Al cine no le ha quedado otra. El empuje del cine online con plataformas como Netflix o HBO han obligado a los exhibidores a exprimirse el cerebro para no perder público. Las salas de cine se han transformado al completo. Las películas ya no se van a visualizar desde el punto de vista de un espectador que se sabe a salvo en su butaca viendo cómo el protagonista huye de un asesino en serie. No, ya no. No es que el asesino vaya a salir de la pantalla y degüelle a alguien del público. Acabáramos. Más bien, los amantes del séptimo arte van a sentir lo mismo que lo que le está sucediendo al actor que sale en la gran pantalla. O, si no, algo muy parecido.
Cinesa Luxe es la compañía pionera que acaba de estrenar sus dos salas futuristas. La empresa de exhibidores promete una "potente experiencia". Y lo es. Esta nueva tendencia del mercado cinematográfico está arrasando en Estados Unidos y, ahora, llega a nuestro país.
Ir de cañas al cine
El Centro Comercial Equinoccio en Majadahonda ( Madrid) ha sido el elegido para el estreno de las salas Screen X y I Sens de Cinesa. Ya sólo con entrar y sentarse en uno de los grandes butacones con mesa y bar justo a la entrada hace pensar que la película se va a ver con otros ojos. Nadie molesta por el gran espacio entre fila y fila. Cualquiera se puede levantar e ir al baño o a por palomitas sin parecer que está siendo un pesado. Esto ya se agradece.
La mesita individual que tenemos incorporada en cada confortable sillón invita a consumir algún plato o bebida. Observamos cómo la máquina de palomitas de los mostradores de la entrada sigue ahí, pero en un plano secundario. Vino, vodka, cerveza, embutidos, muffins, sushi y un sinfín de productos gourmet se encuentran listos para ser servidos por los nuevos dependientes convertidos en camareros. ¿Ir de cañas al cine? Sí, es el nuevo planteamiento. Pero hay más, todavía queda saltar al futuro.
La Sala I Sens cuenta con la tecnología más innovadora. La calidad visual y auditiva que se aprecia gracias a un proyector 4K y un sistema de sonido Dolby Atmos transforman las gafas 3D en algo anticuado. Atrás quedó el estreno de Avatar. Es cosa del pasado y eso que sólo hace nueve años desde que su director, James Cameron, nos propuso adentrarnos con las gafas de cartón en su universo de bichos azules.
Sin embargo, si I Sens te produce un gran placer visual por la enormidad de la pantalla gigante, a la sala Screen X le sucede todo lo contrario. Es el plato fuerte de Cinesa y no todo el mundo tiene sus sentidos aptos para el torbellino de sensaciones.
Screen X es un espacio único en España. Permite visionar la película en 270 grados. Una pantalla de pared a pared, unida a dos pantallas laterales, sitúan al espectador en medio de la acción que se está desarrollando. Es como si el público estuviera sumergido en una piscina de imágenes. Están pasando cosas delante de ti, a tu izquierda y derecha. Por tanto, eso de ver el cine con la cabeza recta mirando al frente, adiós. Ahora giras el cuello a un lado y a otro, cual partido de tenis.
El trailer comienza. Es una persecución y, sin saber cómo, ya estás dentro de un coche. Ventanillas a un lado y a otro. Llueve, sólo vemos las manos al actor en el volante. Está huyendo, oímos sirenas, el vehículo resbala, gira, da volteretas, hay un incendio, fuego en tu cara, estás rodeado, te pegan tiros... La gente hace el amago de agacharse y taparse los ojos. Los asientos no se mueven, pero tu cerebro está más que mareado, repleto de adrenalina. Te agarras a la silla, esto no es el 3D, va más allá y el público lo percibe desde el primer minuto.
Sí, es cierto, se puede sentir el agobio del delincuente que huye de la policía. Nos vamos a estrellar con él, por su culpa. Por fin, y tras varias vueltas de campana, el coche se estabiliza y termina la demostración. Screen X es una sobrecarga de estímulos visuales y auditivos que a un cuerpo hecho viendo cine en el siglo XX le cuesta un revuelto de estómago.
Al salir, las escenas no se comentan. Claro, hemos estado al borde del infarto. Las caras lo dicen todo. Muecas y rostros descompuestos. Algunos tienen náuseas, otros alucinan y están encantados. Parece que acabamos de bajarnos de una montaña rusa en un parque de atracciones. Pero no lo es. Estamos saliendo del cine del siglo XXI.