Hace pocas semanas escribía acerca de la deuda pública que Sánchez engorda con sus propuestas de incremento desmedido de gasto público, como las contempladas en el proyecto de Presupuestos pactado con Podemos y que pretende aprobar a toda costa. Los datos eran preocupantes, contando sólo con el avance provisional de datos, a la espera de cerrar el último mes del tercer trimestre. Su publicación el pasado viernes por parte de Banco de España confirman ese repunte en la tendencia, de manera que la deuda sobre el PIB del conjunto de España remonta y alcanza el 98,3% del PIB.
El dato es preocupante, desde luego, especialmente por dos razones: sabemos que mientras no haya equilibrio presupuestario, es decir, que los ingresos sean iguales a los gastos, el montante absoluto de deuda va a seguir creciendo, y sólo se reducirá cuando haya superávit. Ahora bien, se había conseguido iniciar un leve descenso del cociente deuda sobre PIB, con un punto de inflexión en 2014, cuando alcanzó su máximo en el 100,4% del PIB, descendiendo desde entonces gracias a la recuperación económica, que absorbía los incrementos absolutos de deuda y lograba disminuir el cociente, gracias al mayor crecimiento de la actividad. No es la solución, pero, al menos, contenía el endeudamiento medido sobre la actividad económica.
Sin embargo, con Sánchez y su cambio de objetivos de estabilidad por incremento de gasto adicional en este mismo ejercicio, se ha frenado esa tendencia y comienza a darse la vuelta. De esta manera, en el tercer trimestre, la deuda pública sobre el PIB ha vuelto a crecer, de manera que sube desde el 98,1% al 98,3%. No es que el incremento sea descomunal, pero sí que es significativo en la tendencia para mostrar cuál será el futuro si se materializan los planes de la izquierda de incremento exponencial del gasto público.
¿Qué sucede? Que España no tiene margen de maniobra en su nivel de endeudamiento en el momento en el que aparezca otra crisis. Cuando se desató la larga crisis anterior, en la última parte de 2007, veníamos de una deuda sobre el PIB del 35,6%, gracias a la política económica aplicada entre 1996 y 2004, que mantuvo su inercia hasta 2007, que permitió incentivar la generación de actividad económica al tiempo que se cerraban los ejercicios con superávit.
Eso hacía descender el cociente de la deuda sobre el PIB por un doble motivo: descenso del numerador, por caída del volumen absoluto de la deuda, y crecimiento del denominador, por incremento del PIB. Cuando los socialistas negaron la crisis y comenzaron a gastar, enseguida creció exponencialmente la deuda y, con ello, la deuda sobre el PIB, acrecentada, entonces, por el mismo doble impacto anterior, pero ahora a la inversa: crecimiento de deuda y caída del PIB como nunca antes lo había hecho en los últimos cuarenta años. Eso llevó la deuda sobre el PIB hasta niveles del 100%.
Si España no colapsó fue debido a que pudo absorber el incremento de deuda que se produjo, incremento completamente nocivo para la economía, porque siempre es pernicioso no tener equilibradas las cuentas y cargar con la losa de la deuda a las generaciones futuras, pero, al menos, hubo margen para no colapsar como economía. Ahora, ese margen no existe: la deuda sobre el PIB casi se ha triplicado. Si hay una nueva recesión, el recorrido que le queda a España para endeudarse es muy limitado.
Desde el inicio de la crisis hasta la actualidad, el incremento de la deuda sobre el PIB ha sido intenso, especialmente, en la Administración Central y, sobre todo, en las comunidades autónomas, donde se ha multiplicado por cuatro. Por tanto, una vez más, resulta imprescindible reformar la normativa básica estatal de los servicios esenciales, cuya prestación está traspasada a las comunidades autónomas, para que puedan ahorrar o bien centralizar dichos servicios para generar ahorros, aunque los sigan prestando las regiones, porque se torna en inviable si sigue creciendo a este ritmo.
