Bienvenidos al mandato del "gobierno del progreso". El mismo que permitió que Google rechazara España como país de acogida para un centro de innovación que iba a emplear a unas 1.300 personas; el mismo que ha permitido que Uber y Cabify salgan de Barcelona; el mismo que está convencido de sacar adelante la tasa Google y la tasa Tobin, a pesar de ser rechazadas a nivel internacional por sus sonoros fracasos; el mismo que ya está viendo cómo su Plan de Estabilidad se hace añicos ante los datos de recaudación tributaria de los primeros meses del año; el mismo que es capaz de volver a los errores que nos llevaron a una de las peores crisis de nuestra historia reciente y nos intenta hacer creer (como hizo entonces) que es por nuestro bien...
La economía española entra en alerta naranja. Ya no estamos hablando de indicadores de sentimiento económico o de encuestas hechas por organismos reconocidos a nivel internacional. Enumero una serie de indicadores adelantados que miden la evolución de la economía real, la que usted y yo vemos todos los días:
- La demanda de electricidad cae un -2,3% interanual, un -1,9% si corregimos la cifra por efectos estacionales. Estamos ante el tercer mes consecutivo a la baja. Solamente hemos visto tasas de crecimiento positivas en un mes del último semestre. Estamos ante una tendencia que no veíamos desde el año 2013.
- La producción industrial se desploma un -3,1% interanual en marzo, con prácticamente todos los sectores en negativo. La caída llama especialmente la atención cuando observamos que en marzo de 2018 crecía al 4,8%.
- La confianza del consumidor también se desploma un -6,1% en abril de 2019, triplicando la ya de por sí cifra negativa de marzo.
- La matriculación de vehículos se desploma en febrero, por quinto mes consecutivo, hasta el -8,8% interanual, frente a una estimación de ANFAC del +2,6%. Las matriculaciones de vehículos particulares y e industriales caen a doble dígito.
Y esto son solamente ejemplos. La lista de indicadores en negativo es amplia y fácil de encontrar. Ante la evidencia, parece que los socialistas e intervencionistas comienzan a ver las orejas al lobo. Ahora, curiosamente, después de las elecciones generales. Algunos de los más destacados, incluso, se atreven a hablar de "reaparición" de la desaceleración, como si durante la interminable campaña electoral hubiera hibernado o se hubiera puesto la capa de invisibilidad
La desaceleración es patente en Europa desde principios del año pasado, tal y como hemos advertido reiteradamente en esta columna. España, como en otras ocasiones, ha entrado ligeramente de forma más tardía, y también más brusca. Algunos llevamos advirtiendo del frenazo español desde el tercer trimestre de 2018. Y, sin embargo, nos hemos pasado los últimos meses oyendo las patrañas de que "España crece por encima de la media de la Unión Europea" y que hay que atender la "justicia social".
Ningún derecho, por fundamental que sea, puede ser garantizado si no es financiado. Permítanme que les adelante que, vista la evolución reciente, el estado de bienestar está en peligro. Que haya líderes de opinión liberticidas comenzando a destapar la desaceleración y clamando por el New Deal Verde, tal y como lo hizo el señor Moisés Martín en el diario El País, debería ser motivo de alarma nacional. Vean su propuesta: un "keynesianismo verde, en el que el sector público impulse las inversiones necesarias para transformar el modelo económico hacia un crecimiento más sostenible, basado en energías renovables". O, lo que es lo mismo, un peligro para España y, por consiguiente, para la Unión Europea.
El plan socialista se vuelve a cumplir a rajatabla. Primero, esconden el problema; cuando ya es evidente, lo blanquean y comienzan a persuadirle de que más intervencionismo es positivo (eso sí, bajo nuevos disfraces que esconden mantras tradicionales); después, roban parcelas de su libertad para continuar empobreciendo; y, por último, lo saquean a impuestos y esperan a que otro arregle los desaguisados.
La última vez que oí clamar por un programa de inversiones con cargo a las cuentas públicas en un entorno de desaceleración fue al entorno mediático de José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2008. Sólo unos meses después vino el famoso Plan E, un invento que logró un déficit de casi el 10% del PIB en 2011, un agujero de 7.800 millones de euros de pérdidas directamente generadas por esta inyección de inversiones públicas, y el 70% de las obras realizadas en municipios sin acreditación de interés público. Todos datos del Tribunal de Cuentas.
Ante tal sonoro fracaso, vino la evasión del rescate financiero por los pelos, el sonado (y fracasado) Plan Juncker y el QE. Todos ellos mecanismos que no han solucionado los problemas españoles (ni europeos) y nos han llevado a vislumbrar una nueva recesión con niveles de endeudamiento que incrementan exponencialmente nuestro riesgo.
En definitiva, un listado de logros que pretende rememorar Sánchez. Mismo perro con distinta correa, esta vez bajo la máscara "verde". Como Barack Obama en 2008, que prometió 150.000 millones de dólares en 10 años destinados a inversión "verde" para crear 5 millones de empleos… con un impacto real inferior a los 29.000, según Bloomberg. Ante una economía hiperintervenida como la nuestra, más intervención solamente lleva a un sonoro fracaso. Deberíamos haberlo aprendido, aunque, a tenor de las elecciones generales, no parece habernos quedado claro. Quizás a la segunda vaya la vencida.
Por el momento, es mejor entretener al personal con unas elecciones municipales y autonómicas. La excusa perfecta para desviar la atención e ignorar las señales económicas que estamos recibiendo. Incluso el índice de producción del sector construcción lleva dos meses en negativo, a pesar de estar recibiendo una ingente cantidad de recursos públicos con el único objetivo de comprar votos. Recuerden: alerta naranja. Lo peor es que esto acaba de empezar.