La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) presentó este jueves uno de esos informes que, en una situación normal, debería acaparar el debate público español. Si no estuviéramos ocupados con las votaciones en el Parlamento catalán, los chalets de los ministros o si hay o no adelanto electoral, probablemente habría tenido más eco.
Porque, además, las conclusiones son llamativas: la AIReF ha hecho una apuesta arriesgada, enmendándole la plana al INE o a Eurostat. El organismo presidido por José Luis Escrivá daba en la rueda de prensa de presentación de su estudio de "Previsiones demográficas" una cifra muy llamativa: España alcanzará en 2050 una cifra de "entre 51 y 60 millones de habitantes" (ahora estamos en algo más de 46,5 millones). Es decir, no sólo no habrá descenso de población, como podía preverse por el envejecimiento y el desplome de la natalidad, sino que puede subir hasta un 33% en los próximos 30 años. Casi nadie había planteado un escenario así hasta el momento. Por compararlo con el de los dos organismos citados (INE y Eurostat), estos hablan de entre 44 y 49 millones (y eso contando con la inmigración).
¿Cómo puede haber esta diferencia? Pues el grueso de la discrepancia se centra en la población en edad de trabajar (de 16 a 66 años). Como explica la AIReF, ellos prevén que se mantenga más o menos constante (la llegada de nuevos inmigrantes compensa el cada vez mayor número de españoles que van llegando al momento de su jubilación); mientras, el INE y Eurostat prevén que ese grupo de edad, el más importante en términos económicos-fiscales sufra un declive paulatino en estas próximas tres décadas.
La razón de dos previsiones tan diferentes está en la inmigración. La AIReF cree que la economía española no está abocada a un proceso de japonización (estancamiento asociado a envejecimiento), porque seremos capaces de atraer inmigrantes. De hecho, pone una cifra: 270.000 inmigrantes netos al año en su escenario central, dentro de una horquilla que se mueve entre los 220.000 y 320.000 inmigrantes al año dependiendo de diferentes escenarios. Es decir, que llegarán a España entre 6,5 y 10 millones de inmigrantes (en términos netos) de aquí a mediados de siglo (ver gráfico de la derecha con previsiones de la AIReF, el INE y Eurostat; click para ampliar).
Las cifras de población nativa son más fáciles de anticipar (sólo hay que ver cuántos españoles viven ahora mismo y calcular su esperanza media de vida). Por eso, es lógico que la discrepancia esté en lo que tiene que ver con la inmigración. En este sentido, es cierto que la AIReF también prevé un repunte de la natalidad entre los habitantes de nuestro país, pero el efecto sería menor que el que supone la entrada de nuevos inmigrantes.
Las implicaciones
Alguien podría preguntarse qué hace la AIReF (al fin y al cabo, un organismo de control presupuestario) haciendo previsiones demográficas. Aunque no está tan lejos de sus cometidos como pudiera parecer: las partidas más importantes del Presupuesto y las que más crecerán en los próximos años son las asociadas con el envejecimiento de la población, especialmente pensiones, sanidad y dependencia. Y en este contexto se enmarca este estudio.
De hecho, lo normal es que sea utilizado por los partidos a menudo a partir de ahora. Sobre todo en el siempre peliagudo debate de las pensiones. Tras los titulares que hablan de una población de 55-60 millones de personas se esconde un peligro, el de pensar que un escenario como el que plantea la AIReF supone la resolución de todos nuestros problemas. Es decir, que no es necesario plantearse una reforma del sistema, porque esos nuevos trabajadores que llegarán a nuestro país serán más que suficientes para sostener nuestra futura Seguridad Social. Eso no lo dice este estudio, que no se mete directamente en este tema, peor la conclusión facilona está ahí, sobrevolando todo lo que tiene que ver con la demografía y las proyecciones de población para las próximas décadas. Y eso sí sería muy arriesgado, porque el informe de la AIReF dice algunas cosas interesantes, pero también deja muchas dudas sin resolver:
*** Sobre la principal conclusión, esa llegada masiva de inmigrantes a España, cada uno tendrá su propio criterio. La horquilla de entre 220.000 y 320.000 entradas netas al año que maneja la AIReF no es descabellada. Otros países la han conseguido y en España se manejaron cifras similares en la época de la burbuja inmobiliaria.
