Hoy ha habido una polémica grande en las redes sociales y en los medios de comunicación, porque nuestra candidata en Madrid, Isa Serra, ha dicho que la Sanidad pública no puede aceptar donaciones ni limosnas de Amancio Ortega. Y resulta que algunos que se autoproclaman liberales han reaccionado muy mal.
Yo he sentido rabia. Porque mis hijos están vivos y sanos gracias a una unidad de cuidados intensivos neonatales de un hospital público. Y mi padre está vivo porque le hicieron un trasplante de riñón en un hospital público. Y no se puede consentir que la salud de nuestros hijos o nuestros padres dependa de las limosnas de un multimillonario. Que se entere Amancio Ortega: una democracia digna no acepta limosnas de millonarios. Una democracia digna hace que los millonarios paguen impuestos y traten con dignidad a sus trabajadores. – Pablo Iglesias
El argumento es tan marciano que yo creo que les suena raro hasta a los suyos. ¿Qué tendrán que ver los impuestos o la financiación de la Sanidad pública con las donaciones de Ortega?
Imaginemos el país que más gasta en su Sanidad pública del mundo. Imaginemos que cobra en impuestos el 70-80-90% de sus ingresos a sus millonarios (a los que les queden). Imaginemos unos hospitales públicos casi perfectos, con altísimos sueldos para sus empleados, todo tipo de máquinas, los mejores tratamientos habitaciones individuales, comida servida por cocineros con estrella Michelín… Pues bien, incluso en esas circunstancias, si un millonario te ofreciese una donación para comprar un equipo de última generación, sin ninguna contraprestación a cambio, lo que deberías hacer es coger el dinero y darle las gracias. ¿Qué problema hay en mejorar un poco, incluso si lo que tienes ya es buenísimo?
¿Y si no vives en ese mundo ideal? Pues todavía con más razón.
Con esta absurda polémica, algunos parece que se han caído del guindo y se han dado cuenta de que a la extrema izquierda (y no tan extrema) lo del bienestar del ciudadano de a pie en realidad se la trae un poco al pairo. Lo importante es el control, el poder, el dominio, el sistema. Si te lo quito con impuestos, está bien; si lo das voluntariamente, son "limosnas".
Por eso, el debate sobre la forma de financiar o gestionar la sanidad o la educación es imposible. Cuando atacan los conciertos sanitarios en la Comunidad de Madrid o en Valencia no lo hacen porque sean ineficientes o de peor calidad (y en esto no hay mucha diferencia entre PSOE o Podemos). Ahí sí podríamos entrar en una discusión interesante sobre qué alternativa es mejor. Hay modelos de gestión público-privada que son un desastre y otros que funcionan bien. Pero es que eso no les interesa. Iglesias quiere acabar con ese sistema simplemente porque hay intervención de la empresa privada. Y eso está mal. Y punto. Si a la izquierda le importase realmente el bienestar de los trabajadores, sus referentes serían Suiza, Canadá o Australia, no la Venezuela chavista o la Argentina de los Kirchner.
Hay algo de religión en esa condena de los millonarios y de la creación de riqueza. En los años 60-70, decenas de intelectuales defendían la URSS a pesar de su fracaso. Incluso cuando era evidente que condenaba a la pobreza a millones de personas, el mito de la construcción utópica pesaba más que la realidad de su ruina real. Ya lo explicó en su momento Jean-François Revel: "La opinión de izquierdas condena toda ganancia económica que se obtiene en el marco del mercado (y, por tanto, expuesta al riesgo y a la competencia), y la admite, e incluso la admira, si es estatutaria y no resultado del esfuerzo o la adaptación".
"La salud de nuestros hijos"
Dicho esto, casi todos nos hemos quedado encerrados en el debate sobre la donación. Pero lo más importante es lo otro, la segunda parte del discurso, eso de que no puede ser que "la salud de nuestros hijos y nuestros padres" dependa de las "limosnas" de Amancio Ortega.
[Por cierto, dos notas al margen: 1. Sobre la privacidad de los políticos y la necesidad de aislarse tras los muros de un chalet para protegerse de los medios. ¿Cuántos españoles saben cuántos hijos tienen Pablo Casado, Albert Rivera, Susana Díaz o Santiago Abascal? Y 2. Esto de usar la familia o los incidentes diarios con fines políticos-ideológicos siempre me ha parecido un poco enfermizo. Como el argumento, muy de Twitter, de "la Sanidad privada (o pública, según quien escriba) salvó a mi padre o mi madre". Hay que estar muy mal de la cabeza para estar tuiteando o pensando en eso en ese momento, en si puedes usar políticamente una estancia en el hospital. Es como los tipos que cuando hay un asesinato están esperando a saber si el culpable es hombre, mujer, inmigrante, de Cuenca o extraterrestre para escribir o no el tuit.]
