La fracturación hidráulica o fracking fue concebida como técnica extractiva en 1860, cuando diversos científicos norteamericanos desplegaron inyecciones de nitroglicerina en yacimientos de la costa este estadounidense. La tecnología siguió desarrollándose con paso lento durante más de un siglo hasta que, en 1998, el empresario George P. Mitchell logró la primera fracturación hidráulica comercialmente viable.
Desde entonces, la generalización de este método productivo ha permitido que el país del Tío Sam aumente significativamente sus reservas de gas y petróleo, ayudando también a multiplicar un 45% su producción energética y consiguiendo importantes ahorros económicos para el sector privado. Un éxito en toda regla.
Philip Rossetti, director de estudios energéticos de American Action Forum, ha estudiado las dinámicas de la energía en el país norteamericano y ha concluido que el ahorro energético conseguido en los últimos años asciende a la friolera de 431.000 millones de dólares, es decir, el 2,4% del PIB.
El grueso de dicho ahorro se explica por la intensa producción de petróleo que ha facilitado la expansión del fracking. El shock de demanda ha abaratado en 389.000 millones el gasto que asumen anualmente las empresas y las familias para cumplir con sus necesidades energéticas.
Pero también los campos de gas natural han salido beneficiados con esta técnica extractiva, puesto que la fractura hidráulica ha permitido elevar la productividad de dichos yacimientos, hasta el punto de hacer viables miles de proyectos que se encontraban aparcados por motivos logísticos y de coste. En este caso, el ahorro anual que permite el aumento de la producción nacional asciende a 57.000 millones por año.
Rossetti calcula que la producción estadounidense de petróleo ha subido un 74% durante la última década, mientras que la generación de gas natural ha aumentado un 30%. Un boom sin precedentes que, además, ha ido acompañado de una notable mejora en los precios de las energías renovables. Y es que, aunque sus cifras siguen lejos de las que arrojan las fuentes energéticas dominantes, la eólica ha aumentado su producción un 344% y la solar la ha disparado por 5.942%.
¿Y qué hay del medio ambiente? El analista del AAF ha analizado lo que ha ocurrido con los principales indicadores de polución del aire y ha concluido que la evolución de los últimos años ha sido mucho más favorable de lo esperado. La contaminación energética por dióxido de carbono se ha reducido un 20%, mientras que la derivada del dióxido de azufre ha bajado un 80% y la generada por el óxido de nitrógeno ha caído un 60%. Esta es, por tanto, una revolución verde que, curiosamente, no genera entusiasmo entre quienes dicen ser "defensores de la naturaleza".