La señora María del Mar Espinar Mesa-Moles, concejala socialista del Área de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid, publicó hace unos meses en El País un artículo en el que defendía la propuesta de un bono cultural con más demagogia política que análisis.
Asegura la señora concejala que con esa propuesta
los socialistas pasamos de las Musas al Teatro. Dejamos las muestras de amor genérico a la cultura para articular mecanismos que consigan que la producción cultural no sea un lujo para pocos, sino una alternativa para todos.
Ahorro al lector otros fragmentos, porque van todos en la misma dirección: gracias a los socialistas, por fin, los pobres van a acceder a la cultura:
El bono cultural que proponemos los socialistas busca garantizar, ni más ni menos, el acceso a la cultura de los vecinos de Madrid que vivan en una situación de incertidumbre o desventaja social.
Nótese la indefinición del público objetivo: "Incertidumbre o desventaja social".
Pese a su retórica vaporosa, doña María del Mar sabe lo que necesita el pueblo: "El bono cultural es una necesidad perentoria para una cantidad considerable de madrileños". Esta afirmación es asombrosa, no sólo porque no viene avalada por ninguna evidencia, sino porque tampoco pretende la concejala preguntarles si quieren pagar ese bono a los madrileños, sean ricos o pobres, sean demandantes de cultura o no.
Pero este asunto no resulta espinoso para la señora Espinar Mesa-Moles, porque "ayudar a la gente no es perder dinero". Es una frase notable, en particular porque la señora concejala en ningún caso habla de "ayudar" a la gente con su dinero de ella, sino con el de la propia gente, que es la que financia todos los gastos del Ayuntamiento. Curiosamente, los políticos nunca piensan en esas personas, nunca piensan en que su coacción, la de ellos, puede representar una incertidumbre o desventaja social para ellas.