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José María Rotellar

La cara oculta de la EPA: la creación de empleo echa el freno

El último trimestre arroja destrucción de empleo en dos sectores clave, como son la Industria y los Servicios.

El último trimestre arroja destrucción de empleo en dos sectores clave, como son la Industria y los Servicios.
Pedro Sánchez y la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio | EFE

Hace unos días, se publicó la Encuesta de Población Activa (EPA) referente al cuarto trimestre de 2018. A simple vista, parece que resplandecen sus datos y logros: más de 500.000 puestos de trabajo en el año, una tasa de paro muchos puntos por debajo de la que hubo en tiempos de crisis y un descenso importante de parados en el conjunto del ejercicio. Todo idílico, donde cualquier crítica a la política económica del Gobierno debe ser condenada a la luz de una prueba tan irrefutable como la de los datos de la EPA.

Error. Es cierto que en un primer vistazo los datos podrían conducirnos a un espejismo, pero una vez que descendemos más al detalle, vemos que ponen de manifiesto la constatación de una tendencia que ya se había comenzado a apreciar hace algunos meses, y que no es otra que la desaceleración de la actividad económica y, con ella, del empleo.

Como digo, es cierto que la ocupación, en términos generales, sube, y que el paro, ligerísimamente, baja, pero también lo es que hay muchos datos inquietantes dentro de los resultados de la encuesta que indican, de manera clara, que si no se corrige el rumbo de la política económica de los últimos meses, cuyo exponente central es el proyecto de Presupuestos, y si no se inician reformas que mantengan la economía española a punto, pueden volver a resentirse de manera importante la actividad económica y, con ello, el empleo.

Durante los últimos años, tras la grave destrucción de puestos de trabajo con motivo de la crisis iniciada en agosto de 2007, intensificada por los errores de política económica que tomó el Gobierno de Zapatero, se enderezó la economía y se logró sacar adelante una reforma laboral que, con sus limitaciones, flexibilizó la economía. Los resultados de dicha reforma laboral están ahí: de alcanzar los 6 millones de parados se pasó a la creación de 3 millones de empleos, siendo dichos empleos, además, de una elevada productividad, a unos niveles que nunca había tenido España.

Sin embargo, la actual política económica está acabando con esa buena marcha de la que disfrutan todavía en el dato de la EPA del conjunto del año, fruto de la inercia de la buena herencia económica recibida, e invirtiendo la tendencia. Por eso, hay que corregir la actual política económica, que nos devuelve a la misma política que se aplicó en 2007, que dobló la deuda, destruyó más de 3 millones de puestos de trabajo y condujo a la economía a una recesión muy importante, con un déficit situado en el 10% del PIB. Si no se corrige y se insiste en la senda económica que el Gobierno quiere sacar adelante en los Presupuestos, entonces se pone en peligro la recuperación lograda, la productividad conseguida y el empleo generado en los últimos años.

Eso lo están teniendo en cuenta ya los agentes económicos, empresas e inversores, que están postponiendo o anulando planes de inversión, con el consiguiente efecto negativo. Obviamente, el empleo es el último indicador que se resiente cuando la economía cambia de tendencia: cuando la economía comienza a crecer, el empleo tarda en hacerlo, y cuando la economía comienza a caer o incluso a desacelerarse, como es el caso -por cierto, ya hablaremos también otro día de lo que encierra el avance del PIB-, el empleo también nota su efecto con posterioridad. Ello se debe a que una empresa, a la hora de tomar la decisión de contratar o despedir, antes prefiere confirmar las expectativas, ver si éstas se van cumpliendo y analizar la evolución, para no tomar una decisión con la que va a incurrir tanto en costes monetarios como en costes de formación en la que se ha invertido o en la que se va a invertir.

Eso es lo que sucede en estos momentos, y que tiene su reflejo en la EPA del último trimestre del año. En ella, podemos ver que se crea todavía empleo, pero sólo en 36.600 personas en el trimestre, cuando en el trimestre anterior esa creación de empleo era de 183.900 puestos de trabajo. Es decir, la creación de empleo se ha reducido, en un solo trimestre, en 147.300 personas

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Todavía es más grave: se destruye empleo en dos sectores que son los principales de la actividad económica española, como son la Industria y los Servicios. Así, en los Servicios se pierden 43.000 puestos de trabajo y en la Industria se destruyen 17.400 empleos.

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Y dicha destrucción de empleo provoca un incremento del paro importante en ambos sectores, base de la economía española. Así, en los servicios se contabilizan 84.200 parados más, y en la Industria el paro sube en 9.700 personas.

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Eso se refleja en el conjunto de los sectores, donde de bajar el paro en 164.100 personas en el trimestre anterior, en este trimestre esa reducción es prácticamente nula, quedándose en 21.700 personas.

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La tasa de paro apenas cae, sólo una décima, pese a caer ligeramente la tasa de actividad, que, además, puede comenzar a indicar que algo de desánimo empieza a instalarse a la hora de buscar empleo. Al mismo tiempo, la tasa de paro femenino cambia de tendencia y crece levemente.

Esto es sólo el comienzo de la desaceleración, donde vemos que esta EPA, como la luna, tiene una cara oculta, que muestra, claramente, la desaceleración que producen las erróneas decisiones económicas de Sánchez, debido a las múltiples incertidumbres que genera, una constante tras el cambio de política económica que se produjo tras la moción de censura.

Es significativo ver que donde más tiempo se han aplicado esas políticas que el actual Gobierno quiere llevar a cabo en España, basadas en el gasto público elevado, los impuestos altos y un fuerte intervencionismo público en la economía, tienen las dos tasas de paro más altas de todas las regiones: Extremadura, con un 23,10% y Andalucía, donde los socialistas se despiden del Gobierno con la segunda mayor tasa de paro regional, con un 21,26%, que es casi el doble que la que, por ejemplo, tiene Madrid, con un 11,54% o Castilla y León, con un 11,21%.

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Por tanto, urge una rectificación de la política económica y urge retomar una política reformista que permita mantener ágil a la economía, para resistir mejor en los tiempos de crisis y avanzar más en los tiempos de crecimiento. Y ese cambio en la política económica pasa, en primer lugar, por no aprobar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, ya que éstos sólo encierran más gasto público, más impuestos y más trabas a la actividad económica, además de ir acompañados de decisiones tan perjudiciales para la economía como el incremento de un 22,3% del salario mínimo, elemento que destruirá muchos puestos de trabajo. Estamos a tiempo de que el Gobierno rectifique y se enderece la situación, pero no parece que Sánchez vaya a hacerlo.

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