Colas para subir a la bicicleta elíptica, salas repletas con los cristales llenos de vaho del esfuerzo físico de los deportistas que dentro realizan abdominales y suben pesas al ritmo de la música y los gritos de una musculada entrenadora. Toallas van y vienen entre clase y clase de body pump o pilates. El gimnasio Go Fit del Barrio del Pilar está hasta arriba. Carlos, un joven enfermero asiduo a este recinto deportivo, asegura que "en enero y por la tarde él no va ni loco".
A principios de año, el propósito más extendido entre los españoles es el de adelgazar rápido, pero derramando sangre, sudor y lágrimas para quemar los turrones. El negocio del fitness vive la postnavidad con enorme ajetreo en sus vestuarios, salones y máquinas de musculación. "Me agobio con tanta gente, apenas puedo entrenar bien y el coach de sala está demasiado ocupado con los demás como para prestar atención a mis tablas", apunta Diego Sanz, un estudiante veinteañero que "se ha pasado con el roscón de Reyes".
La cultura gym enloquece desde a señoras de 70 años que encuentran en las clases de aquaGym el método ideal para mantener la línea hasta quinceañeros que quieren la tableta de Maluma y se pasan la tarde flexionando el abdomen. Es el paisaje habitual que se suele ver en gimnasios como VivaGym o AltaGym, grandes cadenas que ofrecen precios low cost competir por clientes de todas las edades. La fiebre por la esbeltez deja grandes sumas de dinero a la industria. Nada mejor que las tradicionales comilonas de estas fiestas para aumentar el número de matriculados arrepentidos en el Go Fit.
Los gimnasios se hacen de oro
El negocio crece sin límites y así lo refleja la agencia Deloitte, que ha confirmado que los gimnasios españoles facturaron 2.235 millones de euros en 2017, un 3 % más que el ejercicio anterior. En este sentido, hasta 5,2 millones de clientes más se apuntaron a hacer ejercicio en el complejo deportivo más cercano a sus domicilios. Así, no es de extrañar que después haya que esperar con la toalla en el hombro a que el monitor atienda a los desesperados deportistas de enero.
La cuota media en nuestro país es de 40 euros mensuales más gastos de matriculación. Natación, spa, clases de spining o body combat, yoga, boxeo, body balance y un sinfín de actividad de toda índole prometen conseguir el ansiado cuerpazo y luchar contra los remordimientos. Se calcula que el 10% de la población paga mensualmente un centro deportivo. Pero la masificación de la que se quejaba Carlos está empujando al surgimiento de una nueva tendencia que gana adeptos cada minuto.
Entrenadores online
La opción de entrenar por cuenta propia con un monitor personal era cosa de ricos, pero las tecnologías han logrado que cualquier ciudadano de a pie pueda contar con un monitor que le haga un plan adaptado a su cuerpo, dieta y estilo de vida. La aplicación Freeletics está causando dolores de cabeza a más de un coach físico. La empresa cuenta ya con más de diez millones de descargas y su triunfo en el mercado del fitness está más que justificado.
Por menos de dos euros a la semana, el preparador online te realiza un seguimiento, estructura la dieta partiendo del peso, estatura y género. Posteriormente, mide las calorías y ofrece una tabla de entrenamiento en base al objetivo fijado: quitarse kilos de encima o bien para los más avanzados definir un cuerpo escultural con musculación.
Este nuevo fenómeno es practicado por los denominados atletas libres. Los entrenamientos de alta intensidad (HIIT) de moda en Youtube, y que suelen realizar en el salón de casa a lo Jane Fonda en los ochenta, han sido readaptados a cada caso. Nacen así los robots deportivos que con su algoritmo pretenden desbancar a los monitores de toda la vida.
Pulseras quemagrasas
Xiaomi, el gigante tecnológico chino, se ha apuntado al culto al cuerpo y ha lanzado una pulsera quemagrasas. Más bien, ha logrado bajar el precio y hacerla asequible al bolsillo medio. Por 30 euros, la pulsera de actividad te mide las calorías quemadas en el día, los pasos que has dado, tu ritmo de sueño y, si te acomodas demasiado, te invita a dar un paseo. Apenas te deja en paz, todo sea por confortar a la báscula.
Pero este tipo de relojs inteligentes de última generación tienen también sus detractores. Un estudio abanderado por Journal of the American Medical Association concluía después de analizar a 470 voluntarios que la pulserita no es tan mágica y que incluso podría llegar a ser contraproducente. Aún así, los investigadores advertían de que ninguna tecnología en sí adelgazaba, es la persona la que debe llegar al reto que desea y, para ello, tengamos la ayuda física o digital, la fuerza de voluntad es lo único que cuenta.