Hace ahora tres años, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se desplazó a la capital de Francia con motivo de una cumbre internacional contra el cambio climático. La regidora de la Villa y Corte reconoció entonces que los indicadores de contaminación de la capital de España mejoraron en un 30% durante la década anterior a su llegada al Palacio de Cibeles.
La buena evolución del aire de la capital empezó a deteriorarse ese mismo año. Desde entonces hasta hoy, el nivel medio de dióxido de nitrógeno observado en la red de estaciones medioambientales ha subido de 35 a 42 microgramos por metro cúbico. Las restricciones al automóvil introducidas por Carmena explican esta evolución. Los coches circulan a menor velocidad y con un menor abanico de calles abiertas al tráfico rodado, de manera que los atascos van a más y las emisiones contaminantes también crecen.
Desde el consistorio no solo no se han tomado medidas para revertir esta situación, sino que se ha insistido en restringir el tráfico. El proyecto Madrid Central, que entró en vigor el pasado 30 de noviembre, es la punta de lanza de la agenda del gobierno local. Dicha iniciativa restringe notablemente la circulación de vehículos por la almendra central de la ciudad.
Pero, ¿qué efecto ha tenido la medida en términos de calidad del aire? El Ayuntamiento cuenta con reducir en un 40% las emisiones contaminantes, pero los datos para la primera jornada de Madrid Central arrojan el resultado opuesto. Así, desde primera hora de la mañana hasta el mediodía, todas las estaciones medioambientales que miden el aire en el interior de la M-30 recogieron un aumento de la contaminación con respecto a la jornada anterior. La única excepción a la regla fue la estación de Retiro, donde no se produjo el aumento que sí se estaba observando en el resto de la capital.
Desde el mediodía hasta el final de la tarde, el grueso de las estaciones del interior de la M-30 experimentaron niveles crecientes de contaminación, con la salvedad de Plaza de España. Sí hubo descensos momentáneos en Plaza del Carmen, Méndez Álvaro o la ya citada estación de Retiro, pero también se observaron fuertes aumentos en demarcaciones como Plaza de Castilla o Escuelas Aguirre, donde la concentración de dióxido de nitrógeno llegó a moverse entre los 90 y los 100 microgramos por metro cúbico.
Se confirma, pues, el efecto temido por diversos expertos, que advirtieron del efecto desplazamiento que tendría Madrid Central. El tráfico rodado cae en la almendra central, pero arroja una línea ascendente en las calles paralelas a la misma, de manera que el saldo final de la restricción del tráfico rodado termina siendo muy distinto al proyectado por los responsables municipales.