"Irene se ha ido esta mañana, la hemos visto salir, ya no viene hasta la noche. Pablo está ahí ahora con los bebés, pero tiene ayuda. Hemos visto servicio doméstico recibir a amigos en la casa, abrir y cerrar la puerta. Aquí todos lo sabemos", asegura un vecino de La Navata, en Galapagar, la urbanización de lujo residencial donde viven Irene Montero y Pablo Iglesias.
El señor que nos atiende en la zona no quiere que demos su nombre. "Sólo pido que me guardéis el anonimato, no quiero problemas con nadie. No comulgo con el comunismo que defiende Iglesias, pero estamos encantados de que la pareja de políticos se haya venido a vivir aquí". ¿Por qué?, preguntamos. "Antes esto estaba más olvidado. Ahora Galapagar se ha convertido en una de las áreas residenciales más seguras para vivir. Hay guardias civiles las 24 horas del día vigilando, antes eso no ocurría. Mi mujer puede sacar la basura a las cuatro de la madrugada que sabemos que no hay peligro", revela el madrileño mientras arranca su BMW.
Al lado del chalet de mas de 600.000 euros se aprecia una cabina de servicio de plástico. Dos efectivos de la guardia civil se encuentran apostados dentro de un vehículo justo al lado. Gracias a una asociación de la Guardia Civil pueden acudir al baño habilitado. "Antes teníamos que irnos por ahí detrás en el bosque a hacer nuestras necesidades. No era plan", nos comenta uno de los efectivos de seguridad.
En ese momento, una vecina sale de su chalet. "Buenos días", saluda la mujer antes de subir a su Mercedes. Como quien vive al lado de Lady Gaga, se ha acostumbrado a que la prensa pulule por aquellos lares y atiende con la experiencia de alguien que se ha acostumbrado a vivir al lado de una celebrity: "Esto es un barrio de gente de mucho dinero, la mayoría son madrileños y extranjeros que hacen grandes negocios, empresarios que buscan el anonimato", comenta sonriente.
¿Pero qué le parece que un comunista viva en un lugar lleno de capitalistas?, preguntamos. "Estamos acostumbrados. Aquí hay gente de muy alto nivel y de izquierdas. No nos ha sorprendido que Irene y Pablo vengan aquí a vivir. Yo no comparto la ideología de ellos, pero agradecemos que hayan escogido esta selecta zona de La Navata porque nos ha dado caché y los servicios de limpieza y seguridad han mejorado", desvela la vecina.
Se escuchan pájaros, ladridos de perros y, de vez en cuando, un silencio que sobrecoge. Repentinamente, en la calle de la ya famosa residencia se escucha música tecno. Parece que procede de la casa de Iglesias, pero no. Un chico joven acaba de llegar con el volumen de su vehículo al máximo. Se queda parado un rato escuchando la melodía electrónica que trastoca la armonía y el sosiego de la naturaleza que envuelve el entorno. "Acabo de mudarme a Galapagar. Aquí la vida es pura tranquilidad, que es lo que buscan todos en La Navata. La mayoría de los vecinos son ricos y quieren pasar desapercibidos", explica el muchacho mientras entra a su nueva finca ubicada a dos minutos de la de Irene Montero.
Las cámaras de videovigilancia apuntan desde todos los ángulos. Ninguna de estas mansiones carece de la seguridad privada propia de las urbanizaciones de alto standing. En el caso del hogar familiar de Iglesias y Montero, a diferencia del resto, observamos que cuenta con más cámaras de la cuenta. Casi se podría hablar de una fortaleza. No existe ni un rincón donde no haya un objetivo grabando los pasos de curiosos y periodistas.
El líder de Podemos y examigo de Iñigo Errejón guarda con recelo su intimidad y defiende su propiedad privada de la vista ajena con una vegetación tan abundante y estudiada que no deja ni un milímetro de visibilidad. Sin embargo, eso no le libra de los cotilleos del barrio porque, aunque ya no esté en Vallecas, los rumores vecinales sobre su modus vivendi son inevitables. Una chica joven que hace deporte con sus perros pasa justo enfrente de las ventanas de la villa... "Como comunistas que son, esto es una contradicción, pero ya que tengan hasta criados es que me parece de hipócritas", critica la vecina.
Mientras tanto, llega un hombre con una barra de pan. Detrás, un coche no quita ojo y parece que nos sigue allá donde quiera que nos movamos. "Esa casa estaba vieja y ellos la han reformado por completo. Ahora es una villa lujosa", declara el anciano que dice llevar más de 30 años en Galapagar. "¡De comunistas tienen poco!", exclama riéndose, y se aleja rápidamente. No quiere hablar más ni estar en el punto de mira de las cámaras de vigilancia que apuntan hacia nosotros.
Cerca del chalet de los políticos de la formación morada pueden verse pegatinas de "StopFeminazis" y algunas banderas de España en una vieja pared. "Eso es de hace meses, cuando se mudaron y venía gente contraria a su política a curiosear por aquí para dejar algunos mensajes. Ya no pasa. Al final, la parejita ha conseguido lo que quería", sentencia. ¿Y qué querían?, ¿vivir como los ricos?. Ante este planteamiento, el vecino contesta rápidamente: "¡Pues claro, como todos!"