Desde que se anunció el proyecto de Madrid Central, los expertos en movilidad urbana alertaron de las consecuencias que tendrían las restricciones de tráfico en los distritos contiguos a la almendra de la capital. De la noche a la mañana, la oposición política local empezó a hablar del efecto frontera, es decir, del desplazamiento de tráfico y la contaminación hacia barrios colindantes con las calles que ahora están vetadas.
Aquellas advertencias del Partido Popular y de Ciudadanos han quedado refrendadas por las estadísticas oficiales que elabora el Ayuntamiento y que estudian la evolución de la calidad del aire en la capital. Según dicha publicación, distritos como Chamberí, Moncloa o Castellana han experimentado un franco deterioro en la fluidez del tráfico, puesto que el número de vehículos que circula por sus calles ha aumentado de manera significativa. A raíz de dicho repunte, las concentraciones de partículas de dióxido de nitrógeno han experimentado también un notable crecimiento.
Si nos fijamos en los datos de la estación de calidad del aire Plaza de España, vemos que, en términos interanuales, la concentración de NO2 sube de 53 a 56 microgramos por metro cúbico. Algo similar ocurre en Castellana, otra arteria contigua a Madrid Central. En este caso, el dióxido de nitrógeno aumenta su presencia de 55 a 58 microgramos por metro cúbico. La misma historia se repite en Cuatro Caminos, donde la comparativa entre diciembre de 2017 y diciembre de 2018 arroja un repunte del NO2 desde los 60 hasta los 65 microgramos por metro cúbico.
El efecto frontera también parece evidente cuando se analizan las cifras de recaudación de los parkings municipales. Mientras los aparcamientos de Madrid Central facturan un 14,3% menos, los aparcamientos limítrofes experimentan un repunte del 7,6%. Al final, la conclusión es evidente. A raíz de Madrid Central, el tráfico no desaparece: simplemente se desplaza de unas zonas a otras, de manera que áreas colindantes como Chamberí, Moncloa o Castellana terminan "absorbiendo" el tráfico (y la contaminación) desplazada (parcialmente) de Madrid Central.
Cifras decepcionantes
Libre Mercado ya explicó que la aplicación de Madrid Central no ha supuesto un aumento significativo en el uso del transporte municipal. De hecho, el número de viajeros que se desplazan en los autobuses del consistorio ha subido apenas un 1,6% tras la introducción de las restricciones circulatorias en la almendra de la Villa y Corte.
Madrid Central ha conseguido que la circulación por Gran Vía llegue a bajar un 30%, pero esta caída del tráfico no ha impedido que suban las emisiones de NO2 registradas en la almendra central, con fuertes aumentos de hasta un 63%. Para el tejido productivo, estos números suponen un reto existencial, puesto que la campaña navideña se ha cerrado con un descenso de ventas cercano al 20%.