El uso de electricidad que conllevó la minería del bitcoin en 2017 fue tan asombroso que solo 38 países de los 181 del mundo consumieron más energía. El Digiconomist Bitcoin Energy Consumption Index estima que los mineros de la criptomoneda consumieron entre 55,63 y 73,12 TWh de electricidad al año. Esto significa que minar un solo bitcoin costó 94.000 kWh.
Otros datos que se extraen del estudio son igual de curiosos. La minería bitcoin consume potencialmente la misma energía que 750 millones de usuarios, el 10% de la población mundial. Nigeria, con una población de 186 millones de personas, utiliza menos electricidad que los mineros del bitcoin. En total, la energía consumida anualmente equivale al 33% de lo consumido en Australia, el 24% de Reino Unido, el 14% de Canadá o el 2% de Estados Unidos.
¿Por qué gasta tanta energía?
Minar bitcoin es la manera que la criptomoneda tiene de crear nuevas monedas, hasta que se llegue al su número máximo, momento a partir del cual ya no se pueden crear más. Pero, mientras tanto, para crear un bitcoin se necesitan super ordenadores conectados permanentemente que consumen una gran cantidad de energía, solo así se consiguen nuevas monedas. Tanto es así que a un usuario común con un ordenador normal no le sería ni mucho menos rentable dedicarse a la minería. Para ello, hay empresas especializadas que se asientan en lugares donde la energía es más barata y así "traer al mundo" nuevas divisas.
En Estados Unidos, la ciudad de Plattsburgh, en la frontera con Canadá, es un paraíso energético para estas compañías. Gracias a la energía hidroeléctrica -la generan con una presa-, los ciudadanos solo pagan 4,5 centavos por cada KWv frente a la media nacional de 10 centavos por KWv. Pero es que, además, para las compañías el precio es de 2 centavos por cada KWv. Es decir, minar bitcoin en esta ciudad es un 80% más barato que en otros puntos del país.
Aunque, por el momento, ya hay dos empresas minando en Plattsburgh, el consumo eléctrico se ha disparado en los últimos meses hasta tal punto que la ciudad se ha visto obligada a comprar energía, elevando con ello la factura de la luz.