Todo apunta a que España está entrando en una nueva fase económica tras el fuerte avance del PIB y la intensa creación de empleo registrados en los últimos años. La economía nacional salió de la recesión a finales de 2013 y, desde entonces, ha encadenado cuatro años consecutivos de crecimiento, llegando incluso a superar la barrera del 3% en los últimos tres ejercicios. Esta mejora está permitiendo al país salir de la profunda crisis acaecida tras el estallido de la burbuja crediticia a mediados de 2007, pero el problema es que todavía queda mucho por hacer para garantizar una recuperación sólida y sostenible en el tiempo, especialmente ahora que la debilidad económica empieza a asomar por el horizonte.
A la ausencia total de reformas estructurales que protagonizó el Gobierno de Mariano Rajoy desde 2012 se ha sumado el ascenso al poder de Pedro Sánchez, cuya deriva, tanto política como económica, supone una amenaza para la continuidad de la recuperación. El PIB ha empezado a frenarse. El dato del segundo trimestre, del 0,6%, y el susto que ha dejado tras de sí el pasado mes de julio, con la menor creación de empleo en ese mes desde 2013 y una clara desaceleración de la actividad productiva, son indicadores a tener muy en cuenta. De hecho, ya se descuenta que la economía nacional crecerá menos del 3% este año. El menor impulso de las exportaciones, la moderación del consumo y el escaso empuje de la inversión avanzan un panorama de ralentización económica a corto y medio plazo.
Esta tendencia no resultaría preocupante si no fuera acompañada por el incierto y convulso contexto internacional que está provocando la guerra comercial protagonizada por EEUU o la debilidad económica europea, ya que, hoy por hoy, España sigue sustentándose sobre pilares endebles, como la escasa productividad de su economía y un muy deficiente aparato estatal. La aprobación de reformas estructurales para mejorar la competitividad sigue siendo, por tanto, la gran tarea pendiente. Pero la llegada de Sánchez a la Moncloa no solo la imposibilita, sino que amenaza con agravar la situación de forma muy sustancial.
En apenas dos meses, el Gobierno del PSOE ya ha anunciado su intención de disparar los impuestos al conjunto de empresas y familias, al tiempo que pretende aumentar el gasto, incumplir los objetivos de déficit y elevar, aún más, el nivel de deuda pública. Además, su alianza con Podemos y los separatistas tan solo se traducirá en más inestabilidad política, un creciente deterioro de las instituciones, una menor seguridad jurídica e incluso una posible reversión de las escasas reformas acometidas en materia laboral y de pensiones. Por todo ello, Sánchez es, en definitiva, el mayor riesgo que existe para la recuperación económica.