Eso sí, no deja de ser una previsión y que se aleja mucho de las de otros organismos. Porque, además, que se haya alcanzado en el pasado no implica que vaya a lograrse otra vez ni que sea fácil mantener ese nivel durante tres décadas seguidas.
*** El segundo punto importante es de qué tipo de inmigración estamos hablando. La AIReF no se mete en esto, pero es clave en el análisis económico. Normalmente, la cuenta que se hace es del tipo: "Si en la próxima década salen del mercado laboral dos millones de españoles y llegan otros dos millones de inmigrantes, el saldo queda a cero". Pero no es tan sencillo, para eso tendríamos que hablar de trabajadores capaces de sustituir al que se marcha (o incluso, en la economía actual, cada día más tecnológica, ser aptos para los nuevos empleos generados). Puede que así sea o puede que no, pero lo importante aquí es que los números brutos no pueden explicar esto.
*** Del mismo modo, en lo que tiene que ver con la inmigración, hay muchas dudas sobre cómo evolucionará. La propia AIReF reconoce en su informe que la demografía es un tema en el que "las previsiones deben ofrecerse con una medida realista de su nivel de incertidumbre, que en el largo plazo es muy elevada". Nuestra primera intuición puede llevarnos a pensar que la tendencia será ascendente, como lo ha sido en los últimos años, con una creciente población joven africana que desea buscarse una oportunidad.
Pero hay muchas fuerzas que tiran en direcciones opuestas, entre otras las tensiones políticas-sociales-culturales en los países de acogida. Y no sólo es eso lo que genera dudas sobre el resultado final. Por ejemplo, es cierto que hay más población joven en países en desarrollo (esto en teoría haría crecer la inmigración), pero también lo es que hay un fuerte crecimiento económico en estos países, lo que quizás lleve a muchos de estos jóvenes a buscar una oportunidad cerca de casa. Inmigrar es muy complicado y más aún a un continente lejano. Si los países sudamericanos o del norte de África (principal fuente de inmigración hacia España) mantienen sus actuales tasas de crecimiento económico, no está nada claro que vayan a mantener sus patrones de movimiento de población. España seguía siendo mucho más pobre que Suiza o Alemania en los años 70-80, pero ya no era tan pobre en términos absolutos como cuando a mediados de los 50 se disparó la emigración hacia esos países. Y al igual que lo que se produjo en ese momento fue una migración interior, es fácil imaginar que algo así también pueda suceder en Marruecos, Ecuador o Perú (y estos países podrían comenzar a ser receptores de inmigrantes de sus vecinos). Hablamos a 30 años vista, un período muy largo de tiempo como para hacer previsiones.
*** Lo mismo, sobre la incertidumbre, puede decirse de la natalidad. Aquí hay dos apuntes que hacer. Por un lado, la AIReF plantea un escenario relativamente optimista, en el que el número de hijos por mujer crece del entorno del 1,4 en el que está ahora mismo hasta acercarse a los dos hijos por mujer en edad fértil. Su principal argumento es que esto es lo que ha ocurrido en otros países de nuestro entorno que vieron un desplome de la natalidad antes que nosotros.
