La batalla en torno al derecho a la propiedad en Sudáfrica es percibida a veces como una guerra entre blancos y negros. Gracias a una mayor tradición comercial y a las leyes racistas que impusieron en el pasado, los blancos poseen buena parte de las tierras agrícolas y de la propiedad privada de valor en el país.
Según esta percepción simplificadora, pero no del todo falsa, los sudafricanos de origen europeo defienden este derecho de los intentos de limitarlo por parte de los representantes políticos de la mayoría negra, que, empezando por el Gobierno, apuestan por expropiar y redistribuir terrenos y riqueza como método para emancipar al sufrido pueblo africano. Es lo que está ocurriendo actualmente con los planes del Gobierno de nacionalizar tierras en propiedad de blancos para acelerar el acceso de la mayoría negra a los terrenos agrícolas, un proyecto que ya ha golpeado con fuerza a la economía antes de echar a andar y que ha encontrado en distintos grupos de sudafricanos blancos la oposición más sólida y activa.
Pero la realidad jamás respeta los bloques monolíticos en que la compartimentamos para poder explicarla. En la Sudáfrica democrática hay, por supuesto, dueños de tierras negros y gente de esa misma raza que ha comprado o aspira a comprar casas y todo tipo de bienes y cree en el ahorro, la acumulación y la iniciativa propia como mecanismos insustituibles para prosperar. Pese a provenir de grupos culturales distintos, y haber estado en aceras enfrentadas de la historia cuando la raza determinaba, en buena medida, la suerte que corría cada persona, estos sudafricanos negros están más cerca en sus intereses y decisiones de los blancos que defienden el derecho a la propiedad, quienes, a su vez no pueden estar más lejos de aquellos sudafricanos de origen europeo, normalmente intelectuales, que apoyan la redistribución forzada para sanar las heridas de las injusticias históricas.
Partidos y movimientos sudafricanos de tendencia indigenista y roja llaman a menudo a los descamisados a ocupar tierras ajenas para cobrarse las facturas de una marginación secular con la que explican todas sus desgracias. Cada vez más sudafricanos pobres, más o menos dirigidos por estos agitadores políticos, han seguido estos consejos en los últimos años, okupando tierras de todo tipo de propietarios rurales y urbanos que apenas reciben protección de un Gobierno en la encrucijada de las obligaciones de estar al mando del Estado y la vía revolucionaria que propone en sus discursos.
Afrikáners al rescate del propietario negro
El empresario Motodi Samuel Maserumule y sus socios comerciales Diphethe Bopape y Kgosi Letsi Phaahla, todos ellos de raza negra, son dueños de varios terrenos agrícolas en el norte de Pretoria. Un día del mes de agosto, un grupo de okupas entró sin permiso en su propiedad y erigieron allí una choza metálica desde la que vendían parcelas de tierra okupada a quienes seguían llegando. El número de intrusos crecía día a día hasta alcanzar el centenar. "Fui a la comisaría de Policía de Soshanguve (en Pretoria) a abrir un caso contra los intrusos. La policía se negó a aceptar mi denuncia", dijo a medios locales Maserumule. "Uno de mis vecinos sugirió que contactara a Afrifórum", añade en referencia a la organización de defensa de los intereses de los afrikáners.
Con más de 200.000 miembros y sin recibir ninguna ayuda del Estado, Afrifórum trabaja incansablemente para contrarrestar entre el pueblo afrikáner los efectos de la discriminación positiva hacia los negros, al tiempo que pone en marcha proyectos para garantizar a sus afiliados y sus familias estándares en sanidad, seguridad y educación y cultura que el Gobierno ha comprometido con su corrupción e ineficacia. Pese a priorizar como toda asociación de este tipo a sus afiliados, Afrifórum -a quien a menudo se acusa de racismo y nostalgia del apartheid- beneficia a toda la sociedad con sus conquistas en materia, por ejemplo, de seguridad pública, y al vigilar de cerca posibles abusos del Gobierno, como los que se derivarían de debilitar el derecho a la propiedad.
Afrifórum ya ha asistido en el pasado a numerosos granjeros -que son mayoritariamente blancos y afrikáners en Sudáfrica-, y ahora acudió al rescate de Maserumule y sus socios al iniciar en su nombre ante el Tribunal Superior de Pretoria una acción legal para forzar a la policía a desalojar a los okupas de las tierras de los empresarios. Fotografías de Maserumule y sus aliados blancos de Afrifórum aparecieron estos días en la misma prensa sudafricana que a menudo tilda de racista a la organización. El empresario se refirió a lo ocurrido en su granja con los okupas como una pesadilla y agradeció a Afrifórum su apoyo: "No sé qué habría hecho sin ellos".
Maserumule expresó también sus sentir sobre las expropiaciones a granjeros blancos que prepara el Gobierno: "La expresión expropiación de tierra sin compensación no me provocaba ninguna emoción hasta el lunes, porque ahora es en mi propiedad y puedo decir que no es para nada agradable".
Un aliado real
La postura de Afrifórum contra la reforma de la tierra que propone el Gobierno le ha granjeado además la amistad del rey de los zulués, Goodwill Zwelithini kaBhekuzulu, que teme que las propiedades que administra en nombre de su pueblo le sean expropiadas y amenazó con impulsar la secesión de Zululandia si esto ocurre.
"Esta política (de expropiaciones y nacionalizaciones) no solo tendría consecuencias destructivas para la economía. Es también una amenaza para la conservación de las comunidades culturales y locales", dijo el vicepresidente de Afrifórum, Ernst Roets, sobre la toma de postura del rey zulú. Roets recordó que Afrifórum siempre ha creído "en la descentralización del poder político en favor de comunidades locales" como una forma de "mantener la diversidad cultural" de Sudáfrica, en la que los afrikáners y los zulúes, dos de sus tribus más orgullosas, representan un papel fundamental.
La sintonía entre la Casa Real zulú y Afrifórum se concretó de julio con una reunión entre el rey, su abogado y los dirigentes de Afrifórum Kallie Kriel y Flip Buys, que acordaron crear un equipo conjunto de trabajo para avanzar en cuestiones como la armonía entre grupos culturales en el país o su mutua preocupación por las posibles expropiaciones de tierras. Kriel fue, además, uno de los invitados al 70 cumpleaños del monarca, celebrado con fasto tradicional en el Palacio Real de Enyokeni, situado en la localidad de Nongoma, de la provincia oriental de KwaZulu-Natal.