Sigamos, porque aquí tengo que darle una mala noticia a Iglesias: Pablo, en lo que respecta a la financiación de la sanidad pública, la salud de tus hijos (y los míos), la salud de tus padres (y los míos), el sueldo de esos profesionales a los que tanto te gusta apelar y las máquinas de las que tanto presumes… todo eso depende y dependerá, en España y en todos los países del mundo, de las "limosnas" de los amancios ortegas de turno.
[Otra nota al margen: cuando Iglesias recuerda con orgullo la "unidad de cuidados intensivos neonatales", ¿qué se cree: que las máquinas que se usan allí las ha inventado o producido la Seguridad Social? Siento tener que ser yo el que le saque de este engaño. Pero incluso la sanidad pública más pública del mundo necesita de la innovación, creatividad y ánimo de lucro que sólo la empresarialidad y el capitalismo pueden ofrecer. Sí, sus hijos (y los de muchos otros) están vivos gracias a que alguien quiso ganar dinero inventando incubadoras maravillosas que consiguen que neonatos que hace unos años estaban condenados a morir ahora puedan tener una vida por delante. Y sí, lo repetimos: los que inventaron esas máquinas querían ganar dinero con ellas… y lo lograron].
Pero sigamos con lo de "depender de las limosnas" de Ortega.
Según la RAE, una limosna es una "cosa, especialmente dinero, que se da a otro por caridad". Es decir, algo que alguien entrega de forma voluntaria para ayudar a otros. Los impuestos, cree Iglesias, son diferentes. Esos los cobra el Estado y los ricos los pagan obligados, porque no les queda otro remedio.
Miren, a nadie le gusta pagar impuestos. De hecho, incluso esos que aseguran que están "encantados" de hacerlo intentan siempre pagar los menos posibles. Todavía no me he encontrado a uno que diga: "Yo podría aprovecharme de tal deducción en el IRPF, pero prefiero no marcar la casilla. Yo gano mucho y seguro que mi dinero le viene bien a Hacienda". O que marque la casilla que hay al final del IRPF, ésa que sirve para no solicitar el dinero cuando la declaración sale a devolver. Son los mismos (esos que pagan "encantados") que cuando una norma tiene dos posibles interpretaciones, siempre escogen, qué casualidad, la que les beneficia a ellos frente a Hacienda o los que crean sociedades patrimoniales ("todo legal", aseguran) para ver si pueden rascar algo por ahí.
Pero cuidado, que paguemos porque Hacienda está ahí, vigilándonos, no quiere decir, ni mucho menos, que éste sea el único motivo para hacerlo ni tampoco que no tengamos más alternativas.
Sobre las razones, estoy convencido de que Amancio Ortega sigue viviendo (y pagando impuestos) en La Coruña en parte por un cierto sentido de que eso es lo correcto y en parte por un compromiso con su país-región-comunidad. ¿Podría irse a Mónaco? Mañana. Pero entonces no viviría en su ciudad, ni podría echarse sus partidas de cartas con los amigos, ni ir a ver el Atlántico cuando le apetezca. No creo que le haga extremadamente feliz la factura que le pasa María Jesús Montero cada año, pero tampoco creo que le quite el sueño.
Sé que este argumento no me hará el más popular en ciertos círculos liberales. Y sé que abro una puerta muy peligrosa, la de la excusa para todo del contrato social (ese contrato que nunca ha existido) o la de la justificación a cualquier expansión del Estado sobre la base de que los impuestos son "el precio de la civilización". Pero incluso así, creo que es evidente que muchos millonarios (casi diría que la mayoría) tienen ese sentimiento de obligación moral - deber de cumplimiento de las normas. Y no sólo los millonarios. Y no creo que esté del todo mal, para qué voy a negarlo.
Aquí es donde entra la cuestión de las alternativas. De nuevo, no voy a decir que pagar impuestos sea algo voluntario. Porque no lo es. Pero sí hay opciones. Todos las tenemos. Para empezar, podemos no ponernos en situación de ser sujetos del hecho imponible. No sólo eso: aunque sea inevitable la visita al fisco, también podemos elegir dónde pagar impuestos. En resumen: en teoría el Gobierno te podría obligar a pagar un 80% de tipo marginal del IRPF si ganas más de 100.000 euros… pero no te pueden obligar (y mira que les gustaría) a que ganes más de 100.000 euros y tampoco a que los ganes en España.
Esto, tan sencillo de entender, parece fuera del alcance de nuestros políticos. Cada día, millones de personas piensan si trabajar o no, si aceptar un nuevo empleo en otra región-país o no, si abrir una empresa o no, si comprar un coche o no… y sí, el tipo impositivo que tienen que pagar en cada caso es una de las variables más importantes en su decisión.
De hecho, dentro de esa limitada voluntariedad, cuanto más rico eres, más posibilidades tienes. Probablemente Amancio Ortega sea el español que más facilidad tendría para elegir dónde pagar sus impuestos (o, lo que es lo mismo, para dejar de pagar buena parte de los mismos en nuestro país).
