Gritos, pitadas, provocaciones y ataques verbales en los que no dejaba de oírse "¡asesinos!, ¡vergüenza!, ¡no es jamón, es cerdo muerto". ¿A quiénes iban dirigidas semejantes lindezas? La diana de estos dardos eran los clientes y trabajadores del Museo del Jamón, una de las franquicias más antiguas de Madrid y que vive de poner platos y bocadillos de jamón ibérico.
«No es jamón, es cerdo muerto»
— Mercedes Mosquera (@mmmbango) November 9, 2018
Un absurdo grupo de falsos ecologistas no conocen límites. Su mamarrachada ha sido presentar sus «chistosas» credenciales frente al Museo del Jamón de Madrid para pedir la abolición del producto estrella de nuestra tierra. pic.twitter.com/8C1Jl07j0L
Los antiespecistas convocaron una manifestación en Madrid a través de su asamblea el pasado 3 de noviembre. Ese mismo día, decenas de clientes estaban degustando un bocadillo de jamón con su vino, platos de cerdo de bellota o filetes adobados en el interior del local, donde iban y venían las cervezas. Pero no iba a ser esa una jornada más en uno de los bares más concurridos de la cadena madrileña. Decenas de animalistas, a su paso por el restaurante, decidieron volcar su rabia contra el mundo cruel que habita en sus cabezas y les dieron un disgusto a los camareros y a los numerosos comensales que a esa hora se encontraban en la barra y mesas del lugar.
"¡Sois cómplices del maltrato y la crueldad!" y, de nuevo, "¡asesinos!" A más de un cliente se le atragantó la loncha de jamón, y no por pena, en vista de semejante percal. Inmediatamente, los indignados animalistas comenzaron a poner pegatinas en los cristales del Museo del Jamón "por los derechos de los animales". Entretanto, vociferaban y el ambiente comenzaba a tensarse entre los agresivos antiespecistas y el gentío del Museo del Jamón. Sin embargo, la crispación que provocaron no minó los nervios de los trabajadores y clientes insultados, quienes intentaron mantener la calma y no responder a las provocaciones, pese a las duras amenazas y descalificaciones de los manifestantes.
"El cerdo ibérico es lo más ecológico"
Este mal trago, o mal bocado, por el que han tenido que pasar los propietarios del Museo del Jamón ha sido la gota que ha colmado el vaso de su paciencia. Por primera vez, sus propietarios han decidido hablar sobre este desagradable suceso y responder a los antiespecistas en vista del cariz que está tomando el asunto del jamón.
"Por desgracia, esto cada vez va a más. El PACMA ya nos organizó otra igual. Lo hacen para hacer ruido, pero ya esto es imparable en redes sociales. Esta manifestación nos ha violentado muchísimo. El Museo del Jamón, al estar en la Puerta del Sol, ha sido testigo de todo tipo de huelgas generales y protestas, estamos acostumbrados, pero nuestros clientes no tienen la culpa", lamenta Luis Alfonso Muñoz Sánchez, director de comunicación de la empresa, en declaraciones a Libre Mercado.
Muñoz describe cómo son estos colectivos y qué persiguen: "El perfil siempre es el mismo. Son grupos de izquierda radical. Había consignas de Podemos y carteles anticapitalistas. Son siempre los mismos, buscan un referente con el que desahogarse y meterle el dedo en el ojo, con el que desahogar su ira y violencia interna vital. No les tenemos miedo, son violentos y absurdos. Ahora, le toca al jamón, pero podía haber sido una huelga contra empresarios o la selva del Amazonas, da igual. Además, lo que no saben es que el cerdo ibérico es lo más ecológico que hay dentro de la alimentación mediterránea".
Muñoz tiene claro qué querían. "Han venido a mi casa a insultarme, a llamarme asesino y pegar fotos de animales en el local. Saben lo que hacen y buscaban la provocación.Iban grabando con el móvil para motivar alguna agresión y tener un vídeo, tenían cámaras profesionales para poder tener la foto, querían llamar la atención".
"Nos da rabia. Los clientes se pusieron nerviosos, el Museo estaba a reventar. Los británicos no sabían qué estaba pasando y por qué estaban esos manifestantes tan agresivos con gente que estaba tomando una tapa de jamón. No entendían nada. Nos costó explicárselo a los extranjeros en ese momento. Imagínate estos turistas con una cerveza y con gente en su cara diciéndole asesino. Un espectáculo surrealista", narran el responsable de medios del Museo del Jamón.
Aún así, Muñoz está satisfecho con la respuesta que ha recibido tras el suceso: "Estoy contento con las llamadas y el apoyo de la gente y la sociedad que hemos recibido. Todo el mundo se ha volcado con el Museo del Jamón", comenta Muñoz. "Esto no hay por dónde cogerlo. Hay un cambio a la hora de alimentarse en la sociedad, siempre ha habido vegetarianos y veganos, pero respetando otras opciones de dieta. ¿Cómo es posible que vengas con esa violencia a no dejar comer a alguien una tostada con queso y chorizo?, se pregunta atónito.
Más allá del animalismo
Cabe aclarar que, en esta ocasión, detrás de estos actos vandálicos no se encuentra el PACMA, sino un nuevo movimiento que va un poco más allá con sus ideas: son los antiespecistas. Su ideario radical está cobrando fuerza en ciertas regiones de Francia, por ejemplo, donde los carniceros han tenido que reclamar al Gobierno protección especial para protegerse de sus ataques violentos.
Esta rama, más radical que la del animalismo tradicional, la ha tomado ahora con el jamón, producto estrella entre los españoles. Su objetivo es acabar con la pirámide alimentaria y subvertir la posición del hombre, poniéndolo al mismo nivel que una rana en el disfrute de derechos y libertades.
De hecho, Noviembre Antiespecista, nombre actual de la organización en Madrid, critica a los animalistas, ya que son "regulacionistas y permisivos con la ganadería". Por ello, se autoproclaman "abolicionistas", desean el fin de "toda explotación animal". Hasta tal punto llega su fanatismo, que tildan de "cómplice de asesinato" a quien se coma un filete de ternera. Su ideal es un mundo de hervíboros.
Y lo más curioso es que dicen no querer una sociedad basada en la tortura o la violencia animal, pero no dudan ni un ápice en insultar, atacar y violentar a quienes no piensan como ellos. Para mostrar su enfado e identificarse con sus congéneres animales, suelen disfrazarse con cabezas hechas de cartón de gallinas, cerdos y pollos...