Las voces que se unen contra la actual Ley de Violencia de Género (LVG) cada vez son más y ahora también se manifiestan. Muchos de los hombres que han padecido los devastadores efectos de esta legislación en España han perdido el miedo a hablar y denunciar públicamente cómo sus vidas han quedado rotas. En estos momentos, plataformas como MalosTratosFalsos.com, compuesta por 5.000 varones, denuncian el lado oscuro y perverso de la LVG, ya que, según declaran, "nos condenan sólo por ser hombres", siendo "culpables hasta que demostremos lo contrario".
Fernando Hernández es uno de los protagonista que detalla el calvario de los hombres víctimas de denuncias interpuestas por sus parejas o exparejas que, finalmente, acaban archivándose por falta de pruebas. "Viven sumidos en una auténtica psicosis. Muchos de ellos han pasado por calabozos, cárcel, señalamientos y, después, no se ha podido demostrar nada. Han salido absueltos, pero psicológicamente destrozados", explica este empresario madrileño que asesora a personas envueltas en este tipo de causas.
"Una grabación te salva"
La indefensión ha llegado a tal punto que han surgido técnicas específicas para protegerse de las denuncias por violencia de género. Desde bolígrafos grabadoras hasta llaveros con tecnología punta para apretar el botón en caso de que haya peligro de ser víctima de una acusación falsa por parte de la expareja.
"Yo aconsejo a todos los hombres que vienen a pedir ayuda que lo mejor es hacerse con uno de estos aparatos. Tenemos relojes por 20 euros que graban con cámara de vídeo, los traemos de China. Hay mecheros para grabar, llaveros, aplicaciones de geolocalización para demostrar que no estabas en el sitio que señala tu ex. También hay otras, como Burovoz, para grabar llamadas, que han salvado de falsas denuncias, y, por supuesto, el teléfono móvil. Recomendamos llevar dos siempre encima. Así, si tu expareja te ordena que lo apagues, tienes el otro encendido".
Hernández posee más de 20 horas de grabaciones. Archiva las conversaciones con su ex, la abuela materna y su hija. Ya no se fía. Desde que comenzó un truculento proceso de divorcio con su pequeña menor de por medio, todo su mundo se desmoronó. La paranoia se apoderó de él tras ser acusado de haber agredido a su hija por parte de la que ahora es su exmujer: "Iba a recoger a mi niña y le mandé un mensaje a la madre para comentarle que le había comprado los libros nuevos de texto y que se lo descontaría de la pensión. Metí los libros en la mochila de mi hija en la puerta del colegio, ella me dio un beso y se fue. Horas más tardes, me denuncian porque dicen que había quitado los libros por fuerza mayor a la abuela".
Pero Hernández estaba prevenido. Llevaba consigo un bolígrafo grabadora que captó la realidad de la escena. Ante la llegada de la Guardia Civil, enseñó la grabación. "Los agentes comprobaron la grabación y, al escuchar a mi hija y lo que sucedió, archivaron la denuncia. Si no hubiera tenido esa prueba, me hubieran arrestado. No es la primera vez que me pasa con mi ex. Se activa el protocolo de violencia de género y eres culpable. Yo tuve suerte, pero es un caso excepcional", comenta. Aún así, este madrileño dice estar continuamente atento y, a pesar de todo, "no va a bajar la guardia. Sé que puede volver a denunciarme falsamente, por eso voy siempre grabándolo todo".
10 denuncias ganadas y sin su hija
No ha corrido la misma suerte Cristóbal Marchal, de Martos (Jaén). Su pueblo natal se transformó en el decorado de una pesadilla. Este trabajador de una fábrica de faros andaluza explica con nerviosismo cómo le denunciaron hasta 10 veces los padres de su mujer y su propia exesposa antes de morir. Todas están sobreseídas y en ningún caso se ha podido demostrar que Marchal haya maltratado a su hija o su ex.
"Me querían quitar a mi hija a través del chorreo de denuncias falsas. Hoy por hoy, llevo 917 días sin ver a mi hija y sin saber nada de ella". A pesar de que en los procedimientos e investigaciones abiertas los informes médicos, psicosociales y el testimonio retractado de su propia mujer dictaminan la inocencia de Cristóbal, nada puede hacer por su hija, que sigue con los abuelos maternos, ya que "se niegan a que la pueda ver", lamenta.
Su calvario comenzó en abril de 2013. "Detectan a mi ex un cáncer con metástasis. La familia materna quiso quedarse con mi hija en vista del diagnóstico de mi mujer. Antes de morir mi exesposa la convencieron para que me pusiera una denuncia por maltrato psicológico para poder quedarse con la nieta. Finalmente, mi esposa me puso la denuncia. Estuve a punto de ir a la cárcel, pero mi mujer, finalmente, rectificó y reconoció que los hechos eran falsos y la denuncia se archivó".
Pero aquí no acabó la cosa. "Su familia, al morir mi mujer, me interpuso nueve denuncias difamando sobre mí, diciendo que era un maltratador físico. Todo fue sobreseído, no había parte médico ni nada. Los informes psicosociales y del colegio de mi hija están a mi favor, descartando el maltrato y acusando a la familia materna de crear el conflicto", señala con amargura el trabajador jienense.
Tras los continuos intentos, y tal y como describe Marchal, "un equipo de psicólogos dictaminó, sin informes médicos ni sentencias de jueces, que no podía ver a mi hija. Ahora ya van hacer casi cuatro años. Mi niña tiene 14 años y sigo sin poder verla. Sólo vivo para ello. Estoy destrozado, con minusvalía por depresión y ansiedad. Esto es muy duro", espeta con la voz temblorosa.
