Considerado uno de los filósofos liberales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Anthony de Jasay nació en Hungría en 1925 y falleció en Francia el pasado 23 de enero. Su actividad profesional empezó en el ámbito periodístico, pero la censura y el totalitarismo soviético acabaron empujándole al exilio. Pasó por Austria, Gran Bretaña o Australia, donde desarrolló un creciente interés por la economía.
A comienzos de los años 60 se fue a París, donde trabajó como banquero hasta finales de los 70. Desde entonces, vivió retirado en la costa de Normandía, acompañado de su esposa y sus tres hijos. Desde semejante enclave, siguió publicando artículos de opinión e incluso se desplazaba a otros países para impartir conferencias.
Aprovechando su visita a Madrid en 2013, me reuní con Anthony de Jasay para hablar de la situación económica de Europa, al hilo de la crisis económica y de los retos que afronta la economía de mercado. A continuación pueden leer la charla al completo, recogida en mi libro Sin medias tintas (Unión Editorial, 2014).
- Vd. ha explicado en varias ocasiones que el culto al igualitarismo se ha convertido en la nueva Religión de los Estados europeos.
Es que se ha producido una sustitución del cristianismo por el igualitarismo. Antaño, el cristianismo era una Religión de Estado en Europa. Desde el siglo XVIII, esta relación empezó a decaer, lo que acabó separando formalmente el Estado y la Religión. Gradualmente, eso sí, el igualitarismo se ha convertido en la nueva religión de Estado europea.
En el siglo XXI, el poder depende de los votos. Si miramos atrás en la Historia, vemos que esto no era así, que el poder se heredaba y permanecía concentrado en unas pocas dinastías. Ahora vivimos el extremo opuesto, los votantes tienen el poder absoluto. Por eso, cualquier persona que quiere obtener y retener el poder tiene que tener en cuenta esa lógica. Conscientes de eso, los políticos promueven el igualitarismo, pues les resulta muy útil a la hora de triunfar electoralmente.
- Esto explicaría el continuo juego de la "redistribución de la riqueza" que domina el debate político europeo.
La premisa descansa en quitar dinero a una minoría para repartirlo entre una mayoría, comprando así los votos de los segundos. Así, la propia lógica del poder democrático parece invitar a la redistribución, al igualitarismo… pero claro, nadie va a tener éxito si dice que hace esto para mantener el poder, y es aquí donde esta doctrina se convierte en una nueva Religión, que justifica el igualitarismo por causas morales. Ese matrimonio entre igualitarismo y democracia es tan natural que resulta casi perfecto. Si no existiese, tendría que ser inventado.
Un proceso de "redistribución de la riqueza" puede tener un resultado aparentemente positivo durante unos meses, pero cuando se extiende de forma permanente y se convierte en un patrón recurrente de actuación, entonces el resultado es catastrófico. Además, avanzar hacia un igualitarismo salarial implica recuperar muchos mecanismos dignos de la Unión Soviética, ya que al fin y al cabo estamos hablando de controlar y de definir el rumbo de todos los aspectos de la economía.
- Muchas de las políticas económicas que Vd. critica en sus obras y artículos son a menudo justificadas por la necesidad de aumentar la seguridad de los trabajadores. Es el caso del salario mínimo, la indemnización por despido o de la negociación colectiva. ¿Se opone Vd. a esto?
Para hablar sobre la "seguridad" de los trabajadores, tomemos el caso actual de Francia. Está en vigor un Código de Trabajo que tiene más 3.000 páginas y que crece a un ritmo de 300 nuevas páginas cada año. Se añaden nuevos artículos continuamente, siempre bajo la premisa de que esto aumenta la seguridad de los trabajadores.
Pensemos por un momento en el empleador. En la economía, todo lo importante se mueve en el margen, y es en el margen donde el empresario tiene que ponderar con mucho cuidado si aumenta o no su plantilla. Si contrata a un trabajador que luego no constituye un elemento productivo como se esperaba, lo lógico es rescindir ese contrato, pero en Francia y en muchos otros países de Europa este paso tan evidente resulta muy complejo, lento y costoso.
- ¿Quiere decir con eso que replegando esas disposiciones el trabajador saldrá beneficiado?
Así, en Francia hacen falta hasta dos años para que un proceso burocrático y judicial decida si es justo o no mantener en la plantilla a ese trabajador. Durante todo ese tiempo, el empleador tiene que seguir contando con alguien que no aporta nada bueno a su empresa. Peor aún, el proceso no tiene por qué acabar bien. Después de todos los trámites, hay una posibilidad de éxito de alrededor del 50%.
El coste absoluto de ese lamentable proceso de despido asciende a decenas de miles de euros. Y como despedir es tan caro, contratar también resulta más caro. Es así como, al final, dando más "seguridad" a los trabajadores, lo que se consigue es que quienes caen en el desempleo permanezcan en el desempleo. Y claro, cualquier político o analista que proponga un cambio ¡se lleva una patada en el trasero, por ser un "sucio capitalista"!
