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José García Domínguez

La derecha, la izquierda y los impuestos

Unos y otros, PP y PSOE, andan obsesionados con los impuestos.

Tras el congreso cuasi refundacional del PP, comienza a entreverse ya que, junto a la cansina e interminable querella catalana, la cuestión de los impuestos va a constituir el otro gran tema estrella del partido que lidera la oposición en su obligatoria labor cotidiana de desgaste del Gobierno. La fiscalidad, pues, está llamada a ocupar un espacio notable en el debate político durante esa atrabancada media legislatura que todavía queda por delante. Algo que el propio Ejecutivo de Sánchez ha ayudado a traer al primer plano de la confrontación con su abigarrada batería de subidas selectivas de tributos. He ahí, por lo demás, el principal rasgo común a PP y PSOE: los dos, tanto el gran partido de la derecha como el gran partido de la izquierda, mantienen ambos una fe absoluta, pétrea, diría que religiosa, en que los impuestos son el Alfa y el Omega, el Yin y el Yang, la piedra filosofal llamada a resolver los supremos problemas económicos de la nación. PP y PSOE creen, cada uno por su lado, que con los impuestos se arregla todo. Los unos, por supuesto, bajándolos. Y los otros, por supuesto, subiéndolos.

Así, y resumidos ambos hasta las lindes de la caricatura, los ideólogos del PP predican que una fiscalidad mucho más laxa para particulares y empresas pondría en marcha un prodigioso círculo virtuoso de creación de prosperidad en beneficio de todos. Por el contrario, sus pares en el PSOE argumentan, y con idéntica convicción, que la única manera de acabar con la vergonzante evidencia estadística de que España, junto con Portugal y Grecia, es hoy el país que arrostra una mayor desigualdad dentro de la Unión Europea exige que el Estado, vía impuestos más altos, se encargue de redistribuir a fondo la riqueza entre los de arriba y los de abajo. Discrepan en lo accesorio y coinciden en lo fundamental, esto es, en que los impuestos son la clave de bóveda para salir del hoyo. Ocurre, sin embargo, que esa creencia compartida de socialistas y populares no tiene ningún soporte empírico fuera de nuestras fronteras. Porque hay de todo en la viña internacional del Señor. Hay países con una presión fiscal muy alta a los que les va muy bien y son muy ricos (los nórdicos, por ejemplo). Hay países con impuestos relativamente bajos a los que de idéntico modo les va muy bien e igualmente resultan ser muy prósperos (Suiza o Singapur, por ejemplo). Sensu contrario, hay países, muchísimos además, en los que muy bajos impuestos van acompañados de muy altos niveles de pobreza, cuando no de abierta miseria (la práctica totalidad de los de América del Sur, por ejemplo).

Unos y otros, PP y PSOE, andan obsesionados con los impuestos. Pero ni los impuestos altos ni los impuestos bajos sirven para explicar el pequeño desastre de la distribución tan desigual de la renta que tenemos en España. El Estado del Bienestar español, por ejemplo, es más redistributivo que el de Alemania o que los de Holanda y Suiza. Y sin embargo, salta a la vista (y a las estadísticas oficiales de Eurostat) que la diferencia de renta entre los ricos y los pobres de esos tres países es mucho menor de la que se observa en el caso de España. ¿Cómo entender la paradoja? Pues es fácil de entender si se repara en que las distancias entre los de arriba y los de abajo son en esos tres países mucho menores que en España ya antes de que el Estado intervenga con los impuestos para proceder a la redistribución. Dicho de otro modo, la específica diferencia española no tiene que ver con que aquí haya más o menos presión fiscal, sino con las características particulares de nuestra estructura económica. Concretando, el problema de España no son los ricos. Nuestros ricos son muy parecidos, tanto en número como en el porcentaje de la tarta que se quedan para ellos cada año, a los ricos franceses. Pero Francia no es un país tan polarizado socialmente como España.

Por su parte, nuestras clases medias tampoco resultan tan distintas de las italianas o alemanas, pongamos por caso, en cuanto a su nivel de renta real. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema son nuestros pobres. Los pobres españoles sí son diferentes a los pobres del resto de Europa, excepción hecha de Grecia y tugal. Porque en cada país de Europa hay un sector de salarios bajos. Pero ocurre que nuestro sector de salarios bajos ocupa a un porcentaje de la población muy superior que sus equivalentes del resto de la UE. Pero es que además paga sueldos también por debajo de esos mínimos continentales. Y eso no se arregla ni con más impuestos ni con menos impuestos. Eso, simplemente, no se arregla con impuestos. Eso se arregla tomando conciencia de que hay que cambiar la estructura económica de España para que se parezca más a las de nuestros vecinos del norte y menos a las de nuestros vecinos del sur. Así y solo así.

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