Frente a las explicaciones del progreso que toman como base las instituciones, el capital o el trabajo, Deirdre McCloskey defiende que son las ideas las que explican el desarrollo de Occidente. Siguiendo su explicación, nuestro bienestar cuelga ante todo del respeto y la tolerancia hacia los empresarios, que con sus innovaciones consiguen una mejora progresiva, descentralizada y continua en los bienes y servicios que tenemos a nuestro alcance.
Así las cosas, el giro anticapitalista que ha vivido Occidente en los últimos años merece ser analizado con cautela. La hostilidad al mercado, acentuada con la Gran Recesión, pone en entredicho el respeto y la tolerancia hacia los empresarios, lo que a su vez cuestiona la viabilidad de un sistema económico que depende directamente de esos valores burgueses.
Obviamente, el Occidente de las últimas décadas no ha sido una arcadia liberal, pero tampoco se puede negar el salto adelante que han dado los defensores del mercado desde los años 80 hasta hoy. Ahí están figuras políticas como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, episodios históricos como la desintegración de la Unión Soviética, éxitos empresariales como los de Silicon Valley o mejoras socioeconómicas sin parangón en la historia como las que ha posibilitado la globalización.
El problema es que la visión que tienen los occidentales de ese sistema al que a menudo llamamos capitalismo se ha ido deteriorando desde los años 90 hasta hoy. La propaganda anti-mercado nunca ha sido tan fuerte como ahora. Desde la caída del Muro de Berlín, la izquierda más radical ha dejado de proponer el comunismo y ha pasado a centrar su estrategia en culpar al mercado de todos nuestros males.
Este caldo de cultivo empieza a arrojar frutos, según explican Carlos Newland y Pál Czeglédi en un interesante ensayo que sirve como coda al último Índice de Libertad Económica publicado por el Instituto Cato, de Estados Unidos, y el Instituto Fraser, de Canadá. Ambos académicos han analizado la World Values Survey, un amplio panel de encuestas internacionales, para crear un Índice de Apoyo al Mercado que considera los niveles de apoyo que gozan valores burgueses esenciales como la competencia, la riqueza, la propiedad privada o la responsabilidad.
Como vemos en el siguiente gráfico, estos cuatro valores registran hoy niveles de respaldo social mucho más bajos que a comienzos de los 90, cuando se hablaba abiertamente del fin de la historia y se consideraba como descontado el triunfo del liberalismo económico y político. Ambos investigadores constatan que la evolución no ha sido tan favorable y que el apego global a la competencia, la riqueza, la propiedad privada o la responsabilidad como valores esenciales ha ido a menos.
Newland y Czeglédi van más allá. Por ejemplo, calculan cuál es el grado medio de apoyo a los valores burgueses observado en Estados Unidos y en el resto del mundo. Comparando 1990 con 2012, vemos que el apoyo a los valores burgueses ha caído de 8,6 a 7,3 puntos entre los estadounidenses de renta alta, mientras que entre los ciudadanos de ingresos bajos se observa una reducción de 6,6 a 5,2 puntos. Para el resto del mundo, la caída es de 7,6 a 6,3 y de 5,6 a 4,2 puntos, respectivamente.
España y la actitud ante el mercado
En Por qué soy liberal(Deusto, 2017) rescaté algunas encuestas que analizan la actitud de los españoles ante el mercado:
- El panel de opinión de Young Business Talents revela que solo el 35% de los jóvenes españoles dice contemplar con ánimo la posibilidad de ser empresario.
- El sondeo sobre emprendimiento de GAD3 apunta que apenas el 48% de los universitarios cree que tener una empresa "brinda estatus social y económico".
- El Eurobarómetro de la Comisión Europea nos sitúa como uno de los países menos optimistas ante la globalización, menos preocupados por reducir la deuda pública o menos entusiastas del rol del sector privado como creador de empleo.
- La Fundación BBVA ha determinado con sus encuestas que el 71% de los españoles cree que el Estado debe jugar un papel muy activo en el control de la economía.
- Los cuestionarios internacionales del Pew Research Center reflejan que solo el 45% de los habitantes de nuestro país creen en la superioridad de la economía de mercado.
- La línea de análisis ideológico del CIS revela que casi el 80% de los encuestados apoya una concepción estatalista a la hora de definir el papel de la Administración en el sistema económico.
Newland y Czeglédi demuestran que la desconfianza ante el mercado ha aumentado en Occidente, mientras que las anteriores encuestas certifican que dicho recelo es mayor en España que en otros países de nuestro entorno. Ni siquiera podemos contentarnos pensando que ya hemos consolidado un modelo lo suficientemente liberal como para asegurar la prosperidad futura, puesto que el último Índice de Libertad Económica nos deja relegados al puesto 60, con una nota de apenas 65 puntos sobre 100.
Ante semejante panorama, cabe preguntarse qué viabilidad tiene la economía de mercado en el largo plazo. Todos los días desayunamos con nuevas noticias que apuntan al aumento de los impuestos, las regulaciones, las limitaciones a la propiedad… Pero, peor aún, no parece que semejante panorama genere la suficiente contestación social como para detener el avance de las ideas contrarias al laissez faire. Por eso es importante incidir en la línea crítica, exigente e independiente de medios como Libertad Digital, donde la defensa de la economía de mercado está fuera de toda duda.