Pablo Casado se impuso en las internas de su partido gracias a un discurso ilusionante que, en economía, incorporaba las recetas liberales que defendió el PP hasta que el felón Rajoy decidió gobernar haciendo todo lo contrario. Frente al continuismo de Soraya Sáez de Santamaría, Casado planteó toda una revolución fiscal que permitiera reparar tanto mal causado.
La victoria de Casado, que siempre se ha proclamado liberal, debería ser la confirmación de esa vuelta a la normalidad popular, tan demandada por el electorado liberal-conservador. Sin embargo, hay señales preocupantes que cuestionan, y de qué manera, la sinceridad de dicho empeño. Así, Alberto Nadal, número dos del infausto Cristóbal Montoro en Hacienda y personaje muy próximo a Santamaría, no deja de aparecer en los medios de comunicación para matizar ideas expuestas por el líder popular y realimentar el discurso socialdemócrata que tanto daño ha hecho al PP.
Entre las salvajes subidas de impuestos pergeñadas por un para colmo ufano Montoro y la reducción de impuestos por importe de 19.000 millones de euros planteada por Casado hay una distancia sideral que excluye la componenda. Cualquier matiz a la idea de rebajar la tremenda presión fiscal que Rajoy impuso a los contribuyentes, y que el frentepopulista Sánchez no va sino a redoblar, debe considerarse una traición a los que vieron en Casado la alternativa liberal que iba a convertir a su partido nuevamente en una formación previsible y, sobre todo, fiable.
De momento, se trata solamente de declaraciones de un responsable de área. Pero bien haría Casado en desautorizar contundentemente las insidiosas largadas estatistas de Nadal. La política de Montoro hizo tanto daño a los españoles, que cualquier vuelta a la misma horrorizaría a los millones de votantes populares que Casado, en principio, pretende recuperar.