A orillas del Tajo, en plena Alcarria de Guadalajara, dos gigantescas chimeneas de cemento rompen el bucólico paisaje que emulaba Camilo José Cela en su famoso libro. Algunos forasteros podrían pensar que esas titánicas construcciones están ahogando al paraje con su humareda, aunque lo cierto es que lo único que expulsan no es otra cosa que vapor de agua. Como en cualquier otra central nuclear.
Ante dudas tan básicas como esta, los habitantes de Trillo, el pueblo donde está ubicada la central, no podrían evitar que se les escapara una pícara sonrisa. Aquí todo el mundo sabe cómo funciona la energía nuclear, de dónde sale y hacia dónde va, porque hace 31 años que les cambió la vida.
Jesús Peñalver todavía recuerda cuando llegaron las primeras noticias de que iban a instalar la central en Trillo, "y se revolucionó el pueblo". Las primeras reacciones fueron de rechazo. "Hacían huelgas, manifestaciones y cortaban las calles porque no querían que viniera", relata. Los momentos más tensos se vivieron cuando expropiaron los terrenos a los agricultores de la zona, incluido el padre del lugareño. "Nos dieron cuatro perras por las fincas. A mi padre, dos millones de pesetas, y al que más, le dieron 3 millones tirando por lo alto", cuenta sonriente mientras espera al autobús.
Los recelos iniciales no tardaron en esfumarse cuando la central empezó a dar trabajo a los vecinos y el Ayuntamiento empezó a recaudar una buena suma de dinero por su instalación. "Antes, aquí había cuatro bares, alguna tienda, un carpintero, un herrero y el resto de la gente trabajaba en el campo. No había futuro y el pueblo ha cambiado al 200%. Las calles eran de tierra, no había más que paja en el suelo ¡y mira ahora!", presume de suelo asfaltado este hombre de 86 años.
La semana pasada, el Gobierno y las eléctricas pactaron el calendario del cierre de todas las centrales nucleares de nuestro país. Trillo, al ser de las últimas en construirse, será de las últimas en echar el cierre. Le han puesto como fecha límite el año 2035. "Si cierran va a dar miedo entrar en el pueblo, va a quedar todo abandonado", augura Peñalver. "Aquí de la agricultura no se puede vivir. La tierra es malísima. Tiene mucha roca, mucha pendiente y las montañas es que no producen ni tomillo", explica quien tiene las manos labradas de conocimiento.
Sueldos de entre 3.000 y 5.000 euros al mes
El marido de una sobrina de Peñalver trabaja en la central. "¡Y no veas que coches se compran", exclama su tío político. Lo mismo ocurre con el padre, el hermano, los primos y los amigos de Chechu, uno de los responsables del polideportivo del pueblo. Es común que cada familia de Trillo tenga a varios de sus miembros empleados en la central, que ahora cuenta con 700 empleados. Y no por la comodidad que supone estar trabajando a 5 kilómetros de casa, que también, sino por las suculentas condiciones salariales que les ofrecen.
"Los que trabajan para CN Trillo, la propiedad, cobran entre 3.000 y 5.000 euros al mes. Y no hace falta que sean ingenieros ni nada, que esos cobran de 6.000 euros para arriba, con un módulo de Grado Superior de instrumentista o de mecánico, te vale. Y luego, los que están por contratas cobran más de 2.000 euros", asegura Chechu. No es de extrañar que con salarios tan estratosféricos para cualquier español de a pie, hacerse con una plaza en la central sea el pasaporte a una vida de ensueño. "Es muy difícil entrar en la central. Yo hice el módulo, me presenté a las pruebas y éramos 600 personas. Me quedé en el puesto 12, pero sólo necesitaban a 6", lamenta el joven.
El 'todo gratis'
A pesar de que se haya quedado fuera de la planta, Chechu se considera un afortunado porque en su pueblo lo cierto es que "se vive muy bien, ojalá hicieran más centrales", reclama. Lo mismo pensarán las 1.400 personas que están registradas en el censo y que todo el mundo sabe que "no llegan ni a 1.000 las que viven aquí". Los motivos de este truco con el empadronamiento se deben a las innumerables ventajas que ofrece el Ayuntamiento a sus vecinos. Porque en Trillo corre el dinero a espuertas y la gallina de los huevos de oro es su central nuclear. Sólo en concepto de IBI, el Consistorio ingresa la friolera de 7 millones de euros al año, una cuantía que hacen su presupuesto por habitante sea de 5.000 euros, mucho más que en Guadalajara o Madrid.
