El modelo liberal de Estonia, Letonia y Lituania ha dado ejemplo desde hace más de dos décadas. Las tres repúblicas bálticas se libraron del yugo de la Unión Soviética y aceleraron su transición hacia la democracia representativa y la economía de mercado. La Gran Recesión puso a prueba esta historia de éxito y, lejos de tumbar los avances conseguidos, sirvió para consolidar el giro aperturista de estos tres países.
Sin embargo, el Índice de Libertad Económica de 2019 pone de manifiesto un notable deterioro en el grado de laissez faire garantizado por los gobiernos de estos tres países. ¿Qué está ocurriendo? ¿A qué se debe esta erosión en el grado de capitalismo vigente en las economías de Estonia, Letonia y Lituania?
Empecemos por Estonia. El Índice de Libertad Económica, elaborado por la Fundación Heritage y divulgado en España por FAES y Foro Regulación Inteligente, asigna a este país de apenas 1,3 millones de habitantes una nota de 76,6 puntos sobre 100. Aunque dicha nota supone 11,4 puntos más que la calificación obtenida hace veinticinco años, en la primera edición del Índice, también refleja un progresivo empeoramiento del grado de libertad económica, que en 2017 recibía una evaluación de 79,1 puntos.
La calificación de Estonia se resiente por la rigidez de su sistema laboral, que apenas le permite recibir 57,2 puntos en esta categoría. También hay un cambio a peor en la medición de la efectividad judicial y de la ausencia de corrupción, puesto que distintos escándalos han hecho que la nota recibida en estas categorías experimente un descenso interanual de 7,9 y 2,6 puntos, respectivamente. El gasto público sigue siendo superior de lo esperado para un país de impuestos bajos, puesto que lleva tres años por encima del 40% del PIB.
La calificación final de Estonia es suficiente para mantener el quinto puesto del ranking de libertad económica en la Unión Europea, pero repetir la nota de hace apenas dos años habría aupado a la república báltica a la segunda posición de dicha clasificación regional. Por tanto, el deterioro del modelo liberal empieza a pasar factura.
Eso sí: el caso de Estonia es mucho menos preocupante que el de Letonia. Con 2 millones de habitantes y un crecimiento medio del 2,8% en los últimos cinco años, la calificación letona es de 70,4 puntos, lo que supone un aumento de 15,4 puntos en comparación con la primera edición del Índice, pero refleja una notable caída frente a los 74,8 puntos conseguidos en 2017.
Letonia tiene unas instituciones mucho menos fiables que las de Estonia. Su nota es de 67,3 puntos en lo tocante a los derechos de propiedad, mientras que las categorías ligadas a la efectividad judicial y la ausencia de corrupción reciben apenas 48,4 y 35,5 puntos. Las irregularidades detectadas en algunas de las principales entidades financieras del país han contribuido a minar la confianza de los letones en sus instituciones. Pero también hay malas noticias en el terreno fiscal, donde el Impuesto de Sociedades ha subido del 15% al 20% y la tarifa plana del IRPF ha sido reemplazada por un sistema de tres tipos: 20%, 23% y 31,4%.
Por último tenemos el caso de Lituania, donde la nota de 75,8 puntos conseguida en 2017 ha sido revisada a la baja en 2018 y 2019, hasta dejar al país en 74, puntos. Al igual que en Letonia, el sistema financiero se ha visto salpicado por diversos escándalos, lo que ha reducido notablemente la puntuación obtenida en áreas como la ausencia de corrupción (47,8 puntos).
Así las cosas, aunque parece evidente que los resultados cosechados por estos tres países siguen siendo muy satisfactorios, lo cierto es que resulta preocupante comprobar que, por tercer año consecutivo, los países bálticos han perdido libertad económica. Será interesante comprobar si esta tendencia se mantiene en los próximos años o si, por el contrario, se revierte este cambio a peor.