La tragedia del puente que se derrumbó el martes en Génova, causando un total de 38 muertos, está siendo empleada por el Gobierno italiano para arremeter contra las supuestas políticas de austeridad impuestas por Bruselas, pero este discurso no se sostiene, al menos, por dos motivos. En primer lugar, porque cada país es soberano en materia presupuestaria, pudiendo así decidir libremente qué partidas recortar o qué impuestos elevar para tratar de cumplir con los objetivos de déficit acordados con las autoridades comunitarias. Y, en segundo término, porque, si bien Italia -al igual que España- ha reducido la inversión pública en infraestructuras durante la crisis, este recorte se ha centrado en la obra nueva y no tanto en el mantenimiento de las carreteras.
De hecho, a diferencia de lo que señala el Ejecutivo formado por el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, muy críticos con los supuestos recortes aplicados en esta materia, Italia es uno de los países de la OCDE que destina más dinero a la conservación de las vías existentes, superando el 0,5% del PIB en 2015, tan sólo por detrás de Letonia, Nueva Zelanda y Noruega. En concreto, el país destinó a la reparación de carreteras antiguas un 76% más que a la renovación o construcción de nuevas vías, la mayor diferencia de los países ricos.
Y esto, según los expertos, no siempre es lo mejor. Cuando las infraestructuras son antiguas y deficientes, a veces sale más a cuenta derruirlas y volver a levantarlas que aplicar parches, tal y como sucede en Italia. Antonio Brencich, especialista en hormigón armado de la Universidad de Génova, advirtió en 2016 que el puente era "un error de ingeniería", con su cubierta y cables deteriorándose rápidamente. A fines de la década de 1990, la cantidad destinada a reparar el puente ya había alcanzado el 80% de su coste original, cuya construcción concluyó a finales de los años 60. Brencich advirtió de que sería más económico "demoler el puente y reconstruirlo" de nuevo.
Sin embargo, esa recomendación cayó en saco roto, ya que las reparaciones continuaron. Antonio Occhiuzzi, director del Instituto Tecnológico de la Construcción de Italia, dijo que esta preferencia por las soluciones rápidas era una debilidad nacional. "Nuestra postura, por lo general, es tratar de conservar y no demoler y reconstruir, como sucede en otros países".
De ahí, precisamente, que el gasto destinado al mantenimiento de carreteras no solo sea uno de los más altos de la OCDE, sino que se ha recuperado por completo a pesar de la crisis. Entre 2008 y 2011, esta partida sufrió una caída de hasta el 40%, al pasar de 10.000 a cerca de 6.000 millones de euros anuales, pero, hoy por hoy, se acerca a los niveles precrisis, con algo más de 9.000 millones.
La obra nueva, por el contrario, sí ha registrado un fuerte descenso sostenido en el tiempo. En 2006, Italia dedicaba el 0,92% del PIB a al construcción de nuevas carreteras, la tercera mayor cuantía de la OCDE, pero en 2015 esta partida apenas representaba el 0,3%, quinto puesto por la cola. Así, mientras que Italia destinaba más de 13.000 millones de euros a obra nueva en 2007, esta partida descendió a uso 5.000 millones en 2015, una caída superior al 60%, la más intensa de las grandes potencias del euro.