Corría el año 2007. Para enfado de muchos de sus votantes, el gobierno del republicano George W. Bush decidía asumir el discurso de la izquierda en clave energética. Entre las distintas medidas anunciadas por el exmandatario estaba un decreto presidencial que instaba a promover y subsidiar la producción de renovables. El objetivo último era reducir la dependencia energética del país del Tío Sam.
Apenas un año después, en 2008, el triunfo electoral de Barack Obama desbloqueó un auténtico maná de dinero público con el que se financiaron numerosos proyectos empresariales enfocados en la producción de energía limpia. En el centro del mensaje del nuevo presidente estaban los tradicionales alegatos ecologistas de la izquierda, pero también un firme compromiso con la reducción de la dependencia energética.
El caso es que, como señaló recientemente un editorial del Wall Street Journal, la mejor forma de conseguir este objetivo compartido por los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama no era regar de subsidios a las empresas especializadas en energías renovables… sino abrazar una vieja máxima de la derecha estadounidense a la hora de hablar de estas cuestiones: "Perfora, cariño. Perfora".
No hay que olvidar que, en 2008, la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, fue vilipendiada por la izquierda y criticada por ciertos sectores de la derecha cuando repitió dicha proclama en uno de los actos de campaña de John McCain, el senador recientemente fallecido que encabezaba entonces una compleja campaña para alcanzar la Casa Blanca.
Sin embargo, aunque Obama nunca fue partidario de "perforar" a diestro y siniestro, lo cierto es que el gobierno de Estados Unidos no pudo hacer gran cosa para evitar el boom del fracking. Al fin y al cabo, como la tecnología es legal y los campos en los que se desarrolla son privados, las únicas trabas que pudo presentar el ex presidente se referían a los oleoductos que transportaban el oro negro.
El caso es que, desde el pasado mes de abril, los principales campos de producción de petróleo mediante fractura hidráulica han empezado a convertirse en exportadores netos de crudo. En Houston-Galveston, la producción vendida al extranjero en abril rebasó en 15.000 barriles el volumen de crudo despachado en el mercado doméstico. La diferencia, de hecho, no ha parado de aumentar. En mayo, el último mes con datos 100% cerrados, la diferencia había saltado hasta los 470.000 barriles.
Hasta 2015, la venta al extranjero de petróleo estaba comprometida por distintas regulaciones aprobadas cuatro décadas atrás. La Cámara de Representantes, con amplia mayoría republicana, tomó nota del auge del fracking y acabó con esta prohibición. Desde entonces, la brecha entre importaciones y exportaciones ha caído de 9 a 6 millones de barriles, con sesgo a la baja. Si a esto le sumamos las perspectivas de crecimiento de muchas de las explotaciones del sector, no parece descabellado pensar que lo que está pasando en Houston-Galveston pueda llegar a reproducirse en el conjunto del país.