquí tenemos 180 cabezas de ganado", nos va contando mientras bajamos del vehículo. "Normalmente las echamos a un semental para que tengan crías o, si hay problemas, nuestros veterinarios las inseminan pero en ningún momento sufren. Lo que dijeron los animalistas de que las vacas son violadas es de no tener ni idea de nada".
Las vacas nos miran. "Somos los que mejor cuidamos el campo y entendemos a los animales. De hecho, las restricciones que vienen desde de Madrid están redactadas por personas que no salen de la ciudad. Por ejemplo, no me dejan cortar ese zarzal de ahí y eso es un peligro porque puede incendiarse y esos matorrales arden con la rapidez de la pólvora. Mi abuelo en su época tenía más margen para tratar el medio ambiente como se merece. Ahora con las nuevas normativas tenemos que acatar medidas que son absurdas e incluso causan perjuicio al entorno", argumenta el carnicero.
Un negocio difícil de mantener
Como presidente de la asociación de ganaderos de la sierra madrileña, De Lema, nos transmite que el movimiento animalista les está haciendo un gran daño a una industria ya de por sí castigada y con probabilidades de desaparecer.
"Apenas tenemos representación en las ciudades para que se defiendan nuestros derechos. Si a un ganadero lo pusieras en uno de los edificios a escribir normas estaríamos más favorecidos", apunta el ganadero. Y, prosigue, "esta finca que tenemos mi hermano y yo está arrendada y nos cuesta 10.000 euros al año. Además tenemos que dar el pienso, pagar los gastos veterinarios y confiar en que no se nos mueran los animales o les pase algo porque serán pérdidas. Es un negocio poco rentable que subsiste gracias a las ayudas europeas", lamenta De Lema.
Lo que retiene a los herederos del campo como él es la devoción y el amor por el entorno natural y el estilo de vida en el que se criaron y del que no desean separarse. "Muy al contrario de lo que piensan y dicen de nosotros, los ganaderos, somos quienes nos declaramos los mayores ecologistas, fíjate qué bonito es el pueblo", nos indica señalándonos las laderas colindantes a El Boalo.
No obstante, De Lema es partidario de empezar a hablar y responder a las críticas del lobby ecoveganista que los tacha poco menos que de asesinos. "Han ganado mucho terreno y están ya en las oficinas", comenta refiriéndose a los políticos y activistas de PACMA. "Los ganaderos intentamos ignorar lo que dicen de nosotros y sólo queremos vivir tranquilos, lo que pasa es que después esas reivindicaciones sin sentido terminan convirtiéndose en legislaciones sin base", se queja De Lema mientras mira el reloj y se da cuenta de que es hora de volver al pueblo, los clientes en la carnicería le esperan. En el mostrador tras el cristal se puede ver la carne de la vaca avileña, charolesa y limusina, el producto tradicional y el orgullo de la zona.