Obviamente, no todas las regiones han gestionado igual. Así, Madrid, que ha sido la que más ha contenido el gasto, tiene la deuda pública más baja de todas las autonomías, con el 14,6% del PIB, frente a las regiones más expansivas en el gasto, como Valencia, con el 41,1%, Castilla-La Mancha, con el 35,8% o Cataluña, con el 34,2%. Si Andalucía no está entre las primeras se debe a que se ve favorecida, y mucho, por el Sistema de Financiación Autonómica (SFA), pero aun así se encuentra en la mitad del conjunto regional. Es cierto que a Cataluña también le beneficia el SFA y tiene una de las mayores deudas sobre el PIB y la mayor en volumen, pero ha sido tal la mala gestión en dicha comunidad autónoma que merecerá un próximo artículo monográfico sobre su financiación y su endeudamiento.
Ese incremento tan importante que comentaba antes, donde el conjunto de las regiones cuadruplicó el cociente de deuda sobre el PIB, se ha producido también de manera desigual. Una vez más, la región que más contuvo el gasto y mejor cumplió el déficit, que fue Madrid, lógicamente fue también la que menos incrementó su deuda en porcentaje sobre el PIB desde el inicio de la crisis, pues fue la que menos se endeudó, al tener siempre los déficit más pequeños (no olvidemos que la deuda es consecuencia directa del déficit), y la que más vio crecer su PIB.
Las que más apuestan por el gasto público, generalmente las independentistas como Cataluña o las socialistas, han visto crecer su deuda mucho más en dicho período: Castilla-La Mancha en 29,4 puntos de PIB y Valencia en 28,5. La otra región del mismo peso sobre el PIB que Madrid, que es Cataluña, aumentó su deuda en 24,2 puntos de PIB, casi tres veces el montante que creció en Madrid. Del mismo modo, mientras Madrid era la que más hacía crecer su PIB, un 1,3%, Cataluña apenas se quedaba en la media nacional y Andalucía se quedaba muy por debajo de dicha media.
El panorama es desalentador en cada una de las administraciones públicas, pero si bien donde más se ha incrementado es en las regiones, éstas habían conseguido contenerla mínimamente en los últimos trimestres, y quien ahora está acelerando de nuevo el incremento de la deuda sobre el PIB es el Gobierno de Sánchez, con su expansión del gasto público, al romper la tendencia de descenso en deuda sobre PIB, ya que las administraciones donde está volviendo a crecer son la Administración Central y la Seguridad Social, es decir, las dos que gestiona el Gobierno de la nación, cuya tendencia de descenso se ha truncado al llegar Sánchez al poder y amplificar el gasto público.
De esta manera, la Administración Central pasa del 86,7% en 2017 al 87,5% del PIB en este tercer trimestre de 2018. Por su parte, la Seguridad Social, mientras la izquierda niega la necesidad de reforma del sistema de pensiones, que es imprescindible para garantizar su viabilidad, incrementa su deuda desde el 2,3% del PIB de 2017 al 2,9% en el tercer trimestre de este año.
Como dije hace unas semanas, la deuda pública, además de ser, como afirmaba Buchanan, "una inmoralidad que se traspasa a las generaciones futuras", es un peligro de grandes proporciones para la prosperidad y el desarrollo económico. Hablaba, entonces, de que Sánchez, con su proyecto de Presupuestos, engordará la deuda, convirtiéndola en una auténtica bomba de relojería por dos motivos:
- El primero de ellos, es la propia sostenibilidad de la deuda: no se tiene capacidad de pago infinita para una deuda que crece de manera exponencial en valores absolutos a ritmos de entre 25.000 y 30.000 millones de euros anuales.
- El segundo, que va ligado al primero, es que cuando vuelva la parte baja del ciclo económico, los ingresos caerán debido a esa disminución de la actividad, que conllevará, además, más desempleo y, por tanto, más gasto en prestaciones de desempleo, es decir, más gasto público. Todo ello con el agravante de que ya no existe el margen de maniobra que había en 2007, al tener ahora una deuda de casi el 100% del PIB.
Urgen, por tanto, reformas profundas que contengan el gasto, lo reduzcan y logren alcanzar el superávit presupuestario para ir amortizando deuda y asegurar la capacidad de repago de la economía española. Estamos a tiempo de hacerlo, pero hay que invertir la tendencia y comenzar a equilibrar los presupuestos y reducir el endeudamiento, es decir, todo lo contrario de lo que pretende hacer la izquierda al querer aprobar el actual proyecto de Presupuestos, que elevará todavía más peligrosamente la deuda que tanto gusta a la izquierda.