"Ahora estoy un poco más fuerte, pero estuve días sin comer. No quería vivir. Fui rechazado socialmente, aunque no pese ninguna condena sobre mí. Mi hija está intoxicada por los abuelos. Pero ya no tengo miedo a ir al supermercado y ponerme mi camiseta de #StopLVG [Ley de Violencia de Género]", defiende el afectado.
Noches en vela
Dos años de baja por depresión lleva Levy Caballero Vázquez. Este ingeniero informático natural de Orense y con dos hijos está diagnosticado con trastorno de adaptabilidad y ansiedad severa. No duerme. Está preparado "con un kit completo", como él mismo dice, desde que se divorció de su esposa. "Tengo el USB que graba, el boli, el reloj… Hago copia de seguridad de todo, volcado de datos, estoy preparado con decenas de pendrives y poseo más de 30 gigas de grabaciones con amenazas, chantajes y coacciones de mi exesposa".
Estremece escuchar a este varón de 41 años que desvela cómo todo empieza en abril de 2017 cuando deciden separarse él y su pareja: "Ella decía que si no cumplía con las pautas que me iba a marcar en el divorcio iba a arruinarme la vida. A partir de ahí, empecé a vivir con ansiedad y mucho miedo. Me amenazó con un cuchillo de cocina, me abofeteó dos veces, me chillaba delante de los niños... Yo evitaba este tipo de encontronazos para salvaguardarme".
Es entonces cuando Caballero rememora capítulos tenebrosos que incluyen a los abuelos de su mujer. "En los partes médicos se demuestran agresiones físicas y verbales de la familia materna y de mi exesposa a mis hijos. Les puse denuncia y orden de alejamiento y no sirvió de nada. Automáticamente, una semana después, mi ex contraatacó con otra denuncia acusándome de que yo la había maltratado físicamente sin aportar parte de lesiones. Su denuncia se tramitó directamente por el juzgado de violencia de género, pero ni siquiera llegó a juicio. El fiscal archivó el caso por inexistencia de pruebas y falta de delito. No se pudo demostrar nada. Sin embargo, ella y sus abuelos podían seguir viendo a mis hijos a pesar de mi denuncia", argumenta Levy.
Tras varios episodios dramáticos, un informe de una psicóloga concluye que los niños tienen que estar con la madre, afirma el propio Levy. "Los niños se negaban rotundamente, pero esta psicóloga, que pertenece a una asociación feminista, así lo dictó dentro de una nueva denuncia de mi exmujer por incumplimiento de convenio de separación".
El informático revive los hechos de entrada al juzgado de violencia de género de Orense. No tiene condena por violencia de género, pero la tramitación de la custodia de los niños sigue llevándose por los equipos psicosociales de violencia de género. Caballero termina denunciando a los psicólogos, pero de poco sirve.
Tras días de agonía y sufrimiento, Levy consigue un encuentro en una cafetería con sus hijos y dos trabajadoras sociales. "Fui con mis padres, mi hermana y miembros de la plataforma de Custodia Compartida para que hicieran de testigos míos en ese encuentro con mis hijos. Entré al establecimiento y vi a siete policías de paisanos que admitieron que aquello era un sinsentido. Estuve con mis hijos y dos trabajadoras sociales. Cuando volví a mi casa, vino la Policía Nacional acompañada de mis hijos, alegando que me entregaban bajo su responsabilidad a mis niños porque se negaban a volver con la madre y los abuelos. Mi hijo le dijo a los agentes que se levantaba de la silla, prefería que los llevaran a un centro de menores que regresar con su madre".
Y agrega: "Ahora mismo, los niños están conmigo gracias a la Policía Nacional. Estamos a la espera de que la jueza resuelva a mi favor la custodia. Lo único que sé es que se están llevando la infancia de mis hijos por delante. Y ahora, de nuevo, mi ex vuelve a ponerme una denuncia por maltrato psicológico para ver si puede recuperar a mis hijos. Esto es un sinvivir, y mis informes médicos y el testimonio de mis hijos no sirven de nada para la jueza contra mi mujer. Es de locos y muy injusto", concluye.
El saco roto de las denuncias falsas
Desde las plataformas feministas insisten en que las denuncias falsas registradas tan sólo son el 0,0001%. Sin embargo, hay que matizar que las denuncias falsas sólo se registran en caso de que el hombre, una vez ganado el caso, denuncie a su expareja por falsa acusación. De lo contrario, caen en saco roto sin poder contabilizarse. Los datos oficiales señalan que el 77% de los hombres denunciados por violencia de género acaban resultando inocentes, de una u otra forma (archivo, sobreseimiento, absolución...)
La cuestión es que, en violencia de género, la Fiscalía no suele actuar de oficio ante una denuncia falsa y es el propio afectado el que debe tomar cartas en el asunto. En los casos de Hernández, Caballero y Marchal, ninguno denunció a su ex por denuncia falsa porque "no tienen fuerzas y están debilitados psicológicamente". Además, Marchal añade que sus letrados le aconsejan que no denuncien a la ex porque, aunque ganaran, "pueden volver a meterse en un lío, ya que si ella vuelve a denunciar se activa el protocolo de violencia de género y comienza de nuevo la pesadilla".
La abogada Yobana Carril representa a cientos de casos de estas características: "La Ley de Violencia de Género se usa de forma fraudulenta por muchos despachos de abogados y las mujeres que se divorcian para obtener prebendas o la custodia total de los hijos. Saben que, como mujeres, la ley las privilegia, y condenan al hombre sólo por el mero hecho de serlo", expone la letrada.