Pedro Sánchez se vio el pasado día 26 de septiembre con algunos de los inversores más importantes del mundo. El encuentro se celebró en la residencia del embajador de España ante la ONU, lo que permitió que algunos de los peces gordos de Wall Street se desplazasen con mayor facilidad hacia el encuentro.
Según explicó Carlos Segovia en El Mundo, la reunión contó con la presencia de Stephen A. Schwarzmann, presidente de Blackstone, así como de Colm Kelleger, mandamás de Morgan Stanley. A ellos habría que sumar un buen puñado de altos cargos del sector financiero, que dedicaron algo más de una hora a dialogar con Sánchez.
"Mí línea roja es que tenemos que cumplir nuestros compromisos con la UE en términos de déficit público y deuda". Ese es el mensaje que repitió en varias ocasiones un Sánchez que parecía ser muy consciente del nerviosismo que despiertan sus propuestas de gasto entre los inversores internacionales. De hecho, el líder socialista hizo declaraciones muy similares ese mismo día, en una conferencia organizada por el Council of Foreign Relations.
El problema es que su discurso no se corresponde con sus acciones en el plano doméstico. De momento, ya ha comunicado a Bruselas que no va a cumplir los objetivos de déficit público pactados con las instituciones europeas. La revisión de estos umbrales supone un fuerte aumento del gasto público, que será cargado a las espaldas de los españoles por dos vías: más endeudamiento y más impuestos.
Libre Mercado ya explicó en su momento que las propuestas de gasto que ha hecho el Ejecutivo socialista se traducirán en un repunte de 23.400 millones de euros en la deuda pública del Reino de España. No hay que olvidar que España es el segundo país de la UE-28 que cubre más días de gasto fiscal con cargo al Tesoro, de modo que este tipo de medidas generan especial tensión entre la comunidad inversora internacional, que conoce bien la delicada situación de nuestras finanzas públicas.
En términos per cápita, los planes de Sánchez acarrean un gasto extra de 540 euros por habitante o 1.230 euros por asalariado. Semejante despilfarro podría ser cubierto solamente con subidas de impuestos que, en el programa de los socialistas, alcanzan los 40.000 millones de euros. Pero, de momento, estas ocho subidas de impuestos chocan con la compleja realidad política de un gobierno que parece ir de escándalo en escándalo.
Hay, además, tambores de desaceleración que resuenan con fuerza en las oficinas de análisis económico que evalúan la deuda española. Quizá por eso, el doble discurso de Pedro Sánchez recuerda lo vivido con José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2008 visitó Nueva York y se reunió con altos cargos de Wall Street, ante los que declaró que "el sistema bancario español es quizá el más sólido del mundo".
Aquella visita de ZP a la Gran Manzana dejó otros titulares que envejecieron especialmente mal. "España recuperará pronto la senda de su crecimiento potencial", afirmó el entonces presidente del Gobierno. "Somos el país con más capacidad para crecer y superaremos a Francia en renta per cápita dentro de tres o cuatro años", apuntó.