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Marcos Sánchez Foncueva

"Es la tecnología, estúpido"

Más de un 60% de los estudiantes europeos considera que sus universidades no los ha capacitado para afrontar la revolución tecnológica

Más de un 60% de los estudiantes europeos considera que sus universidades no los ha capacitado para afrontar la revolución tecnológica
Cada vez más empresas tienen más problemas para encontrar mano de obra cualificada | Freepik

Llevamos un tiempo hablando de la revolución tecnológica, de la llamada Cuarta Revolución Industrial, de la revolución 4.0. Es cierto que en el sector privado empiezan a observarse importantes esfuerzos de muchas compañías en ese sentido. Aunque esa revolución, a la vista de las inversiones y de los resultados, está todavía en fase embrionaria, deben multiplicarse los esfuerzos, sobre todo y en primer lugar por las grandes compañías españolas que disponen de recursos para destinarlos a la implantación en sus negocios de políticas tecnológicas mucho más agresivas y acordes con los tiempos.

A nadie se le escapa que la tecnología es el nuevo inglés, que tantos quebraderos de cabeza nos ha traído a los españoles, aunque alguno más a los integrantes de la generación del baby boom y de la generación X, que andamos hoy peleándonos con el presente para preparar el futuro. Ningún profesional puede hoy quedarse al margen de las nuevas tecnologías, ni dejar de integrarlas en el ejercicio de su profesión, en su quehacer empresarial, en su desempeño laboral. Sin tecnología estaremos inexorablemente fuera de un mercado cada vez más competitivo y voraz. No me parece anecdótico señalar que en solo dos días de este año 2019 se está produciendo más volumen de datos, transacciones e información, que durante todo el año 2010.

En este sentido, el Center for the Governance of Change (CGC) de IE University ha llevado a cabo un estudio en ocho países de Europa -Francia, Alemania, Irlanda, Italia, España, Portugal, Países Bajos y Reino Unido- con el fin de conocer la opinión de los europeos sobre el impacto de la Cuarta Revolución Industrial, la revolución 4.0. Pues bien, los resultados son más que desalentadores. Más de un 60% de los estudiantes europeos considera que sus universidades no los ha capacitado para afrontar la revolución tecnológica. Se entiende, pues, que hasta más de un 70% de las empresas tengan verdaderas dificultades para encontrar mano de obra cualificada.

Esta es la realidad, más allá de las grandes declaraciones que contienen algunos programas electorales al respecto. Esas declaraciones no servirán de mucho, si no se concretan en programas de inversión, en beneficios fiscales reales a las empresas para la implantación de avances y formación de empleados y en transformación de las administraciones públicas. Entiendo que estamos hablando de un aspecto absolutamente esencial que marcará el futuro del mercado laboral en España en los próximos años y que, desde luego, habrá de centrar las políticas que en tal sentido se pretendan implantar en todos los niveles educativos.

Permítanme, en este punto, arrimar el ascua a mi sardina. ¿Qué está sucediendo con la revolución tecnológica respecto del sector inmobiliario?, ¿Cómo se están comportando las administraciones públicas en la absorción y asunción de una revolución que no va a parar y que lo transformará todo?

Es clara la introducción progresiva del Internet de las Cosas, de la domótica. También observamos como la tecnología permite la construcción de edificios inteligentes que contribuyen a un desarrollo urbano más sostenible. Aparecen programas que permiten detectar ineficiencias en los procesos de producción y plantear soluciones. Las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) hacen que herramientas como el Big Data o Blockchain introduzcan cada vez más seguridad en los procesos urbanos e inmobiliarios, utilizando un gran cantidad de datos que, bien utilizados, ayudan a conocer a los ciudadanos, a los clientes y usuarios, construyendo experiencias mucho más personalizadas y focalizadas en las personas.

La realidad aumentada y la impresión 3D, en arquitectura o interiorismo, permiten adivinar cómo será un edificio, una oficina o un local aún sin construir.

Todo ello habrá de permitir abaratar costes e incidirá directamente, así lo estamos viendo ya, en una mejora sustancial de la calidad constructiva en edificación y en el desarrollo de procesos urbanos mucho más sostenibles y más adecuados a las necesidades reales de los ciudadanos.

Aunque despacio y con un largo camino aún por recorrer, la industrialización de los procesos constructivos, se irá implantando en nuestro mercado inmobiliario y, desde luego, irán ocupando cada vez más terreno a la construcción tradicional. Así lo demuestran experiencias recientes de algunas de las principales promotoras españolas, como Vía Célere o Aedas.

Sin embargo, otra vez, todo ello se enfrenta con una Administración Pública ineficiente, sobredimensionada, que no es capaz de integrar esa revolución tecnológica en sus propios procesos. Cualquier innovación que el sector inmobiliario sea capaz de crear o de hacer suya, de poco servirá si no enfrenta administraciones ágiles. El ejemplo más evidente está en los plazos y procesos para el otorgamiento de licencias de obra. Sin entrar ahora en el análisis de las causas de la eterna burocracia, que todo lo paraliza y contamina, es concluyente el tiempo que se tarda en obtener una licencia. Y es que, de los tres años que pueden transcurrir desde que el promotor tiene a su disposición el proyecto de edificación hasta que se entregan las llaves al consumidor final, hasta un tercio de ese tiempo, la friolera de un año (y en ocasiones hasta l8 y 20 meses), se emplea en la obtención de esa licencia.

Una de las causas fundamentales de ese retraso y así está diagnosticado por los propios ayuntamientos, se debe a la ausencia, a veces total, de informatización o tratamiento digital de documentos y procesos. Más allá del vigente Plan de Transformación Digital de la Administración General del Estado o de la Agenda Digital (grandilocuentes títulos cuya eficacia práctica es ciertamente escasa) se precisa la introducción real de la transformación digital en las administraciones municipales, encargadas de otorgar las licencias urbanísticas. Entretanto y como tantas veces, avanzaremos a empellones entre el empuje de un sector moderno, resiliente y maduro, como lo es el inmobiliario español, y el freno de una administración ineficaz y obsoleta.

Termino, pues, como empecé. La frase ¡Es la economía, estúpido! fue acuñada por el estratega y politólogo norteamericano James Carville y le sirvió a Bill Clinton para batir a George W. Bush en las elecciones de 1992. Desde entonces, es utilizada para tratar de conducir a políticos y gurús a enfocarse sobre los asuntos relacionados con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. La tecnología marcará nuestro empleo futuro y todas nuestras vidas, en todos sus aspectos. Hagan caso, asuman el futuro y tráigannoslo ya al presente. "¡Es la tecnología, estúpido!"

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