El desarrollo del fracking como técnica extractiva de petróleo y gas ha devuelto a Estados Unidos a la primera plana del sector energético, poniendo fin a décadas de decadencia y creando un contexto completamente nuevo en los mercados internacionales. Así lo pone de manifiesto un informe del Consejo de Asesores Económicos que acaba de ser publicado con el visto bueno del presidente Donald Trump.
El siguiente gráfico muestra lo acelerada que ha sido la producción de combustibles fósiles en la última década. El salto producido desde 2010 implica un crecimiento cercano al 40% en la generación de crudo y gas.
En noviembre de 2017, la producción de crudo rebasó el récord histórico, que databa de 1970 y consistía en rebasar la barrera de los 10,1 millones de barriles diarios. En 2018, esta ratio ha seguido aumentando, hasta llegar a los 10,7 millones de barriles por día. En los últimos ocho años, el aumento ha sido notable, puesto que los niveles de producción previos al boom de la fractura hidráulica eran inferiores a los actuales en 6 millones de barriles por día. La producción se concentra, principalmente, en Texas, Dakota del Norte, Montana y Nuevo México.
Quizá lo más destacado de este repunte es que la producción de crudo en Estados Unidos ya supera la de Arabia Saudí y Rusia. Hace una década, el gigante norteamericano generaba la mitad de petróleo que ambos países, pero el espectacular aumento ocurrido desde 2008 ha invertido por completo el panorama internacional.
No hay que olvidar que, allá por los años 50, Marion King Hubbert popularizó la idea de que la producción petrolera de Estados Unidos tocaría techen los años 70, para después experimentar un declive lento pero continuado. Su predicción parecía cumplirse hasta los años 90, pero la consolidación de nuevos métodos productivos hizo que la curva siguiese un camino muy distinto en los años 2000 y, especialmente, en la década de 2010. Las tesis del peak oil que inspiraron a tantos economistas, políticos y ecologistas han sido refutadas por la innovación productiva del sector energético.
Para facilitar el boom del fracking, el gobierno de Donald Trump ha autorizado distintos proyectos de infraestructuras (gasoductos, oleoductos, nuevas plantas de producción…) y ha impulsado más de 300 medidas desregulatorias que beneficiaron a la industria en los años 2017 y 2018. Se estima que las empresas del ramo se ahorrarán 5.000 millones de dólares solamente con las 65 medidas de reducción de papeleo y burocracia que se dictaron a lo largo de 2018.
¿Y qué hay de la sostenibilidad medioambiental? Como vemos en el siguiente gráfico, la intensidad energética del PIB norteamericano es hoy dos veces menor que en los años 80:
Además, las emisiones de CO2 se mantienen prácticamente congeladas desde 1990, mientras que en India o China se han multiplicado por 3,5 y 4,5, respectivamente.