"Ahora son los clientes los que se han puesto en huelga de viajar en taxi. Es normal, los taxistas nos hemos pegado un tiro en el pie. Hemos ido en contra de nuestros propios usuarios, quienes no han dudado en descargarse Uber y Cabify. Tenemos un 30% menos de facturación que antes de hacer la huelga, y estos clientes que se han ido no van a volver", lamenta una de las voces disidentes del gremio del taxi, Eduardo Martín Cabana, taxista desde hace más de una década con licencia propia en Madrid.
Martín desvela que la mayoría de taxistas están arrepentidos: "Excepto los 700 u 800 taxistas más radicales, la mayoría se arrepiente". El taxista cuenta con pesadumbre cómo está siendo su día a día tras la huelga: "Si antes hacía 16 o 17 servicios diarios, ahora apenas llego a 10 u 11 y no veo que esto vuelva a recuperarse. Los que se han registrado en las plataformas digitales ya no vuelven. Lo peor es que esta situación es irreversible".
Lo mismo opina su compañero, Paco Muñoz Almarza, quien se queja de haber sido coaccionado por los taxistas y obligado a secundar una huelga "por miedo a que los camorristas y salvajes tomaran represalias". Este madrileño lleva circulando como taxista desde hace más de 30 años: "Hemos perdido credibilidad. La huelga ha sido catastrófica. Vivimos de los clientes y se les ha atacado. Es de locos. El gremio se ha cargado nuestra imagen. Les han puesto en bandeja a los clientes a quienes querían combatir. Han hecho que se tripliquen los ingresos de Uber y Cabify. Ya me gustaría volver al día antes de la huelga, y fíjate que estábamos mal. Estoy teniendo los mismos ingresos ahora que en 2013, facturo lo mismo que hace seis años", lamenta.
Las virulentas protestas, los feroces ataques a conductores y usuarios de VTC y los cortes de carretera en Madrid y Barcelona durante la quincena de manifestaciones de los taxistas "han terminado despertando la antipatía general hacia el sector", cuenta Muñoz. El taxista vivió día a día cómo sus compañeros increpaban a todo aquel que no estuviera con su causa. Y, como él mismo dice, sabía que las consecuencias "serían nefastas" para ellos mismos. "Se ven más taxis vacíos, hay mayor aburrimiento en los coches y más horas con el motor parado", describe el taxista.
Martín vivió con la misma angustia las revueltas de sus compañeros. Sabía de buena tinta que era un craso error el tono que estaba tomando el asunto. "La radicalización de las quejas no iba a llegar buen puerto". Y continúa: "No me extraña que estemos así ahora. Se respira en el ambiente, hemos hecho una auténtica barbaridad. Un disparate. En realidad, no fue una huelga, fue un paro patronal. A mí no me quedó otra que acudir porque, de lo contrario, muchos de ellos, como auténticos animales, iban a ir a por mí. Se jugó a intentar erosionar la imagen política del Partido Popular en Madrid y se terminó expulsando a la clientela durante esos 16 días. Se les empujó a irse irremediablemente con la competencia".
"Se 'podemizaron' las reivindicaciones"
El sentimiento antitaxi se extendió entre los usuarios durante días de violencia, barricadas, agresiones y cortes de carreteras que perjudicaron gravemente la vida cotidiana de los ciudadanos. Las reclamaciones y críticas se acumulaban por cientos en las redes sociales. "No vuelvo a coger un taxi en mi vida", era la frase más repetida. Y ha pasado, está pasando.
Tanto Martín como Muñoz culpan a la podemización del gremio. "A nosotros nadie nos escuchaba. Se secuestró el movimiento de reivindicaciones y se desvirtuó todo a merced de las plataformas del taxi, que protagonizaron capítulos bochornosos para nosotros", señala Martín.
"Las licencias traen corrupciones"
Desde la calma, Muñoz reconoce que el sistema que hasta ahora se ha venido utilizando por parte de las Administraciones con la concesión de licencias conduce al caos: "Las licencias traen corrupciones. Si limitas un bien de forma artificial y los políticos ven que ha sido un error, ¿por qué se hace lo mismo que las VTC? Hay gente que compró una licencia de VTC por 35 euros y ya están por 60.000 euros, les va a pasar lo mismo que al taxi", aclara.
Al diferencia de lo que piensan otros compañeros del gremio, estos taxistas disidentes apuestan por la modernización del sector: "Ante la avalancha de las aplicaciones y nuevas tecnologías no se ha remado a favor, sino en contra. Yo trabajo con la aplicación MyTaxi, supone el 83% de mis ingresos. Este tipo de tecnología estaba antes que Uber", expone Martín.
Muñoz va más allá y, aunque no justifica las acciones del taxi ni se identifica con las proclamas de los sindicatos, piensa que si se liberaliza el taxi, se debe hacer con todas las industrias y sectores: "Farmacias, estancos, metro, autobuses... Todo debe ser liberalizado para que el usuario pueda elegir lo que más le guste y el empresario tenga la capacidad de competir libremente y con las mismas reglas para todos". Para terminar, Martín añade que "el único camino que queda ahora es trabajar aún más duro que antes de la huelga. ¡Qué le vamos a hacer!", concluye resignado.