La economía española creció un 2,6% en 2018 frente al 1,9% de la zona euro. Este dato ha sido aprovechado por el Gobierno de Pedro Sánchez para sacar pecho, enfatizando que España, si bien crece menos que en años previos, lo hace muy por encima de la media de la Unión Monetaria.
El problema, sin embargo, es que esta afirmación corre el riesgo de no cumplirse en los próximos ejercicios, ya que una parte significativa del crecimiento registrado el pasado año es insana y, por tanto, insostenible a medio y largo plazo, según advierte el Banco de España (BdE) en su último informe anual. Mientras que el avance que ha cosechado el país desde 2014 se ha debido, en gran medida, al impulso de las exportaciones, fruto a su vez de la mejora de la competitividad, en 2018 su aportación al crecimiento fue 0,7 puntos porcentuales inferior a la prevista, mientras que el peso del consumo, tanto privado como público, sorprendió al alza con 4 décimas extra.
Por un lado, el BdE señala que la política fiscal seguida en 2018 tuvo una "orientación más expansiva" con respecto a lo que se esperaba. Y, en concreto, estima que esa medidas discrecionales a nivel presupuestario, tanto de aumento de gasto y empleo público como de ciertas rebajas fiscales, aportaron entre 2 y 3 décimas extra al crecimiento del PIB. Sin embargo, como resultado, también aumentó el déficit estructural primario, es decir, el agujero fiscal que presenta España una vez descontado el pago de intereses y con la economía a pleno rendimiento.
Por otro lado, el organismo regulador advierte de que el consumo de los hogares también difirió significativamente en 2018, tras crecer un 2,3% en términos reales (descontada la inflación), superando en 0,8 puntos al aumento de las rentas, causando así un descenso de la tasa de ahorro de seis décimas. Tanto es así que la tasa de ahorro de las familias cerró el pasado año en mínimos históricos, con apenas el 4,85% de su renta disponible (tan sólo ahorran 5 de cada 100 euros ingresados), el dato más bajo desde que arranca esta serie a mediados de los años 60.
Este indicador refleja que algunos hogares, especialmente las rentas más bajas, empiezan de nuevo a vivir por encima de sus posibilidades, lo cual también conlleva riesgos a medio y largo plazo. Así, según el BdE, el súbito descenso de la tasa de ahorro sugiere, entre otros factores, "la presencia de ciertos límites a la capacidad de los hogares para mantener en el futuro el dinamismo que ha mostrado recientemente su gasto en consumo". Además, esta reducción del ahorro suele ir acompañada de una mayor propensión a financiar con crédito parte de ese consumo, "lo que apunta a la posibilidad de que algunos agentes pudieran quizá estar incurriendo en una cierta sobreestimación de sus niveles de renta futura, lo que a su vez aumenta su vulnerabilidad ante eventuales perturbaciones adversas", añade.
Si en lugar de reducirse el ahorro, hubiera repuntado una décima, tal y como preveía inicialmente el BdE, en un contexto de menor crecimiento del consumo, el aumento del PIB habría sido 0,4 puntos inferior en 2018. Así pues, estos dos factores insanos, tanto los estímulos fiscales como el aumento del consumo sin ahorro previo, explicarían hasta un total de 7 décimas del crecimiento del PIB registrado el pasado año, lo cual dejaría el avance de la economía española en el 1,9%, en línea con la media de la zona euro.
"Los soportes del crecimiento en nuestro país en 2018 incluyeron un tono expansivo de la política presupuestaria y una elevada propensión al gasto de los hogares", lo cual es difícilmente sostenible en el tiempo. Por esta razón, el BdE aconseja al Gobierno "una aproximación cautelosa a la hora de extrapolar hacia el futuro el mejor comportamiento relativo de la economía española frente a sus referencias naturales dentro de la Unión Monetaria".
Y es que, por un lado, "la consecución de un crecimiento más elevado en el corto plazo a expensas de retrasar la necesaria consolidación de las finanzas públicas puede conllevar ciertos costes adicionales en el futuro". Y, por otro, "el reducido nivel de la tasa de ahorro, el hecho de que el sector de los hogares haya incurrido en necesidades netas de financiación (esto es, de que su ahorro sea insuficiente para financiar su inversión) y el elevado crecimiento del recurso al crédito para financiar el consumo apuntan, de cara al futuro, a una posible moderación del ritmo de avance del gasto de las familias".