Lejos, muy lejos de las polémicas en Europa y en EEUU. En Japón, la relación entre Uber y el taxi tiene poco que ver con la que esta semana copaba nuestros telediarios. Ni huelgas (para qué, si el taxi mantiene el 99% de cuota de mercado), ni enfrentamientos. De hecho, si acaso lo que se intuye en el horizonte es un acuerdo de colaboración. La empresa norteamericana parece haber hecho suyo aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él" y está preparando un nuevo producto, una app para que los usuarios contraten los servicios de un coche con conductor: la diferencia es que no será un coche de Uber ni de ninguna otra compañía de alquiler de vehículos con conductor, sino que será un taxi. Sí, aunque parezca increíble, en la isla lo que Uber quiere es convertirse en el socio tecnológico de los taxistas.
No hay que engañarse, la primera causa del poco éxito de Uber en Japón reside en la legislación, muy proteccionista y con muchas restricciones para este tipo de servicios. Para transportar viajeros hace falta una licencia especial que no es sencillo conseguir, por lo que el número de conductores que las empresas de alquiler de vehículos pueden reunir es reducido.
Pero, además, hay un factor que tiene que ver con el exquisito servicio de los taxistas japoneses. Todas las crónicas, tanto de medios especializados en economía como de los turísticos, coinciden en que el trato por parte de los conductores nipones es excepcional: coches limpios en los que incluso la puerta se abre sola para dejarte entrar, conductores impolutos con guantes blancos, mínimo riesgo de engaño incluso para aquellos que no conocen la ciudad… Todo ello junto con un público conservador y poco amante de los experimentos es lo que ha llevado a Uber a una posición de casi completa irrelevancia en este mercado. Y eso que los precios no son baratos, según reconocen los locales e incluso las empresas de taxi. Pero incluso así, Uber apenas ha podido rascar bola: unos pocos coches en Tokio y su área de influencia, el establecimiento de Uber Eats, su empresa de transporte de comida a domicilio (un negocio diferente al del taxi) y algunos experimentos en áreas rurales, para ayudar a personas mayores que viven en zonas sin transporte público.
La cosa se complica todavía más porque algunas de las compañías más grandes del país están experimentando con apps y servicios parecidos a los que Uber ofrece en sus principales mercados: precios que varían en función de la demanda, trayectos compartidos entre varios usuarios, tarifas planas para clientes premium…
Con este panorama, Uber ha decidido cambiar su aproximación por completo y poner lo mejor que tiene (su aplicación) al servicio de sus hasta ahora enemigos. En Tokio, apenas un 10% de los viajes en taxi o Uber son contratados a través del smartphone (entre otras cosas porque es relativamente sencillo encontrar un coche disponible cuando uno lo busca, pero también porque el público no acaba de coger el hábito), por lo que hay margen para crecer por ahí, sobre todo entre las nuevas generaciones, las que menos usan estos servicios y más se decantan por el transporte público. El objetivo de Uber es cambiar esto y quiere hacerlo llegando a acuerdos con compañías de taxis a las que ofrecerá su tecnología para que puedan entrar en contacto con sus potenciales clientes.
El proyecto piloto ha comenzado en la Isla de Awaji, con 140.000 habitantes, pero muchas visitas turísticas. La idea es que las más de una docena de compañías de taxi de la isla se conecten a la aplicación de Uber y que ésta, una vez que el usuario pida un coche, le envíe al más cercano de entre todos los disponibles en su base de datos. Y como es característico en Uber, informará al usuario tanto del precio del viaje como del tiempo de espera antes de que llegue el vehículo solicitado.
A partir de ahí, la empresa norteamericana está en negociación con hasta 20 compañías de taxi japonesas para ofrecerles sus servicios, con la vista puesta en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020: eso sí, siempre dentro de este espacio limitado (ofrecer la tecnología para la app como colaborador), nunca como competidor en el negocio principal de transporte de viajeros, que en Japón, al menos por el momento, seguirá siendo apenas una anécdota dentro del mercado total. En el País del Sol Naciente, a Uber no le ha quedado otra que trabajar para el taxi como proveedor. Sí, aunque viendo las imágenes de hace unos días en el Paseo de la Castellana de Madrid, a alguno le parecerá increíble que estos dos enemigos irreconciliables en Europa puedan ser socios en otros lugares.