La semana pasada comentaba la falta de realismo del Programa de Estabilidad que Sánchez envió a Bruselas el martes 30 de abril por la tarde, en el límite del plazo, para conseguir, así, dos cosas: la primera, no plasmar en papel sus previsiones y planes económicos antes de las elecciones. La segunda, enviarlo la víspera de un día festivo, puente en la Comunidad de Madrid, para que pasase más desapercibido entre los ciudadanos, la prensa, en general, y la económica, en particular.
No consiguió su objetivo, pues mucho se ha analizado desde entonces. Su estimación de crecimiento real es extremadamente optimista, al igual que el crecimiento nominal del PIB, calculado como si se tratase de una economía que ha despegado y que se encuentra a velocidad de crucero en lugar de una economía que comienza a sentir los síntomas de la desaceleración. En su documento, no le queda más remedio que reconocer que la economía crecerá menos que lo que iba a crecer antes de que se produjese la moción de censura.
No obstante, la Comisión Europea rebaja ese crecimiento de 2019 al 2,1%, una décima menos que la estimada por Sánchez.
Incluso no puede ocultar Sánchez que el déficit se va a desviar de manera profunda tanto en este ejercicio de 2019, como en 2020 y 2021.
Esa desviación son casi 9.000 millones más de euros en el déficit, que son, inmediatamente, casi 9.000 millones más de euros en deuda en 2019, a la que hay que añadir los casi 3.400 millones de desviación en 2018, los 7.800 millones de desviación prevista en 2020 y los 6.700 millones en 2021.
El cálculo no puede llegar a 2022 porque el programa del Gobierno del PP iba sólo hasta 2021, pero a buen seguro que el equilibrio presupuestario que ahora plantea Sánchez para dicho año es inferior al que habría habido con el PP, pues el Gobierno anterior alcanzaba ya el superávit en 2021, de manera que todo hace pensar que en 2022 podría haberlo mantenido o mejorado.
Pues bien, pese a este empeoramiento de los datos de crecimiento y deuda que el propio Sánchez reconoce, los distintos organismos, nacionales e internacionales, estiman que ni el crecimiento va a ser tan intenso en términos reales, ni tampoco en términos nominales, además de que creen que el déficit va a ser superior.
Así, aunque Banco de España estima un crecimiento real del PIB idéntico al del Gobierno para 2019 y 2020, prevé una décima menos para 2021. Ahora bien, estima un crecimiento del PIB nominal sensiblemente inferior al del Gobierno.
Esto es relevante porque el Gobierno enfatiza la reducción de la deuda sobre el PIB. Sin embargo, si el crecimiento nominal del PIB es inferior al previsto, ese cociente no podrá descender tanto.
Es cierto que no es tan fuerte la diferencia como para que mueva una décima por año, pero sí mueve algunas centésimas que en un entorno en el que la presión de los gastos será creciente y los ingresos son muy optimistas -prevén incrementar la recaudación por la tributación en 95.505 millones de euros en 2022 sobre 2018, cosa prácticamente imposible en una circunstancia de desaceleración-, contribuyen a empujar hacia el incumplimiento.
Y ese peor comportamiento del déficit es el que estiman todos los organismos. El Gobierno prevé un 2% de déficit, que es 7 décimas superior al acordado con Bruselas por el Gobierno del PP, pero es que el FMI prevé un 2,3%, la Comisión Europea prevé otro 2,3% y Banco de España un 2,5%. Es decir, si Sánchez ya desvía el déficit sobre el objetivo previo del PP en casi 9.000 millones de euros, el FMI y la Comisión Europea estiman que esa desviación llegará a 12.000 millones y el Banco de España cree que será de 14.500 millones.
Además, Bruselas empeora también las previsiones de déficit para España en el ejercicio siguiente, de manera que estima el déficit español para 2020 en el 2%, nueve décimas más que lo que estima Sánchez. Esas nueve décimas más en 2020 suponen, sobre el PIB que el Gobierno estima para ese año, 11.705 millones más de desviación, es decir, de mayor deuda.
Por tanto, queda claro que todos los analistas consideran muy optimista el escenario macroeconómico del Gobierno, con unos crecimientos que serán difíciles de alcanzar. Al mismo tiempo, todos consideran que el déficit será mucho mayor, debido a que es probable que el crecimiento del gasto sea superior al que el Gobierno estima y que el incremento de ingresos que prevén sea imposible de alcanzar.
Parece que nos espera un duro camino por el que andar, con muchos problemas económicos en el horizonte y una política económica, la de Sánchez, que va en la mala dirección: aumento de gasto, incremento de impuestos, mayor déficit, elevación de deuda y menor crecimiento económico, que nos puede llevar a una muy mala situación económica.