Abrumados andamos todos por el persistente déficit fiscal. Pena nos da a los jubilados que el Estado tenga que pedir un nuevo préstamo para abonar la paga extra de Navidad. Nos hemos resignado a que la política de todos los Gobiernos sea la de subir los impuestos de manera inmisericorde. Es algo que acaba irritando a los contribuyentes, que ahora llaman "ciudadanos", como si hubiera vuelto la República.
Puede que sea más cívico aportar ideas para establecer nuevos impuestos, dejando sin tocar los ya conocidos. Es una táctica de márquetin político con la que colaboro gustosamente y con cierto regodeo, que advertirá el lector inteligente.
Hay un principio fiscal que da buenos resultados. A saber, se establece un tributo en el momento de recibir un beneficio, una satisfacción, una alegría. De ese modo cuesta menos rascarse el bolsillo en ayuda de la pobrecita Hacienda. Ese es el sentido que tiene el gravamen sobre los premios de las loterías, las herencias y los múltiples premios. Siguiendo la misma lógica, se podrían diseñar nuevos impuestos cuando se celebraran matrimonios y divorcios. Incluso con una buena inspección, en aras de la justicia distributiva, habría que extender tales gravámenes al constituir o terminar parejas de hecho. Tampoco estorbaría que una tasa parecida se añadiera a la recepción de cualquier tipo de subvención pública.
Es sabido que uno de los nuevos placeres que ensimisman a la población son las agotadoras sesiones de gimnasio, ahora sin charlas de filosofía, como hacían los viejos griegos. Añádase el gusto por los tratamientos antiedad, cosméticos o de belleza. Todo eso requiere nuevas tasas, que se pagarían sin grandes quebrantos.
El Fisco imaginativo debería estudiar bien las satisfacciones generales que suponen un desembolso continuo. He ahí el momento de añadir una pequeña alcabala para aliviar un poco la pesadumbre del déficit fiscal del país. Pienso, por ejemplo, en el uso novedoso de patinetes eléctricos, el incesante consumo de la llamada comida rápida y barata. Se podría pensar incluso en gravar la siesta con un diminuto impuesto.
Ya hay muchos pechos que recaen abrumadoramente sobre la vivienda, aprovechando la aspiración de los españoles de poseer una y, mejor, dos. Se podrían añadir algunas contribuciones cualitativas, tendentes a hacer que paguen más las clases pudientes. Por ejemplo, es fácil establecer una nueva tasa proporcional al número de enchufes eléctricos (hembras) que tiene la casa, se utilicen o no. Es más difícil llevar a cabo (ahora dicen "implementar"), pero no hay que descartar una contribución especial si la vivienda disfruta de la vista de un paisaje extraordinario.
Se habla ahora de extender los peajes de las autopistas a todo tipo de carreteras. No hace falta construir cabinas para abonar el importe correspondiente. Basta con un sistema informático que grave a cada vehículo que atraviese por el arco instalado al efecto y cargue el importe en la cuenta bancaria del usuario. Se evitaría así el engorroso pago físico, lo que permite evitar las aglomeraciones de vehículos. Cabe ampliar la idea al cobro de una minúscula cantidad cada vez que un coche pase por un semáforo en verde, que podría decuplicarse si lo hace en rojo.
Los escritores se quejan de que sus regalías por el trabajo resultan escasas y a menudo inexistentes. Al mismo tiempo son muchas más las personas que pagarían dinero si les publicaran sus manuscritos. Se podría diseñar una especie de Publicaciones Estatales Online (PEO), Gobierno de España, que cobrara una minúscula cantidad por la edición informática de cualquier manuscrito en prosa o en verso.
Como puede verse, son muchas las ideas para promocionar nuevas formas de contribuir al Fisco exhausto. Invito a que los lectores aporten nuevas propuestas imaginativas. Sería la mejor forma de solidaridad, una virtud cívica tan necesaria.