Y es cierto que algunos países europeos han visto un ligero repunte de la natalidad. Pero cuidado, ni el fenómeno es homogéneo, ni constante (en varios de ellos ha habido retrocesos en los últimos años), ni tiene por qué darse en España. Podría ser, pero de nuevo hablamos de algo sujeto a cientos de factores fuera de nuestro alcance: funcionamiento del mercado laboral, patrones sociales, modas, evolución de los ingresos familiares, políticas públicas…
Pero es que, además, para cuando el problema del envejecimiento de la población española sea más grave (entre 2040 y 2060), esos niños que puedan nacer a partir de ahora ya casi llegan tarde. Si suponemos una entrada media al mercado laboral con entre 21-22 años, podemos ver claramente que los trabajadores españoles de 2040 o ya han nacido… o no hay remedio (otra cosas son los inmigrantes que puedan llegar en estos veinte años). No es que no sirva de nada que crezca la natalidad; entre otras cosas, porque un país con jóvenes tiene más posibilidades de endeudarse en los mercados para hacer frente a 5-10 años malos de gasto público. Pero por aquí tampoco puede esperarse la salvación, salvo cambio radical que nadie espera de un día para otro.
*** Porque, además, hay una cuestión importante: todo esto sólo sería un paliativo en lo que tiene que ver con el gasto público. Con inmigración o sin ella (y todos los organismos prevén una entrada neta de inmigrantes, en lo que difieren es en la cifra), la tasa de dependencia seguirá subiendo. No hay más que ver el siguiente gráfico. Incluso asumiendo la previsión más optimista (la entrada de inmigrantes hace que no caiga en números absolutos la población en edad de trabajar), el porcentaje de población que no trabaja respecto a la población de entre 16 y 66 años se va a disparar, del entorno de 25% actual a niveles de entre el 50 y el 60%.
*** Y finalmente, el elefante en la habitación en el que todo el mundo piensa, aunque no siempre se diga de forma explícita, cuando se habla de demografía: la sostenibilidad del sistema de pensiones. El informe de la AIReF es muy peligroso a este respecto porque probablemente lo que ocurrirá es que una buena parte de la población y los políticos lo único que recordarán del mismo será el titular, lo de los posibles 60 millones de habitantes. Y claro, en un país tan refractario a los cambios como España y en un tema tan espinoso como las pensiones, esta cifra será la excusa perfecta a la que se agarrarán unos y otros para no tocar nada. Si ya se intuye que el Pacto de Toledo y los grandes partidos tienen muy pocas ganas de reformar de verdad la Seguridad Social, imagínense ahora.
El problema es que esto supone un enorme riesgo, por varios motivos. El primero es que, como hemos dicho antes, todo esto no dejan de ser previsiones y proyecciones hacia un futuro incierto. Podrían cumplirse… o no. La idea que dominaba las reformas de las pensiones de 2011 y, sobre todo, en 2013, era que el sistema debía ser flexible, para responder a la situación económica real del país: si había dinero en la caja, las pensiones subirían más; si no lo había, habría que apretarse el cinturón. La semana pasada, tras el anuncio de la vuelta al IPC, todo aquello saltó por los aires. Ahora estamos en manos de la moneda del crecimiento (o no, o menor del esperado) de la población.
Porque, además, no hablamos sólo de reforma de las pensiones. A lo largo del documento, la propia AIReF alerta de una cuestión fundamental "esta incertidumbre en el largo plazo es el reflejo de la libertad que tiene la sociedad para cambiar hoy su realidad de dentro de 50 años". O lo que es lo mismo: mucho de lo que ocurra en este tema dependerá de las medidas, muchas de ellas políticas, que seamos capaces de adoptar. Cuando decimos que España será capaz de atraer inmigrantes parece que se da por hecho que esos inmigrantes querrán venir o no tendrán otros destinos. Pero eso no está nada claro.
Al final, los países con mejores condiciones laborales, más competitivos y con más oportunidades también serán los que se lleven el gato al agua en este aspecto. Tiene razón la AIReF que en parte será la sociedad española (y sus políticos) la que decidirá si se mete en un proceso de japonización o de canadización (por poner dos países con tendencias opuestas en cuanto a inmigración o demografía). La pregunta es si titulares como los de este jueves ayudan a esas reformas o si nos mandan en la dirección contraria. Y hacia dónde nos dirigen los cambios que se intuyen en el corto plazo (en mercado laboral, en impuestos, en pensiones, en gasto público). En 2050, la respuesta.