La "brecha salarial" se ha convertido en los últimos años en uno de los grandes mantras que emplea el feminismo izquierdista para denunciar la supuesta represión e injusticia que ejerce la imperante sociedad heteropatriarcal contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Según alegan, el colectivo femenino cobra de media un sueldo inferior al de los trabajadores varones porque existe una amplia y extendida "discriminación laboral por razón de sexo", dando así a entender que casi todos los empresarios -incluidas las mujeres- son unos "machistas", ya que pagan menos a las féminas por realizar el mismo trabajo que sus compañeros del sexo opuesto. Y ello, incluso en contra de sus propios intereses económicos, dado que, de ser cierta tal argumentación, lo lógico es que las empresas se decantaran masivamente por contratar a mujeres, marginando por completo a los hombres, puesto que obtendrían idénticos rendimientos a menor coste.
La realidad, sin embargo, es muy diferente. La discriminación salarial no existe, es un cuento, tal y como evidencian los datos oficiales del propio Ministerio de Trabajo. Las sucesivas campañas de Inspección Laboral realizadas en esta materia desde el año 2009, en tiempos de Zapatero, arrojan conclusiones inapelables: menos del 1% de las trabajadoras resultan discriminadas por razón de su sexo, es decir, cobran diferente sueldo a igual trabajo. Ergo, el discurso feminista no se sostiene.
¿Cómo se explica entonces que, según Eurostat, las mujeres perciban en España una retribución media por hora trabajada un 14,2% inferior a la de los hombres? Las razones son múltiples y variadas:
- Formación: siendo los universitarios los que registran una menor tasa de paro y disfrutan de sueldos medios más altos, hay grandes diferencias entre lo que estudian unos y otros. Hoy por hoy, ingresan más mujeres en la universidad (55%) que hombres (45%), pero escogen carreras diferentes. Las más generalistas, como Derecho o ADE, cuentan con proporciones similares, pero en Ingeniería e Informática la presencia masculina supera el 80%, mientras que sucede justo lo contrario en Enfermería o Educación Infantil. Los estudios más técnicos o científicos suelen propiciar sueldos más altos que los relacionados con humanidades o cuidados. Lo mismo sucede en otros países, como EEUU, donde nueve de las diez titulaciones mejor remuneradas son mayoritariamente masculinas, mientras que las peor pagadas están dominadas por mujeres.
- Sector económico: la representación masculina también es superior en sectores con sueldos medios más altos, como la industria manufacturera y química, la construcción o las telecomunicaciones, mientras que las mujeres tienen mayor peso en la sanidad o la educación.
- Jornada de trabajo: la incidencia del empleo a tiempo parcial es mucho mayor entre las mujeres (24,2%) que entre los hombres (7,3%).
- Dinámica laboral: a igualdad de condiciones, las dinámicas de trabajo de unos y otros también pueden diferir, tal y como demuestra el estudio de casos concretos, como el del Metro de Boston o los conductores de Uber en EEUU. En el primero, las diferencias de sueldo observadas responden a que los varones hicieron un 83% más de horas extra que sus compañeras y eran dos veces más propensos a aceptar cambios en sus horarios. En el segundo, y dado que Uber paga a sus conductores exactamente lo mismo por trayecto, el hecho de que las mujeres cobraran un 6% menos por hora trabajada se debía a que los hombres tienden a aguantar más tiempo en la plataforma, a conducir más rápido y a frecuentar zonas de mayor actividad y afluencia de clientes.
- Antigüedad y experiencia: igualmente, la vida laboral media de las mujeres -medida en horas trabajadas- suele ser más corta que las de los hombres, lo cual se traduce en una menor antigüedad y experiencia, lastrando con ello el nivel salarial.
La maternidad, el factor clave
La cuestión es que, una vez depuradas estas divergencias, la famosa "brecha salarial" se reduce a poco menos del 5%, lo cual no significa que dicho margen carezca de una explicación lógica e igualmente plausible. La tan manida "discriminación", por tanto, brilla por su ausencia. Hombres y mujeres cobran lo mismo a igual trabajo o, si se prefiere, la diferencia de sueldos se debe al desarrollo de carreras profesionales distintas. Y si en España nada impide a las mujeres que estudien y trabajen en lo que quieran, lo que cabe preguntarse aquí es por qué optan por jornadas reducidas y vidas laborales más cortas. La respuesta se llama maternidad. Lo que explica la "brecha", en realidad, es el hecho de ser madre.
Las diferencias salariales por sexo entre los jóvenes y los solteros son casi inexistentes. De hecho, en 147 de las 150 mayores ciudades de EEUU, los ingresos medios de las mujeres de menos de 30 años solteras son un 8% superiores que los de los hombres en su misma situación. La "brecha" aparece con la llegada de los hijos, dado que muchas madres optan por reducir su jornada e incluso interrumpir su carrera laboral, ya sea de forma temporal o permanente, para cuidar de su familia, a diferencia de los hombres.
Un reciente trabajo de investigación realizado en Dinamarca demostró que hasta un 80% de la "brecha salarial" puede atribuirse a la reducción de ingresos que sufren las mujeres tras tener hijos. Resultados similares se hallaron en Austria, Alemania, EEUU, Reino Unido, Suecia y Noruega.
