Nils Karlsson es el presidente del RATIO Institute, uno de los think tanks liberales más importantes de Suecia. Recientemente, ha publicado el libro Statecraft and liberal reform, una especie de "hoja de ruta" pensada como manual para políticos que quieren implementar reformas liberales con éxito. Libre Mercado ha asistido a su charla en el Europe Liberty Forum de ATLAS Network para conocer en primera persona las tesis del académico escandinavo.
- Los liberales tenemos las cosas más o menos claras a la hora de determinar qué reformas económicas son más urgentes o necesarias. El problema, por tanto, es otro. ¿Cómo promovemos esas ideas? De eso trata su libro.
En efecto. Estoy totalmente de acuerdo en que dedicamos mucho tiempo a pensar en el tipo de medidas que son convenientes, pero muy poco tiempo a estudiar cuál es la forma de hacer políticamente viables esas reformas. Tenemos que ser conscientes de que el electorado occidental muestra un alto nivel de rechazo a las reformas estructurales, especialmente cuando conllevan un giro hacia una mayor libertad económica. Por tanto, la viabilidad política de la reforma es un reto vital.
- ¿Por qué ese rechazo?
Hay intereses enquistados, opiniones formadas, dinámicas políticas complejas… De modo que, a la hora de dar el paso, la reforma nunca es un proceso sencillo. Incluso cuando buena parte de la sociedad sabe que es necesario avanzar en cierta dirección, el ciclo político puede verse entorpecido por protestas, escándalos, etcétera.
Hay muchos liberales que se instalan sistemáticamente en una especie de atalaya pesimista: "Tenemos razón, pero nunca se impulsarán nuestras ideas". Pero la evidencia muestra que sí se han aprobado con éxito muchas reformas liberales en nuestras democracias…
Es cierto que, en muchos círculos, ha calado esa idea de que no hay nada que hacer, de que todos somos intervencionistas, de que el Estado siempre va a más. Pero, como dices, hay ejemplos que nos demuestran que esto no tiene por qué ser así. Mi libro explora dos casos opuestos: las reformas liberales que aprobó Australia y las que introdujo Suecia. Son economías muy distintas, pero ambas han logrado avanzar significativamente en los índices de libertad económica.
- ¿Cómo se consigue sacar adelante esas reformas?
Las ideas están al comienzo del ciclo reformista. No es fácil cambiar los valores de la población, pero sí las creencias sobre lo que funciona y lo que no funciona. Esto forja una valoración social de lo que sirve y debe ser defendido. Creo que esta noción sí ha calado, de modo que me preocupa más bien lo que tiene que venir después, porque es ahí donde nos quedamos más cortos.
- ¿Y qué es lo que viene después?
Hacen falta emprendedores de la reforma, capaces de (1) desarrollar y articular ideas, (2) influir en la opinión pública, (3) presionar a las altas esferas políticas y (4) concretar las ideas generales con estrategias claras para la reforma. Podemos ser popperianos y limitarnos a razonar argumentos para el cambio, pero creo que también hay que ser un poco kuhnianos y un poco maquiavélicos.
- Explíqueme esto último…
Thomas Kuhn habló de revoluciones científicas. Si aplicamos su pensamiento, deberíamos aprovechar crisis concretas o episodios controvertidos para emplear datos llamativos y crear un relato atractivo que nos convierta en una alternativa efectiva. Por su parte, Nicolás Maquiavelo nos enseñó que el juego de la política implica bajar a la arena y aplicar tácticas que maximicen nuestro poder. Sembrar división entre quienes se oponen a nosotros, justificar los cambios echándole la culpa a la oposición… Todo eso también es necesario y los liberales que lo ignoran pecan de ilusos
- ¿Por qué Australia y Suecia?
Son las dos economías que más se han abierto y liberalizado en las últimas décadas. En Suecia, el primer paso fueron las desregulaciones de la segunda mitad de los 80, que abrió los mercados crediticios, la inversión en bolsa, la energía, el servicio postal, el teléfono, los ferrocarriles, las aerolíneas. En los 90, se reformó la política agraria, se redujeron los impuestos aplicados a las empresas y las personas, se vendieron participaciones públicas en distintas empresas, se aplicó el cheque escolar y sanitario para permitir la entrada de operadores privados en los servicios sociales, se modificó el sistema de pensiones para incorporar un pilar de ahorro privado y limitar las contribuciones para evitar déficits estructurales… Y en los 2000 se abolió el impuesto de sucesiones, se suprimió el impuesto de patrimonio, se ampliaron las deducciones fiscales… Ha sido una transformación muy intensa.
En Australia, los años 80 marcaron la desregulación financiera, la reducción de aranceles, la rebaja de los impuestos a las familias o el fin de la negociación colectiva. En los años 90 se introdujeron las pensiones de capitalización y distintos protocolos de gestión privada de servicios públicos, por ejemplo en los servicios de empleo. Y en los 2000 se redujo el gasto público y se modificaron las regulaciones laborales para hacerlas más flexibles. Es otro caso de éxito que tenemos que reivindicar.