La crisis financiera internacional tuvo un fuerte impacto en la economía húngara. El crecimiento cayó del 3,9% al 0,4% entre los años 2006 y 2007. Un año después, en 2009, el PIB apenas avaló un 0,9%. En 2009 llegó un correctivo aún mayor: el PIB se desplomó un 6,6%. La situación era tan delicada que Budapest acordó con Bruselas y el Fondo Monetario Internacional un plan de "rescate" valorado en 20.000 millones de euros y materializado en un préstamo de urgencia.
En 2010, coincidiendo con la llega al poder de Víctor Orbán, la economía seguía sin recuperarse y apenas crecía un 0,7%. Bajo el mandato del controvertido dirigente conservador, el PIB experimentó inicialmente algunos vaivenes, creciendo un 1,7% en 2011 y cayendo un 1,6% en 2012. Sin embargo, el ritmo de la economía empezó a despegar en 2013, con un repunte del 2,1% que sirvió como preludio al 4,2% de 2014. En 2015 y 2016, la tasa de aumento del PIB fue del 3,4% y el 2,2%, mientras que en 2017 se dio un avance del 4%, nivel muy similar al esperado para el presente curso, 2018.
La crisis de empleo que sufrió Hungría no llegó a ser tan severa como la que atravesó España, pero su nivel de paro sí creció de forma progresiva entre 2007 y 2012, pasando del 7,4% al 11,1%. Esta deriva empujó al Gobierno de Orbán a flexibilizar el mercado de trabajo en 2012, con una reforma que redujo los costes de despido, facilitó el trabajo a tiempo parcial y redujo las cargas fiscales asociadas al empleo. Desde entonces, el paro ha caído con fuerza, situándose en el 3,9% según los últimos datos disponibles.
También se han introducido tres cambios de calado en el sistema tributario. El Impuesto sobre la Renta ha pasado de moverse entre el 17% y el 32% a contemplar un tipo único del 15%. La tarifa plana introducida en un primer momento fue del 16%, pero la subida del consumo impulsó los ingresos fiscales y permitió una nueva rebaja del tipo aplicado a las rentas de los trabajadores. En el Impuesto de Sociedades, la retención ha pasado del 19% al 9%, superando a Irlanda y convirtiendo a Hungría en el país que menos impuestos cobra a los beneficios empresariales. En el IVA, el tramo superior ha crecido dos puntos, pasando del 25% al 27%.
El gabinete de Orbán, cuyo referente en materia económica es el economista György Matolcsy, ha optado por rebajar levemente el gasto público. En 2010, los presupuestos consumían alrededor del 50% del PIB. En los años 2016 y 2017, dicho indicador cayó hasta el 46,5% del PIB, nivel similar al esperado para los próximos años. Esta contención ha permitido que la deuda caiga del 80% al 70% del PIB entre 2010 y 2018.
La mejora del desempeño económico del país ha permitido que la Administración Orbán liquide antes de lo previsto el préstamo de "rescate" concedido por la UE y el FMI al país centroeuropeo. Aunque el último pago estaba previsto para finales de 2014, el Ejecutivo húngaro cumplió íntegramente con sus prestamistas a mediados de 2013.
Al ritmo actual, el déficit medido en términos de caja quedará reducido a cero a lo largo del año 2020, según las previsiones del ministerio de Economía. El Banco de Hungría ha señalado que la rebaja del Impuesto de Sociedades no ha generado la caída de ingresos esperada, de modo que se estaría observando un efecto lafferiano, como ya explicó Libre Mercado.