Ahora, Jorge García Hombrados y Libertad González Luna acaban de hacer lo propio para el caso de España. Su investigación, cuyo resumen ha publicado Nada es Gratis, engloba a un total de 81.000 mujeres y 68.000 hombres y arroja los siguientes resultados:
- Los ingresos anuales medios de ambos crecían de forma positiva hasta la llegada del primer hijo, momento a partir del cual baja la remuneración de las madres durante los dos primeros años, sin recuperar el nivel previo a la maternidad hasta alcanzar los cinco años, mientras que el sueldo de los padres mantiene intacta la senda alcista durante todo el período analizado. Como resultado, al cabo de cinco años, "la brecha de género que se abre con respecto al año de partida es del 17%". Y ello, tan sólo teniendo en cuenta a las mujeres que permanecen en el mercado laboral (si se contabiliza a las que no han trabajado nunca o no vuelven a trabajar, la "brecha" media rondaría el 23%, según el Banco de España).
- Dicha caída se debe a que un número significativo de madres decide priorizar el cuidado de sus hijos a su carrera profesional, ya sea dejando de trabajar temporalmente o trabajando menos horas. Así, una vez corregido el efecto edad y año -que elimina la tendencia positiva de la gráfica-, se observa que la participación laboral de las mujeres se reduce tras el primer hijo en comparación con los hombres debido al abandono temporal del trabajo.
- La probabilidad de estar trabajando a tiempo completo cinco años después de la maternidad se reduce en el caso de las mujeres.
- Y, además, aumenta la probabilidad de trabajar a tiempo parcial.
- Asimismo, el nacimiento del primer hijo también va acompañado de una reducción del 9% en el salario por hora de las trabajadoras a tiempo completo en relación a los hombres.
Otro estudio relevante es el que compara la brecha salarial tras el primer hijo entre parejas heterosexuales y lesbianas en Noruega para observar si la carrera profesional de las madres biológicas se resiente de la misma manera. En este caso, el impacto es diferente, ya que, mientras que en las primeras la madre sufre un recorte de ingresos del 20%, sin que afecte al padre, en las segundas la reducción es del 13%, aunque su pareja también sufre una caída salarial del 5%. Así pues, si bien el impacto global en los sueldos de la pareja es muy similar, el reparto de cargas dentro de la misma es algo diferente. Además, en las parejas heterosexuales la citada "brecha" se prolonga en el tiempo, mientras que en las lesbianas se cierra al cabo de 5 años.
Lo que cabe preguntarse entonces es a qué se debe ese diferente reparto de cargas entre hombres y mujeres a la hora de tener hijos y si el sacrificio profesional que comporta responde a las diferentes prioridades que poseen unos y otros, fruto, en última instancia, de los acuerdos voluntarios que se producen en el ámbito de la pareja, o, por el contrario, es consecuencia de la "represión" que ejerce la "sociedad heteropatriarcal" sobre la mujer, obligada de algún modo a sacrificar sus aspiraciones laborales para ser madre.
En todo caso, de lo que no hay duda es que la diferencia de sueldos nada tiene que ver con la supuesta "discriminación por razón de sexo" de las empresas, tal y como denuncian las feministas, y sí mucho con las distintas prioridades que, en general, manifiestan hombres y mujeres. En un país como España, uno de los mejores del mundo para nacer mujer, donde todos los individuos son iguales ante la ley -salvo excepciones, como la violencia de género- y, por tanto, existe plena libertad a la hora de escoger estudios, profesión, matrimonio y ser madre, resultan difícilmente creíbles las soflamas feministoides, por no decir irrisorias.
Lo que demuestran los datos es que las mujeres optan, en general, por licenciaturas menos técnicas y sectores peor remunerados, al tiempo que priorizan el cuidado de los hijos -si es que deciden tenerlos- restando tiempo y dedicación a sus carreras profesionales, lo cual acaba repercutiendo en su nivel salarial. Y en cuanto al reparto de cargas en el seno de la pareja, nada hace pensar que la inmensa mayoría de madres prioricen el cuidado de sus hijos en contra de su voluntad, por imposición unilateral y expresa de sus parejas masculinas, sino que más bien esa decisión es el resultado de un acuerdo consensuado por parte de ambos. En definitiva, el menor sueldo medio de las féminas responde, en última instancia, a las decisiones que toma cada una de ellas tanto a nivel laboral como vital, no a una conspiración machista urdida en oscuros despachos para fastidiar a las hembras. O, dicho de otra forma, nada impide en España que una mujer gane lo mismo o más que un hombre.
Mejor guarderías que permisos
Y si lo que se pretende por parte de los políticos es facilitar la conciliación laboral y familiar, lo que demuestran los estudios es que los permisos de paternidad, ideados para que el varón se implique más en el cuidado de los vástagos, no sirven absolutamente para nada. Prueba de ello es que en Noruega se ampliaron de 4 semanas a principios de los años 90 a un total de 14 en 2013, sin que ello tuviera impacto alguno sobre el desempeño laboral de las madres -sus ingresos caen en igual medida independientemente de las semanas de baja de las que disponga el padre-.
Sin embargo, el aumento de las plazas de guardería para niños de 1 a 3 años y las mayores facilidades para sufragar su coste sí tuvieron efectos visibles, tras lograr reducir en un 25% la "brecha salarial" producida por la maternidad. Guarderías que, por cierto, son mayoritariamente atendidas por mujeres… ¿Casualidad? No lo creo.