Alquilar una casa en Estocolmo o en alguna otra de las principales ciudades suecas se ha convertido en una misión imposible para los residentes en el país. Solo en la capital ya hay más de 570.000 personas en lista de espera para poder alquilar un piso, siendo la primera vez en la historia que se alcanza esta cifra. Pero esto no es todo. Arrendar un apartamento en un barrio céntrico como Vasastan, Kungsholmen u Östermalm tiene una lista de espera de entre 23 y 20 años.
Los motivos principales por los que se está dando este fenómeno se pueden resumir en tres claves: aumento de la población de un 2% anualmente por la inmigración y las altas tasas de natalidad, un sistema regulatorio asfixiante y que el 90% de las viviendas residenciales están en manos de empresas públicas o privadas, solo un 10% pertenece a propietarios individuales.
Desde la década de los 70, Suecia tiene un sistema de valor de utilidad, llamado Bruksvärdesprincipen, que regula las condiciones en las que se debe arrendar una propiedad. Una de las condiciones es que el contrato de alquiler que se firma es por tiempo indefinido y solo se puede terminar por causas tasadas, tales como el impago de la renta o la venta de la casa. Pero la clave de este sistema es que el precio del alquiler se fija tras un proceso de negociación entre asociaciones de propietarios e inquilinos, que deben cumplir, a su vez, con las reglas de las administraciones supervisadas por los tribunales regionales de renta. Si la negociación fracasa se acude al Tribunal y éste fija el precio. Además, el límite del precio solo puede superarse en un 5% en comparación con lo que otros inquilinos paguen por viviendas similares.
Estas normas se aplican independientemente de que el propietario sea una empresa pública, una privada o un propietario individual. Todos deben ceñirse a lo establecido. De esta manera, en un barrio de la ciudad en el que el alquiler sea de 500 euros –en función de los metros cuadrados–, un propietario solamente podrá alquilar su piso por un máximo de 525 euros. Se toma como referencia lo que pagan los inquilinos que residan en la zona y que vivan en pisos similares al que se pretende alquilar.
Desgraciadamente, estas no son las únicas restricciones. Para arrendar una casa hay que registrarse en una lista de espera municipal y es el Ayuntamiento el que dictamina quién puede alquilar un piso que se ha quedado libre. Aunque otro propietario esté dispuesto a pagar más, la vivienda se adjudica por orden en la lista. El tiempo medio de espera en Estocolmo en 2013 era de 10 años, ahora ha superado los 15.
Es decir, las reglas suecas sobre alquiler van en contra del sistema de libre mercado, ya que es cada región la que fija los precios y a quién se alquila. Esto se tradujo en que durante varios años la construcción de nuevas viviendas se mantuviese muy parada. A finales de 2009, comenzó una desregulación para la construcción de nuevas viviendas, lo cual hizo que se pasaran a construir 20.000 casas por año a 50.000, pero aún así sigue resultando insuficiente para cubrir la alta demanda de alquiler.
El mercado inmobiliario sueco también vive una situación extraña. Los precios de venta de viviendas son muy volátiles y varían casi cada año. Sin embargo, la fuerte restricciones al alquiler han hecho que la renta se mantenga por debajo del 2% de crecimiento en el precio final en los últimos años. Una contención de precios que, sin embargo, se ha traducido en una sustancial escasez de pisos en alquiler... Alquilar se ha convertido en una misión imposible para muchos suecos.