Inditex tiene una capitalización bursátil de 77.000 millones de euros y su fundador mantiene casi el 60% de su capital social. Si actuara de acuerdo a la caricatura con la que Iglesias define a los millonarios (esos seres insensibles, ansiosos sólo por acumular cada día más y más dinero, obsesionados con pagar los menores impuestos posibles y dispuestos a todo con tal de arañar un euro más), hace décadas que habría vendido su empresa a la competencia y viviría de las rentas en Luxemburgo, Bahamas, Singapur o Hong Kong, invirtiendo su enorme fortuna en los mercados financieros, donde tan fácil es forrarse si ya eres rico, nos aseguran.
Evidentemente, no lo hace. Porque no es esa caricatura. Es un tipo sencillo de La Coruña, al que le sigue gustando ir a trabajar (maravilloso ese momento del famoso vídeo de su ochenta cumpleaños, en el que se le ve llegar a la sede con la tranquilidad y la normalidad del que va a la oficina un día más) y ver cómo crece su empresa y cómo crea valor y empleos.
Ricos e impuestos
Pero, además, aquí hay una derivada más. Qué pasaría si los Amancio Ortega de este mundo hicieran lo que casi todos alguna vez hemos pensado que deberían hacer: mandar a freír gárgaras a todos los Iglesias que les insultan. Pues miren, muy sencillo: ningún país se lo puede permitir, pero uno de los que menos… sí, es España.
A pesar de la retórica habitual entre la extrema izquierda (y no tan extrema, la demagogia anti-millonarios es casi igual de común en el discurso socialdemócrata mayoritario), los ricos sí pagan impuestos. Y muchos. Por ejemplo, en IRPF, el 0,46% con más renta aporta el 11% de la recaudación total. Y los que ganan más de 60.000 euros, el 3,75% de los contribuyentes, aportan casi el 31% del total. En Sociedades, más de lo mismo: las 727 empresas con más beneficios (el 0,2% de las declarantes) aportan el 49% de la recaudación del impuesto. En los últimos días hemos leído que Ortega pagó más de 1.000 millones en 2017 a través de su sociedad patrimonial, Pontegadea Inversiones. Inditex (firma de la que Ortega tiene un casi un 60%) ha pagado más de 2.000 millones en Impuesto de Sociedades en España en el último lustro (más del 2% de la recaudación total del impuesto). Según El País, "su factura fiscal en España (aranceles, impuesto sobre propiedades inmobiliarias y cotizaciones a la seguridad social) ascendió a 928 millones de euros" el pasado año. Si hay un contribuyente al que España no se puede permitir perder, ése es Ortega. Con las cuentas públicas en la situación actual, se nos marchan no digo el millón más rico de contribuyentes… simplemente los 1.000 que más aportan y tendríamos un boquete que ríete tú de la Grecia de 2012.
Ortega podría irse mañana a Luxemburgo y sería multimillonario el resto de su vida. Podría comer caviar, langosta y ternera de Kobe (él y sus descendientes) mientras quiera. Y viajar en avión privado y hacerse un campo de golf en cada una de sus residencias. No lo hará, porque todo apunta a que es un tipo normal. Pero podría. Les aseguro que lo necesitamos nosotros más a él que él a nosotros.
Siempre me ha llamado la atención esta retórica anti-ricos, la "rabia" por seguir el lenguaje de Iglesias, el odio de clase que muestran esos que se denominan como defensores de "lo público", de eso que llaman (con más éxito en la denominación que en la puesta en práctica) "estado del bienestar". Si realmente les importara "lo público" deberían mimar, proteger, alabar… a esos millonarios a los que insultan. Si alguien quiere mejores aulas, quirófanos más grandes o más funcionarios, lo primero que necesita es a otro que los pague. Insultarles no parece la mejor estrategia.
En esa retórica, hay un punto de ceguera ideológica y de ignorancia económica. Pero también esa idea absurda según la cual los millonarios son como tentetiesos, esos muñecos a los que puedes golpear de todas las formas posibles y que vuelven una y otra vez, como si nada, a su posición original.
Probablemente nadie ha pagado más impuestos en la historia de España que Amancio Ortega (y ni siquiera entramos en el dinero que generan sus empresas, los tributos que pagan sus trabajadores o la actividad económica que impulsan). Si su único objetivo fuera minimizar su factura fiscal, tendría muchas otras opciones a su disposición. De hecho, como vemos, es fácil imaginar que podría dejar de hacerlo en cualquier momento; por ejemplo, en cuanto llegase al poder uno de estos que se creen con derecho a expropiarle aquello por lo que ha trabajado toda su vida.
En realidad, si queremos personificar en alguien el dinero que financia el quirófano y la unidad de cuidados en la que trataron a los hijos de Iglesias, ése es Ortega. Es el que más ha aportado con mucha diferencia. Y sí, en buena parte lo hace porque quiere. Así que, al menos en el esquema mental del líder de Podemos, ése en el que los ricos sólo pagan cuando no tienen otro remedio y el resto son migajas para acallar su conciencia, son sus "limosnas" las que pagaron su tratamiento, más que las de ningún otro. Como mínimo, podría darle las gracias.