El gobierno de Mariano Rajoy apostó por subir el Impuesto sobre la Renta en 2012 con la esperanza de que dicha medida aumentase los ingresos fiscales y contribuyese a cerrar el déficit público. Sin embargo, pese al fuerte desgaste político que supuso esta medida, los ingresos por IRPF solo aumentaron de forma testimonial, pasando de 68.384 millones de euros en 2011 a 69.038 millones en 2012.
La tónica se mantuvo en los dos siguientes ejercicios. En 2013, los ingresos que recogió con el nuevo IRPF fueron de apenas 69.444 millones de euros. Un año después, el gravamen directo por excelencia recogió 70.795 millones. El PP incumplió su promesa de bajar los impuestos y apenas logró que la recaudación subiese un 3,5% a lo largo de los tres primeros años de la legislatura.
Pero el clima fiscal empezó a mejorar en el segundo semestre de 2015. Al calor de las elecciones generales convocadas a final de año, el Ejecutivo popular implantó un sistema de cinco tramos que supuso la eliminación de dos escalones fiscales y dejó la horquilla del IRPF entre el 19% y el 45%. Antes de esta rebaja, los umbrales de referencia eran el tipo mínimo del 24,75% y el tipo máximo del 52%.
Pero este cambio en las reglas impositivas no generó el desplome de los ingresos vaticinado por los más pesimistas. Entre 2014 y 2015, los ingresos generados por el IRPF se mantuvieron prácticamente constantes, con un descenso testimonial del 0,4%. Un año después, en 2016, el nuevo marco impositivo arrojó un tímido repunte de la recaudación del 0,1%.
La tendencia alcista de los ingresos se aceleró en el curso 2017, que se cerró con una fuerte subida de los ingresos ligados a este gravamen, que alcanzaron los 77.038 millones de euros, un 6,4% más. En la misma línea, la documentación presentada por el Ministerio de Hacienda para el presente año 2018 apunta que el IRPF generará 82.056 millones de euros, un 6,5% más.
Es importante destacar, de hecho, que esta previsión contemplaba la exención de IRPF para rentas de entre 12.000 y 14.000 euros anuales, así como la reducción del impuesto para quienes perciben un salario total de entre 14.000 y 18.000 euros brutos, de manera que la proyección de ingresos parte de un recorte de los caudales obtenidos de las rentas bajas.
Se cumple, por tanto, el principio de política fiscal que popularizaron en los años 80 economistas liberales como Milton Friedman o Arthur Laffer: tipos más bajos y bases más amplias ayudan a generar riqueza y permiten aumentar los ingresos en el medio y largo plazo. Eso es lo que ha ocurrido en España: la reducción de IRPF ha contribuido a acelerar el crecimiento y, tras un leve impacto negativo inicial, ha permitido que los ingresos suban a pesar de que los tipos bajan.