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España se queda sin niños: "Las tiendas de ropa infantil desaparecerán en 50 años"

Los expertos alertan sobre los efectos de la baja natalidad en España.

Los expertos alertan sobre los efectos de la baja natalidad en España.

El hundimiento demográfico en España va camino de condenarnos al suicidio como población. "No sólo es un problema de nuestro país, se extiende a todas las sociedades prósperas. En Japón, las plantas infantiles que venden pañales para bebés han sido ya cambiadas por pañales para ancianos. Es lo que nos espera", advierte con preocupación Alejandro Macarrón, director general de la Fundación Renacimiento Demográfico, durante una conferencia celebrada el pasado viernes.

Su organización trabaja realizando sesudos análisis que radiografían la tendencia de la natalidad, la tasa de fecundidad y su incidencia en las sociedades. "Hace tan sólo treinta años había un abuelo vigilando dos o tres nietos. Ahora, vemos en el parque a cuatro abuelos pendientes de un nieto", describe el presidente y socio fundador de esta entidad, Gonzalo Babé.

Este invierno demográfico, tal y como lo califica Macarrón, es un patrón que se repite en todos los territorios o periodos de la historia en el que la economía empieza a mejorar notablemente. Con lo cual, curiosamente, el factor riqueza supone un condicionante a la hora de no inclinarse por no traer hijos al mundo.

Así se observa en los datos aportados por el INE del que se desprende que la tasa fecundidad tendió a caer desde el año 1900, que partía con una tasa de 4,71 hijos en ese periodo, hasta descender al 2,46 hijos en el año 1950, repuntando posteriormente a 2,96 en la época del baby boom.

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Pasado este tiempo, y ya en los 80, los niveles de fecundidad caen estrepitosamente hasta nuestros días, situándose en 1,2 hijos por mujer en edad de reproducción en 2017. Pero, qué es lo qué está pasando realmente, ¿vivimos en una sociedad disfuncional?

Miseria afectiva

Jorge Salaverry, vicepresidente de la citada fundación, avisa de que, "en el año 2023, España perderá 2,6 millones de personas contabilizados desde el año 2013 (un 6% de la población). Todas las provincias perderán población menos Almería, Málaga, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla, Ceuta y Melilla". Además, añade que no estamos siendo conscientes de ello: "El mayor drama es no darse cuenta del drama".

Los datos aportados por Renacimiento Demográfico muestran que, en 1976, cuando España tenía 36 millones de habitantes y sin apenas extranjeros residentes, nacieron aquí 677.000 niños. En 2017, en una España con 46,5 millones de habitantes, incluyendo 6 millones largos de inmigrantes, nacieron 391.000 niños, de los que menos de 300.000 eran hijos de mujeres nacidas en España. En 2018, por los datos preliminares conocidos, hubo una importante caída adicional en el número de bebés.

Macarrón pone la tilde en las consecuencias sociológicas y humanas que ya está conllevando este estilo de vida occidental que parece tener cierta aversión u horror al embarazo. Más allá de que no llegamos a la tasa de reposición para cubrir la pensiones del futuro, siendo actualmente del 1,2 y debiendo ser del 2,6, como mínimo, hay otro debate no menos baladí, según Macarrón. Es la soledad: "Tendremos menos hermanos, primos, tíos, sobrinos, nietos. Es aberrante que sólo nos preocupemos de que no se tienen niños por las pensiones. Hay que decir que el 40% de los hogares españoles ya son unipersonales y la soledad es una epidemia que afecta a la salud. Tanto es así que Reino Unido ha creado ya una delegación de La Soledad, dedicada a financiar y ayudar a las personas ancianas que no tienen a nadie", relata el escritor de El suicidio demográfico en España (2011). "Hemos pasado de muchas cunas a muchas canas", explica Babé.

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Las ayudas no funcionan

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos desde los estados por aumentar la natalidad y favorecer las condiciones para que mujeres y hombres decidan procrear, nada parece convencer a la población. Los países nórdicos conceden cuantiosas ayudas y programas familiares destinados a mejorar la tasa de fecundidad, pero ni por esas.

Luxemburgo, por ejemplo, destina el 2,55% de su PIB a ayudas familiares, es el Estado europeo que más invierte en futuros bebés, pero su tasa de fecundidad es exactamente la misma que la española. Nuestro país está a la cola de programas sociales para aumentar los nacimientos, ya que sólo destina el 0,5% para esta causa. Pero ni Luxemburgo, Reino Unido, Estonia, Austria, Alemania, Bélgica, Hungría o Irlanda, países a la cabeza en este ranking, consiguen que sus mujeres quieran quedarse embarazadas a pesar de los grandes incentivos. Tampoco sus hombres están por la labor de querer tener hijos. Entonces, ¿qué pasa?

Tanto Macarrón, Babé y Salaverry coinciden en que se debe a un cambio de valores culturales, "una tendencia hacia la sociedad hedonista y egoísta que ha despojado de valor a la familia y el amor, y que está desnaturalizada". Desde esta fundación se critica que "todos los mensajes mediáticos y políticos se encauzan hacia la destrucción de la familia tal y como la hemos conocido. Se quiere viajar más, comer en más restaurantes y no pensar en niños. Hay cierta infantilización del adulto".

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Por otro lado, existen otras teorías históricas que arrojarían luz sobre este dilema de nuestras sociedades posmodernas. El filósofo Antonio Escohotado, por ejemplo, señala que este cambio de paradigma se debe a que "los hijos en las sociedades ricas ya no suponen un activo económico. Antes, los niños venían con un pan bajo el brazo porque trabajarían para los padres, llevarían dinero a casa y ayudarían a salir adelante a la familia. Ahora, no. Ya no se ve así. Tampoco el hecho de que te cuiden cuando seas mayor, ya que, tal y como vemos hoy en día, los viejos van a la residencia aunque tengan hijos. En la mayoría de los casos, por imposibilidad de cuidarlos, debido a que la pareja está fuera de casa trabajando. Es nuestra realidad, nos guste o no".

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