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Tomates de anuncio, dos huevos rotos y todo lo que pasó al hacer la compra por primera vez por internet

Llenar la nevera sin salir de casa puede ser maravilloso o un desastre. 

Llenar la nevera sin salir de casa puede ser maravilloso o un desastre. 
El transporte del online juega malas pasadas | LD

En general, internet nos ha cambiado la vida y en particular, el comercio online nos ha cambiado la forma de hacer la compra. Cada vez son más los clientes que deciden consumir a golpe de click ignorando a la tienda física, aunque hay un campo que todavía sigue sin convencer al público: la alimentación.

A los españoles les gusta ver, tocar, elegir y hasta oler, si les apuras, los artículos que se van a llevar a casa, sobre todo, cuando se trata de productos frescos. Si a esto le unimos lo poco atractivo que se les hace el tener que pagar por los gastos de envío, ya tenemos dos razones que explican por qué el supermercado tradicional es el que menos fieles está perdiendo con el auge del online. Su papel en nuestro país es tan insignificante, que este canal apenas abarca el 1,6% del pastel de la alimentación del gran consumo, mientras que otros sectores, como el textil, ya alcanzan el 7%, según los últimos datos de Kantar Worldpanel.

A pesar de lo lenta que está siendo su implantación, en el sector son conscientes de que el supermercado online llegará a nuestras vidas. Por eso, las grandes cadenas están inmersas en una carrera por captar al cliente de internet. Amazon, con Prime Now, fue pionera en nuestro territorio, lo que metió prisa a Mercadona, Carrefour y a DIA. De hecho, esta última, decidió en 2017 tomarse al pie de la letra lo de si no puedes con el enemigo, únete a él, y anunció una alianza de La Plaza, su marca premium, para vender a través de la estadounidense. Para probar en qué consiste eso de llenar la nevera sin salir de casa he elegido Amazon Prime Now. Por eso de ser la primera.

Comienza la prueba

Registrarse. No hay mejor repelente que ese para salir escopetada de cualquier web. La pereza me invade cuando pienso en que tengo que volver a introducir por enésima vez mis datos personales, la tarjeta de crédito/débito, inventar una nueva contraseña, validar el mail… Pero esto no le va a pasar a los clientes de Amazon Prime. En el super online les respetan hasta la misma contraseña

La compañía me da la bienvenida agasajándome con 10 euros de descuento en mi factura. La letra pequeña me explica que para conseguirlos tengo que comprar un mínimo de 50 euros. El ansia por la rebaja hace que me marque como reto superar esa cifra. Con este objetivo evitaré tener que pagar también los 2,90 euros que te cobran por los gastos de envío en compras de 10 a 40 euros. A partir de los 40 euros te llevan la compra a casa gratis. Todo son ventajas cuando gastas más.

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Para empezar, lo primero que hay que hacer es seleccionar La Plaza en el apartado de Comprar por tienda. Una vez dentro, mi primer impulso es echarle un vistazo a las ofertas. La decepción me invade. No encuentro por ningún lado ni esos 2X1, ni esas segundas unidades al 50% que tanto le gustan a DIA y a La Plaza. Algunos productos sí están rebajados, pero van desde unos pocos céntimos al 25%.

Pocas ofertas y muchas opiniones

Como los descuentos brillan por su ausencia, me decido a completar la lista de la compra que me he escrito en un papel (tampoco hay que digitalizarlo todo). Voy al buscador, que es bastante rápido y tiene la función de autocompletar. Empiezo a buscar la leche, los refrescos, las cervezas y una larga lista de productos de peso que me he decidido añadir al carrito. No es que le quiera hacer la vida imposible al repartidor, es que no tener que cargar con la compra es una de las 7 maravillas del comercio electrónico.