- Hablando de Francia, se habla recurrentemente de la decadencia económica del país galo. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Yo sí considero que Francia está en decadencia, pero se trata de un país intrínsecamente fuerte y repleto de mucha gente con talento, lo que retrasa y ralentiza el proceso. La administración, por ejemplo, es demasiado grande pero no es tan ineficiente como la de países como India. Puestos a elegir, es menos malo tener una gran burocracia que no es tan ineficiente que tener una gran burocracia que, además, es enormemente ineficiente. Por otro lado, la disciplina económica del pasado y la ausencia de corrupción también ayuda a que Francia no experimente una decadencia tan acelerada y profunda.
- Habla de instituciones y de corrupción. En España se están aprobando "leyes de transparencia", pero Vd. apunta en numerosos trabajos que la mejor manera de atajar este problema es reducir los ámbitos socioeconómicos que entran dentro del ámbito de regulación de las Administraciones.
En una transacción de mercado, el productor vende al consumidor y no hay mucho espacio para la corrupción. Puede ser que el producto que se vende esté en mal estado, o que el consumidor no esté bien informado, pero esto no es sostenible a largo plazo, pues la mala reputación destroza el mercado del productor corrupto.
Cuando las decisiones económicas pasan a tener un intermediario que decide lo que debe hacerse y lo que no, entonces se multiplican enormemente las posibilidades de que el proceso deje de ser transparente y claro. Un sistema lleno de intermediación burocrática brinda muchas más formas de corrupción. La diferencia está en el grado: la corrupción podrá ser un problema en España ¡pero aún peor es el caso de Rusia!
- Un tema cada vez más recurrente en el debate público europeo es el del rumbo de las instituciones de Bruselas en los últimos años. Numerosos políticos y analistas creen que debemos avanzar hacia una mayor integración política, económica y fiscal, pero existen también voces que piden menos federalismo europeo y más soluciones intergubernamentales. ¿Cuál es su postura?
Creo que los Padres Fundadores de la Unión Europea se inspiraron en los Padres Fundadores de Estados Unidos, olvidando la heterogeneidad de nuestro continente y pretendiendo constituir una gran federación que no se corresponde con la realidad social y política de Europa. Los ingleses y los griegos no son lo mismo… y no van a empezar a serlo solamente porque alguien lo decida en Bruselas.
- Hay quienes no tienen ese recelo que Vd. muestra hacia la concentración de poder. En España hay incluso voces que reivindican las bondades del comunismo. Vd. se escapó de la Unión Soviética, por lo que su postura es evidente… pero ¿qué le diría a quienes afirman que es conveniente recuperar el comunismo, solo que esta vez sin muertos?
Si le quitásemos la represión al sistema comunista, encontraríamos igualmente un sistema paupérrimo e incapaz de garantizar el progreso y la felicidad a los trabajadores. Aún sin el KGB, sin el espionaje, sin la represión, sin la masacre… el resultado sería un país enormemente aburrido, en el que la vida económica sería del todo decadente y lo único interesante sería… la partida de ajedrez con el vecino.
- Como el comunismo ya no resulta tan atractivo, también hay quienes se conforman con regular la economía hasta acabar con las dinámicas y los procesos característicos del mercado. En España, por ejemplo, producimos un millón de páginas de nuevas normas cada año…
¡Pues estaría bien contar el número de páginas de nuevas normas que produce Francia, porque en estas cosas suelen ser los mejores! O sea que si en España ya van por un millón de páginas al año, en Francia querrán hacer el doble…
Analizando estas cuestiones con un mínimo de distancia, resulta evidente que esto es una estupidez. No obstante, analizando una por una estas regulaciones, muchas personas entienden que sus intenciones son bienintencionadas, por lo que no apoyan la eliminación de dichas normas, sino su mantenimiento o su refuerzo. Hay que dar el salto, para que nuestro análisis macro de este problema coincida también con nuestra percepción micro de cada normativa y regulación.
- Por último, ¿qué le parece el desempeño económico de otras regiones del mundo en los últimos años? En poco tiempo, África, América Latina y Asia se han convertido en las locomotoras del crecimiento económico.
Esto es muy positivo porque así la gente tiene la oportunidad de comparar. Si pensamos en Perú, encontramos que con un sistema razonablemente favorable al capitalismo se han conseguido importantes avances. Si pensamos en Bolivia o Ecuador, dos países fronterizos, encontramos resultados mucho peores debido a las idioteces económicas de dichos gobiernos.
Cuando yo era joven, en los años 50 y 60, buena parte de la doctrina económica que llegaba de América Latina era desastrosa. Lo que reinaba entonces era el control de precios, el proteccionismo, el subsidio generalizado… Aquella basura intelectual tenía muy buena recepción en la región pero hoy ya es marginal, ya que el paso del tiempo ha demostrado la superioridad de las políticas de libertad económica. Quedan las excepciones que hemos comentado, unidas por supuesto a Argentina o Venezuela, pero en general la región ha mejorado mucho, aprendiendo las lecciones de Chile y mejorando su situación económica.