La crisis económica y humanitaria que vive actualmente Venezuela es un hecho sin precedentes históricos, sobre todo teniendo en cuenta que se inscribe fuera del contexto de una guerra, catástrofe natural o quiebra de un estado. Por aportar algunos datos, el colapso venezolano es aproximadamente 15 veces más profundo que la Gran Recesión de 2007-2008 de los Estados Unidos, casi el doble que la Gran Depresión de 1929 y que la recesión que acompañó a la Guerra Civil española, 3 veces más grande que la mayor recesión en la historia de Argentina, 4 veces más grande que la recesión más grande de la historia de Chile…
¿Cómo puede haber sucedido tal evento? Principalmente, por el ataque a los derechos de propiedad, un golpe directo a la capacidad de la sociedad para autoorganizar la producción. Como el régimen bolivariano ha eliminado los derechos económicos (comprar divisas extranjeras a precios de mercado e importar bienes, entre muchos otros), esto ha supuesto el desplome de la producción, fenómeno que se agravó con la caída del precio del crudo, de cuya producción depende casi exclusivamente la economía venezolana.
Como se puede observar, desde los máximos de 2012 hasta 2017, el PIB per cápita venezolano ha caído un 45,3%, esto significa que la tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR: Compound Annual Growth Rate) se ha desplomado un 11,37% cada año.
La bonanza petrolera duró aproximadamente 10 años, desde 2004 hasta 2014. Sin embargo, los últimos años no ha hecho sino disminuir la producción petrolera hasta llegar a mínimos históricos. Si miramos cómo se ha desarrollado esta actividad durante los años del gobierno bolivariano, vemos que desde 1998 ha caído un 69,4%, esto es, el equivalente a disminuir un 4,34% anual. Prácticamente toda la caída de la producción se ha producido en los últimos años.
Durante la bonanza petrolera, con los precios del barril por las nubes, el régimen comenzó a tapar la caída de la producción mediante las importaciones, financiadas con el dinero petrolero y con deuda externa. El tamaño de esta deuda aumentó de unos 25.000 millones de dólares en 2004 a algo más de 150.000 millones de dólares en 2014, lo que significa multiplicarla por 6 durante el auge petrolero.
Pero, tras el fin del boom, tapar la caída de la producción con importaciones se vuelve insostenible, con el consecuente desplome de estas últimas. En concreto, desde 2012, las exportaciones han descendido un 73,8% (el equivalente a un 32,5% anual) y las importaciones un 84,3% (el equivalente a un 30,95% anual).
Y cuando el régimen se quedó sin ingresos y con una gran deuda externa, decidió financiarse mediante la expansión monetaria, produciendo la mayor hiperinflación en la historia de América Latina. El FMI estima que este año la alcance el 1.000.000% (sí, un millón por ciento).
La hiperinflación de Venezuela es la 6º más duradera (empezó en noviembre de 2016) desde 1950 -se toma este período ya que las dos guerras mundiales produjeron hiperinflaciones como consecuencia de financiar las guerras mediante impresión de billetes-, si se utiliza el criterio del economista Steve Hanke, experto en hiperinflaciones. Este criterio califica como episodio hiperinflacionario aquel cuya inflación mensual supere el 50% durante 30 días consecutivos. Si utilizamos el criterio de Philip Cagan, esto es, una inflación mensual del 50% (calculada mensualmente) este período es el 16º más duradero, empezando en noviembre de 2017.
Además, como consecuencia de la experiencia bolivariana, Venezuela sufre el mayor movimiento migratorio de la historia del continente americano. Este éxodo puede haber superado al sirio. Según cálculos de Ricardo Hausmann, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, este éxodo es deentre 3 y 5 millones de personas -entre el 10% y el 15% de la población-.
Esta es la razón por la cual los países de América Latina (Ecuador, Colombia, Perú, Chile, Brasil…) han sido inundados por refugiados venezolanos. Esta es una crisis migratoria de magnitudes sin precedentes. Estos cálculos han sido estimados mediante los datos de venezolanos en el extranjero que aporta Facebook y mediante los datos de usuarios de Twitter que usaban esta red sólo en Venezuela en 2017 y preguntando dónde se encontraban ahora. En definitiva, un desastre económico y humanitario que ya ha pasado a los anales de la historia.