Los años 80 supusieron un antes y un después en la vida pública de Gran Bretaña. La conservadora Margaret Thatcher se impuso en tres elecciones generales y logró desplazar el consenso político desde posiciones más favorables al intervencionismo a medidas más cercanas al liberalismo. Su estrategia siguió en pie en los años 90 y 2000, de la mano de líderes como John Major, compañero de filas de Thatcher, o Tony Blair, que reformó el laborismo para abrazar una vía económica más cercana al liberalismo que tan buenos resultados dejó.
Sin embargo, esta tendencia se rompe con el liderazgo de Gordon Brown, cuyo gobierno favoreció un fuerte aumento del gasto y un reiterado recurso al déficit como respuesta a los problemas socioeconómicos derivados de la Gran Recesión. Desde entonces, la izquierda británica ha radicalizado su alejamiento de las tesis liberales de la mano de líderes como los hermanos Miliband o el actual líder del partido, Jeremy Corbyn.
Pero, ¿qué hay de los conservadores? Desde que John Major dejó Downing Street en 1997, los tories fueron incapaces de regresar al gobierno hasta mayo de 2010, cuando David Cameron se impuso a los laboristas en la cita con las urnas. Su liderazgo se interrumpe en 2016, cuando abandona el cargo de primer ministro tras el referéndum del Brexit, un plebiscito en el que se impuso la opción favorable a la salida de la UE y cayó derrotada la apuesta por la permanencia que esbozó el líder conservador.
Llegó entonces el turno de Theresa May, que va camino de cumplir tres años en el gobierno pero ha visto erosionado buena parte de su capital político como consecuencia de las complicaciones que encierra la materialización del Brexit.
Austeridad fiscal
El caso es que, mientras Cameron y May se han centrado en estos asuntos, los conservadores británicos han confiado las finanzas públicas a dos hábiles ministros que han sabido manejar las cuentas con un espíritu similar al defendido en los años 80 por Margaret Thatcher. Bajo el gobierno de Cameron, el hombre fuerte en Hacienda fue George Osborne, mientras que dicha cartera ha recalado en Philipp Hammond desde que May ocupa el cargo de primera ministra.
James Heywood, analista del Centre for Policy Studies, ha estudiado el bagaje de ambos políticos en materia de reducción del déficit. Comparando el déficit del año 2010 con el descuadre previsto para 2019, Heywood encuentra que la brecha entre ingresos y gastos se ha aminorado en 7,4 puntos del PIB, un esfuerzo fiscal más que significativo.
No obstante, resulta más llamativo comprobar que el 90% de esa reducción se explica por reducciones progresivas en el peso del gasto público sobre el PIB, mientras que apenas el 10% tiene que ver con aumentos de la recaudación. Por tanto, la austeridad explica 6,6 puntos de reducción de la ratio déficit/PIB, mientras que los impuestos aportan apenas 0,8 puntos al vuelco registrado.
Solo entre 2010 y 2014, el gobierno de David Cameron redujo el gasto público en casi 20.000 millones de euros. A esa cifra hay que sumarle otros 10.000 millones de ajuste en los años siguientes. Entre las medidas aplicadas, encontramos todo tipo de políticas de ahorro: límites a las transferencias sociales, reducción de la inversión, aminoración de la plantilla de empleados público, congelación de presupuestos ministeriales, gestión privada de servicios públicos…
En paralelo, los tories han dejado que el crecimiento del PIB privado avance a un ritmo mayor que el gasto público. Esto ha permitido que subidas de impuestos como el IVA hayan sido compensadas por políticas de oferta como la reducción del Impuesto de Sociedades o la rebaja del Impuesto sobre la Renta.