"Los precios de las actividades o son gratis o están regalados. El gimnasio cuesta 8 euros, las clases de taekwondo cuestan 1 euro con 20 céntimos, tenemos equipo de fútbol y el Ayuntamiento les compra toda la equipación a los chicos…", enumera Chechu, que estaba dando clase a una veintena de guardias civiles encargados de la seguridad de la central y que en su tiempo libre hacen ejercicio entre pesas, cintas y elípticas de última generación. Las instalaciones del polideportivo de Trillo son un fiel reflejo del poderío del pueblo. Tienen un campo de césped artificial de fútbol 11 y una multipista cubierta para fútbol, baloncesto o tenis perfectamente encerada, con gradas y con su marcador digital. Como tendría cualquier club deportivo elitista de la gran ciudad, tampoco pueden faltar tres pistas de paddel y hasta una pista de voleiplaya. En Trillo no falta de nada. "Los de aquí también podemos ir al balneario gratis todos los días que queramos con una tarjeta que nos han dado. Es lo que más envidia da a la gente de fuera", presume Chechu, que es consciente de que "si la central no existiera, aquí habría un frontón y poco más".
La lista de beneficios por vivir Trillo es interminable: la factura del agua es gratis, no pagan tasa de basuras, tienen subvenciones para cambiar electrodomésticos, puertas o ventanas, wifi gratis en todo el pueblo, ayuda a domicilio para ancianos... Y en las fiestas, el acontecimiento del año, se pueden permitir traer a artistas de la talla de La Pantoja, Rosario o M Clan. "Las hacen por todo lo alto", se enorgullece Chechu.
Cuando el joven se graduó el Ayuntamiento le dio 600 euros en metálico de premio. Así lo hace con todos los alumnos. La riqueza de este pueblo se palpa desde la residencia de ancianos hasta en la escuela. Los mayores pagan únicamente el 60% de su pensión y el Consistorio se encarga de pagar el dinero que falta para vivir en un edificio a todo confort cuyas plazas tienen un coste de 1.400 euros al mes. Por ejemplo, si una señora cobra una pensión de 400 euros, sólo tendría que pagar de su bolsillo 240 euros por la residencia porque el Ayuntamiento le pagaría los 1.160 euros restantes.
Un pueblo donde nada está roto
El colegio también ha recogido los frutos de la central. "Aquí tenemos los armarios llenos. Necesitamos cualquier cosa, y el Ayuntamiento nos la compra; se rompe algo, y nos lo arreglan en el día. Nunca nos han dicho que no a nada y no hemos sufrido ningún recorte por la crisis. Yo, acostumbrada a justificar en otros colegios cada fotocopia que hacía, no he visto otra cosa igual", explica Mariluz González, su directora. "Nos acaban de pintar las barandillas, que estaban con un color muy feo y, ahora, vamos a cambiar los baños", presume sonriente la responsable del colegio, cuyo marido también trabaja en la central, "con un trabajo que le vino como un regalo del cielo".
"En el pueblo se nota que hay dinero. No hay más que ver que si se rompe una farola o una baldosa, la arreglan rapidísimo o los setos, que están siempre podándolos", apunta Irene Moreno, una de las profesoras. Bien es cierto que las calles de Trillo están relucientes y buena parte del mobiliario urbano pareciera que lo acaban de estrenar. "También se ve en los niños, que llevan toda la ropa buena y nueva. No van como en otros coles en los que he estado, aquí ganan sueldazos. Hay otro nivel de vida", añade.
En el colegio de Trillo hay 10 profesores para 35 niños. Por eso, van juntos a la misma clase por cada dos cursos de primaria. Las aulas cuentan con pizarras táctiles y a cada alumno el Ayuntamiento le ha comprado una tablet. "El colegio es gratis, las clases de inglés también, tienen un aula matinal de 7:30 a 9:00 gratis, el comedor se subvenciona al 60% o al 100%, por la guardería pagan una ridiculez y todas las Navidades se les hace un buen regalo", cuenta su directora.
La despoblación, una batalla perdida
Pero a pesar de la vida idílica que este pueblo pudiera ofrecer, a Mariluz se le tuerce el gesto reconociendo que "cada vez hay menos niños" en su escuela. "Hace 20 años, este colegio tenía 200 niños y ahora, mira", lamenta. La directora tiene claro que el desencadenante "del éxodo que ha habido en el pueblo" se produjo cuando hace más de una década la central instauró la jornada continua para sus trabajadores. "Como salían a las 15:00, la gente empezó a irse a vivir a Guadalajara, aunque tuvieran una hora de camino, y a llevar a sus hijos al colegio allí. Antes, en el pueblo había barrios enteros de gente que trabajaba en la central y esas casas se han ido vaciando", relata. "Aquí se hicieron hasta chalets y no sé si es por la moda de vivir en la ciudad o qué, pero se han ido. No lo entiendo, ¿qué más quieren?", se pregunta invadida por la tristeza. Otro cambio que ha empujado a los trabajadores de la central a salir del pueblo fue el cambio de retén de seguridad de media hora a una hora de distancia de las instalaciones. Eso les ha facilitado residir en Guadalajara sin problemas.
