Hace quinientos años, las principales economías europeas empezaron a establecervínculos comerciales con Japón. El paso del tiempo no solo no ha debilitado esos lazos, sino que ha convertido al país del sol naciente en un socio crucial para los productores del Viejo Continente. La suma de la actividad económica generada por ambos bloques ronda un tercio del PIB mundial.
Es por eso que no sorprende a nadie que el Parlamento Europeo y la Dieta nipona hayan aprobado en las últimas semanas un acuerdo comercial orientado a liberalizar el comercio de bienes y servicios entre los dos bloques. Para las empresas europeas, el pacto supondrá un ahorro arancelario de 1.000 millones de euros.
Los productores de queso, por ejemplo, venían enfrentando tarifas que rondaban el 30%, lo cual impedía la entrada efectiva de productores españoles, franceses o italianos. También el vino se va a beneficiar del acuerdo comercial, puesto que los aranceles impuestos hasta ahora se movían, de media, en el entorno del 15%.
Se espera también una mejora sustancial de los términos de intercambio de productos cárnicos. El vacuno o el porcino sufrían barreras no arancelarias que ahora van a ser revisadas con ánimo de eliminar trabas innecesarias. La eliminación de estos requisitos está llamada a facilitar notablemente los procesos burocráticos ligados a la exportación de carnes europeas a Japón. Del mismo modo, las codiciadas carnes niponas podrán llegar a Europa con más facilidad.
Hay otros ámbitos en los que también se esperan mejoras sustanciales. En el ámbito industrial, por ejemplo, la cosmética, los productos químicos, la farmacia o el textil van a beneficiarse de las nuevas reglas pactadas por la UE con Japón. Otro tanto ocurre con el automóvil, donde Japón ha aceptado la adopción de estándares internacionales que reducirán notablemente las trabas vigentes.
Otros ámbitos de mejora son los servicios, donde se espera un avance notable para las finanzas, el comercio electrónico, las telecomunicaciones y el transporte, o la contratación pública, donde las grandes ciudades niponas van a aceptar las candidaturas de empresas europeas interesadas en sectores como el ferroviario.
El 78% de las empresas que exportan desde la UE a Japón son pymes, de modo que el acuerdo va a beneficiar especialmente a las compañías familiares. Esto choca con las críticas que suelen lanzar los enemigos del comercio, que una y otra vez insisten en que este tipo de acuerdos benefician únicamente a las multinacionales.