No somos conscientes de la gravedad de lo ocurrido durante las últimas semanas en España a nivel económico. Primero fue Google la que eligió Portugal para instalar un centro internacional de operaciones, tras descartar a España, dejando en el tintero más de 1.300 empleos de elevada remuneración y productividad. Ahora, la cesión al chantaje del monopolio de los taxistas ha provocado la salida de los vehículos de transporte comunitario –VTC– de Barcelona y el replanteamiento de su negocio en Madrid.
Si la clase política actual, repleta de populismos y alejada de las demandas ciudadanas por partes iguales, hubiera tenido el poder durante las últimas décadas del siglo pasado, España seguiría caracterizándose por una clara predominancia del entorno rural, con el sector primario como motor económico y sin capacidades tecnológicas impulsando el proceso de migración a las ciudades y al sector industrial y servicios.
Usted y yo tendríamos muchas papeletas para seguir yendo con nuestros progenitores a una tierra labrada por bueyes y arados manuales, comentando los "riesgos" de introducir maquinaria agrícola en la tierra y comentando los casos otros países en los que, dice la televisión y la prensa, se ha destruido empleo por introducir herramientas tecnológicas avanzadas.
La revolución digital es enemigo íntimo de una clase política intervencionista, sobredimensionada, y burocratizada. La explosión de internet y de las capacidades tecnológicas que hacen una vida 4.0 van en contra de los cimientos políticos y eso les asusta. ¿Por qué? Veamos...
La educación
En primer lugar, pierden control sobre la educación. Uno de los pilares más importantes que han manejado a su antojo durante generaciones se cae ante una persona con un mínimo de curiosidad y sentido crítico sentada ante un ordenador con conexión a internet. Por supuesto que no todo el contenido está en la red, pero sí el suficiente, y lo suficientemente deslocalizado como para que la maquinaria de propaganda política y emisión de mensajes sesgados se gripe.
Cada vez que se abre el melón de la reforma educativa –esto es, cada vez que hay un cambio de gobierno con unas mayorías relevantes– se producen severos debates sobre la conveniencia de cursar religión, lenguas regionales y todo un elenco de materias que, sencillamente, no acercan al alumno a un proyecto profesional. Y, sin embargo, a golpe de click, cualquiera puede encontrar en Google un listado interminable de webs, categorizadas según la calidad de su contenido, sobre prácticamente cualquier tema.
Asumir que el conocimiento está en la red, y que el alumno tiene que saber hacerse las preguntas correctas y no memorizar contenido, la mayoría del cual ni necesita ni le interesa, implica una desintermediación del Estado que la clase política, acostumbrada al adoctrinamiento, no puede permitir.
Medios de comunicación
Esta pérdida de influencia sobre los ciudadanos también queda patente en el papel decadente de los medios de comunicación. Grandes grupos mediáticos están en serios problemas financieros por la muerte de la información en papel y por unos resultados de los soportes audiovisuales que evolucionan a la baja. La manipulación se queda en papel mojado en cuanto aparece un tuit desmintiendo la información de los medios mainstream con pruebas contrastables. De esta forma pierden el control sobre los temas de conversación entre la ciudadanía y el enfoque ante determinados retos que afrontamos como sociedad en nuestro día a día.
Representación política
Pero aún hay más. El sistema de representación parlamentaria podría caer hecho pedazos en el momento en el que se habilite la posibilidad de que las decisiones se tomen a través de votaciones con la tecnología blockchain. Un avance que garantiza la seguridad de la información, su anonimato, y su inviolabilidad. Nunca antes había existido una capacidad tan directamente aplicable –y barata– para instaurar mecanismos de democracia directa de un día para otro en el país.
La falacia de los mensajes políticos
Así que, como comprenderán, la revolución digital es una verdadera amenaza para nuestra clase política. No sólo ataca a herramientas esenciales de influencia sobre la toma decisiones del ciudadano, sino que reduce las necesidades de existencia, tanto de la clase política como de los burócratas y funcionarios, a una expresión mínima para el correcto funcionamiento del Estado. Ante este panorama, ¿cómo reaccionan? Haciéndole creer a usted que la amenaza es en su contra.
Todos tenemos en la mente retahíla de noticias hablando de la destrucción de empleos en la economía por la revolución digital. El eterno truco de intentar que una falacia repetida hasta la saciedad acabe penetrando en la opinión mayoritaria.
Sólo Amazon –el "malvado" Amazon, más bien–, con un 44% de cuota en el mercado e-commerce de Estados Unidos, es uno de los principales responsables de la creación de los más de 400.000 puestos de trabajo que han generado las empresas de comercio electrónico en el país, según el economista Michael Mandel. Además, en el caso de la compañía de Jeff Bezos, el impacto ha de extenderse a sectores adyacentes al comercio electrónico, como son la logística, paquetería, pagos electrónicos, etc.
Según el Banco de Desarrollo Asiático, el mayor dinamismo económico generado por la robotización en 12 economías asiáticas en desarrollo entre 2005 y 2015 ha compensado la destrucción de empleo derivado de la implantación de procesos de automatización. Esta transformación ha supuesto la creación de 134 millones de empleos al año, una cifra claramente superior a los 104 millones de empleos al año perdidos por el efecto sustitución de mano de obra por un proceso automatizado.
No en vano, entre el 43% y el 57% de los nuevos puestos de trabajo creados en India, Malasia y Filipinas durante los últimos 10 años provienen del sector TIC. Un estudio de la Unión Europea en 2014 demostró que las empresas innovadoras se comportan mejor, en términos de crecimiento de empleo, en todas las fases del ciclo económico. Son capaces de crear más puestos de trabajo en las fases alcistas y destruyen menos empleos en las fases recesivas.
Por último, estudios de la Comisión Europea concluyen que el grado de robotización es capaz de explicar el 19% del incremento del empleo en el sector manufacturero de países como Austria durante los años 2009 y 2012, frente al decrecimiento de países como España, Holanda o Suecia.
En definitiva, la automatización conduce a las economías -especialmente a las desarrolladas- hacia una aceleración de la migración de los trabajadores desde el sector manufacturero hacia el sector servicios; mientras que la digitalización aborda oportunidades rupturistas de mercado basadas en el ecosistema digital y en el negocio de los datos, que ya han sido bautizados como el petróleo del siglo XXI. Ninguno de estos fenómenos es una amenaza para el mercado laboral. Sólo en Francia, McKinsey ha estimado que internet ha sido capaz de crear 2,4 empleos por cada trabajo destruido.
Dar la espalda a la revolución tecnológica y tratarla como una amenaza y no como una oportunidad nos puede costar el estado de bienestar. Es más, dada la evolución de la competitividad en las últimas décadas, vamos a tener que elegir entre abrazar la revolución tecnológica, y los cambios que conlleva, o renunciar a nuestro estado de bienestar. McKinsey estima que para los próximos 50 años el crecimiento de la productividad tiene que producirse a un ritmo del 2,8% para alcanzar la renta per cápita estimada, donde la automatización podría aportar entre el 0,8 y el 1,4%. Prácticamente la mitad de la ganancia de competitividad de los próximos 50 años vendrá explicada por la digitalización y la automatización.
Ningún político puede garantizar ningún derecho, por fundamental que sea, si no puede ser pagado. Dar la vuelta a la tortilla y presentar una amenaza real para ellos y sus sistemas clientelares como una amenaza para el ciudadano, mientras aseguran la factura de las migajas en forma de impuestos, es el mismo error que cometen los taxistas con los VTC. Pensar que son enemigos quienes realmente son tu mejor incentivo para mejorar.