Una razón del despoblamiento de Trillo la tiene una de las madres del colegio. "Vivir en un pueblo es duro. Por muchas actividades que tengamos, como el paddel o el pilates, esto es sota, caballo y rey", explica Lorena Gónzalez, que también trabaja en la central de administrativa. "Cuando tienes niños pequeños están muy bien, pero cuando van cumpliendo los 11 o 12 años, aquí no tienen ni cine, ni tiendas y se aburren", asegura. "Pero aquí pagas 1,5 por actividades que en Guadalajara te valen 80 euros", rebate una madre en otro grupo en el parque, que se gana el apoyo de unas cuantas más.
Sin noticias del miedo
Desde el patio, como desde casi todo el pueblo, puede verse la central nuclear funcionando a pleno rendimiento. No sería descabellado pensar que el miedo a vivir a la sombra de una central podría ser un motivo de peso para explicar que los habitantes de Trillo estuvieran haciendo las maletas, pero nada más lejos de la realidad. Todos los vecinos defienden con uñas y dientes la seguridad de la central. "Si hay un accidente, va a pasar igual aquí, que en Guadalajara, que en Madrid", argumenta Ángel Manzano, otro de los profesores. "Nosotros tenemos un aviso una vez al año, el resto del tiempo nos dedicamos al mantenimiento de la central", cuenta despreocupado otro de los padres que ejerce de bombero en la central.
"Yo sólo me pongo nerviosa los días de recarga y porque mi marido tiene mucho trabajo", confiesa Mariluz. Una vez al año, la central nuclear interrumpe su actividad durante poco menos de un mes para sustituir parte del combustible del reactor. Durante ese tiempo, Trillo se convierte en un auténtico hervidero de gente y la planta duplica la plantilla. "Yo trabajé en recarga una vez y me dieron 1.800 euros por 15 días", cuenta Víctor, el dueño del mesón del pueblo, quien también ha sufrido las consecuencias de la mudanza de sus vecinos. "Antes venían aquí a comer y ahora, muchos ni paran porque les han puesto 5 autobuses que les llevan a Guadalajara cuando acaba su jornada", cuenta. Aún así, el mesonero da gracias a que "en el pueblo todo el mundo vive de la nuclear" y espera que el desmantelamiento "mantenga el trabajo muchos años más".
"Esto es un chollo", celebra José Luis Alcalde, que regenta una de las tiendas del pueblo. "El Ayuntamiento nos ayuda a todos. A mí me compra folios y bolígrafos, y al resto, las otras cosas que venden para que nadie se enfade", cuenta. Alcalde lamenta profundamente que la central vaya a cerrar "porque cuando eso pase aquí no hay futuro, no hay un plan B".
"Volvería a poner otra central sin duda"
El plan B lo está buscando desesperadamente la alcaldesa de Trillo, Lorena Álvarez (PSOE). Esta asturiana ejercía de maquinista naval hasta que hace 10 años dejó de navegar para ocupar el cargo de instructora de formación de mantenimiento mecánico en la central. Ahora, por la mañana sigue trabajando en la central y por la tarde se ocupa de la que es su primera legislatura como alcaldesa de Trillo y su primera experiencia política. Como objetivos principales se ha marcado: "Mantener el colegio, que los abuelos aquí estén mejor cuidados que en ningún sitio y crear empleo. Quiero que la gente diga ¡qué bien se vive en Trillo! y ayudarles en todo lo que les haga falta".
Uno de sus grandes proyectos ha sido remunicipalizar la gestión del balneario del pueblo después de que "la anterior empresa entrara en liquidación". A día de hoy, en el balneario trabajan 72 personas a las que habría que sumar las otras 50 que tiene el Consitorio en plantilla. "El año pasado el balneario dio pérdidas, pero estos meses de enero y febrero no han ido mal y marzo ha sido espectacular de gente porque nos hemos metido en termalismo y en el Imserso", asegura exultante. A pesar de este halo de esperanza sabe que con este negocio "no basta" para hacer frente al apagón nuclear. "Hay que buscar algo más porque cuando cierren, el que no tenga trabajo se va a ir", asegura.
Por la parte que le toca, Álvarez no está de acuerdo con el plan del Gobierno de Pedro Sánchez de prescindir de energías como la nuclear en toda España para basarse en las renovables, aunque sea de su mismo color político. "Les diría que valorasen más cosas de las que están teniendo en cuenta, como los puestos de trabajo, que no hay recolocación posible y que esto se va a quedar desierto", advierte. Si le volvieran a proponer instalar otra central en Trillo, su alcaldesa no se pensaría dos veces. "Genera riqueza y es una instalación completamente segura. Les diría que sí, sin duda", asegura rotunda.