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El detergente también pesa y los tres comentarios positivos que tenía el Dixan me han hecho decidirme. Conocer las opiniones de otros clientes te da muchas pistas de lo que te vas a encontrar. Por ejemplo, ¿a quién no le apetece que su lavavajillas huela a limón cuando le metes el Finish Todo en 1, que encima está rebajado? pues resulta que tres clientes advierten a otros ilusos compradores de que el producto que les mandarán no es el de la foto, sino otro Finish de categoría inferior. Yo no pienso picar y me decido por la marca blanca.

A pesar de que las imágenes de los productos son buenas y te permiten hacer zoom para ampliar alguna parte del envase, echo de menos una descripción más detallada del producto. Por eso, casi todo lo que compro ya lo he consumido antes y también me ciño estrictamente a la lista de la compra, lo que evita gastar más de la cuenta con los productos gancho.

Control total del pedido

No necesito huevos, pero no me puedo resistir a comprobar si sobrevivirán al viaje. Lo mismo me ocurre con los tomates y manzanas, ¿a los clientes online les mandan los más feos?, me pregunto.

Llega el momento de pagar. He tardado una hora en comprar, pero seguro que es por ser novata, porque según la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas), se tarda entre 15 y 30 minutos, mientras que en un establecimiento son entre 20 y 45 minutos más el desplazamiento. Otra ventaja del online es que te permite volver a hacer las mismas compras tantas veces como quieras, y si te decides por esa opción, tardarás menos de un minuto en llenar el carrito.

Ahora, me toca elegir la franja en la que quiero que me llegue el pedido. Ni siquiera tendré que esperar a mañana porque como son las 3 de la tarde, estoy a tiempo de que me llegue de 8 a 10 de la noche.

Pedido realizado, mi única preocupación ahora es llegar a tiempo a casa para abrir al repartidor. ¡Vaya! Se me ha olvidado pedir algo congelado para ver si venía derretido o sano y salvo. Veo que hay una opción para que te llamen sin tienes alguna duda, la pulso, y en un minuto me está llamado el personal de atención al cliente. La rapidez es impresionante, aunque me explica que una vez realizado el pago, no se pueden añadir más artículos al pedido.

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Mientras se acerca la hora de la entrega, Amazon se encarga de recordarte que no se han olvidado de ti. A las 17:59, me mandan un mensaje al móvil para contarme que "mi comprador ha empezado a prepararlo". A las 18:19 ya está listo, y hasta puedo ver en el mapa la tienda donde lo he comprado. El control de la compra llega hasta el punto de que cuando el repartidor sale hacia mi casa, puedo seguir en directo todos los pasos que está dando.

A las 20:30 tocan al timbre. Un cargado repartidor me entrega todas las bolsas y me deja claro cuáles son "las de frío". Con una ilusión impropia para abrir unas bolsas de productos que he elegido y pagado yo, me lanzo a comprobar toda la mercancía.

Los huevos no llegan en condiciones

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Bien, bien, bien... ¿y estas mini servilletas? La primera sorpresa ha venido cuando las servilletas que me han traído serían las que usaría un liliputiense. Lo cierto es que la culpa es mía, debería haberme fijado en la medida de la descripción del producto, pero el efecto de verlo en la pantalla me hizo creer que tendría un tamaño normal.

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Sigo repasando artículos hasta que llega la hora de abrir la caja de los huevos y ... lo que me temía. Dos cascarones rotos embadurnan a sus compañeros de docena. El trajín del transporte ha asestado un duro golpe a este delicado producto.

No todas son malas noticias. Al abrir las bolsas de manzanas y tomates veo que son perfectos. Es como si hubiera ido yo misma a seleccionarlos cuidadosamente, o incluso, mejores. Solo me queda reclamar los huevos y, de paso, pruebo a ver qué pasa con las servilletas. Pues resulta que Amazon me ha devuelto el coste de los dos productos sin pedirme ninguna prueba. Parece que le sale más barato que venir a buscarlos. Como las ventajas pesan más que los inconvenientes, tengo claro que volveré a comprar online, aunque no creo que ose a volver a pedir nada parecido a unos huevos de gallinas alimentadas a base de maíz.

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