El Ministerio de Trabajo publicó el jueves los datos de paro registrado y afiliación correspondientes al mes de diciembre. Su análisis arroja un mercado laboral que continúa creciendo, aunque con signos claros de moderación.
Comencemos con el dato positivo: durante el año 2018 salieron de las listas de desempleados 210.484 personas. Los parados en diciembre de 2018 ascendieron a 3,2 millones, cifra que se sitúa en niveles de 2008, año en el que la crisis financiera con mayor impacto de nuestra historia económica reciente explotó en Estados Unidos. Ademas, el empleo creció en más 563.000 personas, hasta volver a superar la berrera de los 19 millones de afiliados, nivel que no se veía desde 2007.
Por lo demás, los datos del SEPE arrojan retos que debemos abordar. Podríamos llenar varias páginas de análisis de estos datos por sexo, edad y comunidades autónomas. Pero la realidad es que estaríamos utilizando varias caras de un mismo prisma para ver la manzana. Una manzana que, por un lado, parece intacta, pero que, si la damos la vuelta, vemos que comienza a ablandarse y a cambiar de color. Una manzana a la que, además, el Gobierno de Pedro Sánchez le está inyectando el germen de la podredumbre.
La disminución del paro en diciembre en términos absolutos ha sido la menor desde 2012. Las 50.570 personas que han abandonado los registros del antiguo Inem es un dato muy alejado de las más de 100.000 que lo hicieron en 2013, con una evolución del PIB del -1,7% interanual. Este año los organismos supranacionales coinciden en que vamos a crecer al 2,6% o, lo que es lo mismo, dos décimas menos que la media de los últimos cuatro años, y, sin embargo, la disminución acumulada del paro es un 40% inferior durante el mismo período. La reducción de 210.000 personas de la que tanto se vanagloria el PSOE está lejos de los 350.000 que hemos promediado desde 2014.
Por otra parte, la primera gráfica ya deja entrever algo que los datos corroboran: la brecha se intensifica desde la llegada al Gobierno de Pedro Sánchez. Si evaluamos la variación interanual promedio de la reducción del paro entre los meses de julio y diciembre y la comparamos con el mismo período temporal, obtenemos que la reducción del paro ha sido casi 2 puntos porcentuales menor en 2018 que en 2017.
No debería sorprendernos. Ya hemos avisado en esta columna -lean y lean- de que el nuevo Ejecutivo estaba dinamitando la credibilidad de nuestra economía y, con ella, el mercado de trabajo. Le ha bastado con la herencia de Rajoy para acabar el año con unos buenos datos de desempleo, aunque no se puede vivir para siempre de las rentas.
El cambio de tendencia en el mercado laboral es una amenaza real y debemos abordarla desde la seriedad de la política económica. Sacar pecho por los 2,2 millones de contratos indefinidos firmados durante 2018 es un excelente ejercicio de hipocresía económica. Con la dinámica que había adquirido el mercado laboral durante los 6 primeros meses del año, lo esperable sería acabar el ejercicio con un crecimiento superior al 20% en el número de contratos indefinidos y, al final, lo hemos hecho con un loable 18,4%, aunque casi un punto por debajo de lo observado en verano.
Tanto la contabilidad nacional como los informes de seguimiento del sector empresarial han dejado entrever la llegada de la recuperación a los agentes económicos reales -familias y empresas-. Esto, junto con una reforma laboral que, sin duda, ha impulsado el mercado de trabajo durante los últimos años, está incentivando la contratación indefinida. En contra de lo que hace creer la izquierda, el empresario es el primer interesado en mantener indefinido a un trabajador, ya que se ahorra costes de formación, de despido, de reclutamiento y un largo etcétera.
Añadir trabas burocráticas e incrementar la estructura de costes de las empresas, tanto los variables asociados al empleo –subida del SMI y cotizaciones sociales– como los medioambientales –impuesto al diésel– e incluso los fijos –subida del IBI– van en contra de un mercado de trabajo que muestra claros síntomas de debilidad. Con un 85% de las empresas sin empleados en pérdidas, el margen de contratación se reduce. Y mantenemos un 15% de tasa de paro, muy lejos del 4% mostrado por Reino Unido o Estados Unidos o del 8% de la media europea.
Debemos entender que el mercado laboral necesita ahondar en su flexibilización y no pactos con sindicatos que dejan de lado la realidad empresarial. El 91% de los 56.000 contratos que han pasado de ser temporales a indefinidos solamente en el mes de diciembre estarían en la categoría de "no dignos", según los baremos de Podemos y PSOE. ¿Recuerdan aquello de que si no puedes ofrecer unas condiciones dignas a tus empleados significa que debes cerrar tu empresa –Podemos dixit–? Un 35% de los contratos indefinidos por los que tanto se vanaglorian los dirigentes del PSOE proviene de antiguos contratos por obra o servicio, o eventuales por circunstancias de producción.
Es decir, gente que ha optado por lanzarse a trabajar, incluso renunciando a unas condiciones idóneas de partida, en lugar de quedarse en el sofá de casa esperando a que llueva la oferta de sus sueños mientras cobra subsidio tras subsidio.
Dar la espalda a la realidad de la desaceleración en el mercado laboral, y a la idiosincrasia que esconde, es volver a errores del pasado. Y cada vez lo pagamos más caro. Tal y como ya hemos advertido en esta columna –lean–, tanto la actividad económica como el empleo en el 2018 se han mantenido parcialmente por la proximidad de las elecciones generales mediante un nuevo incremento irresponsable del gasto público.
Con los datos del Ministerio de Hacienda en la mano, en el tercer trimestre de 2018 las Administraciones Locales han visto disminuir su superávit en un 21%, atribuible casi en su totalidad a un incremento de la inversión pública del 18%.
Las Comunidades Autónomas también han aumentando su gasto en casi 6.000 millones de euros, donde su principal vía de recursos adicionales han sido los ingresos provenientes del sistema de financiación –2.900 millones–, que, de igual manera, abonamos todos los españoles.
Asegurar una senda de creación de empleo importa, y mucho, sobre todo si se tiene en cuenta el abultado déficit que acumula la Seguridad Social. Cada puesto de trabajo que no se crea tiene el doble efecto de menores incrementos de las cotizaciones y mayores necesidades de subsidios por desempleo.
En 2019, se van a acabar varios vientos de cola y tendremos que afrontar nuestra realidad económica en un entorno de desaceleración, tanto a escala nacional como global. Ignorar las señales negativas del mercado de trabajo y ahondar en la senda de contrarreformas que plantean PSOE y Podemos nos lleva directos a la próxima crisis. Aún estamos a tiempo de reorientar la economía española hacia la competitividad y la creación de riqueza, pero, por el momento, seguimos la ruta equivocada.